La Vanguardia

Tensión en Ormuz

- Carles Casajuana

Boris Johnson llega a Downing Street con una papeleta por solucionar que poco tiene que ver con el Brexit y mucho con el posible inicio de una guerra si une sus pasos a los de Trump y precipita una respuesta iraní, tal como explica Carles Casajuana: “Si Irán obtiene el arma atómica, y en un año podría estar en condicione­s de hacerlo, Arabia Saudí querrá tenerla también y la región se convertirá en un polvorín”.

Tratar de adivinar dónde estallará la próxima guerra es un ejercicio inútil, porque el curso de la historia, como la rueda de la fortuna, se suele reír de todas las previsione­s. Pero si alguna región reúne en estos momentos buenos números para protagoniz­ar un conflicto serio es la del golfo Pérsico. Siempre ha sido una región inflamable, pero en las últimas semanas las tensiones han alcanzado niveles inusitados.

El acuerdo nuclear con Irán del 2015 pacienteme­nte negociado por Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Alemania, China y Rusia abría una vía a Irán para que, a cambio del levantamie­nto de todas las sanciones, renunciara a la ambición de hacerse con armas nucleares. Israel y Arabia Saudí se opusieron férreament­e, porque temían que el deshielo de las relaciones con su rival se realizara a costa de sus intereses. Pero los firmantes no cedieron. Esto permitía albergar esperanzas de que Irán avanzaría por la senda de la normalizac­ión de relaciones con todo el mundo.

Hace un año, Estados Unidos, rompiendo con la estrategia de Obama, se retiró unilateral­mente del acuerdo e impuso sanciones a Irán con el objetivo de estrangula­r su economía y forzarlo a una negociació­n bilateral. Al principio, Teherán optó por la prudencia. Evitó las represalia­s y continuó cumpliendo el acuerdo. Los demás firmantes, entre ellos el Reino Unido, Alemania y Francia, también optaron por mantener vivo el acuerdo. Pero al cabo Irán –descontent­o con el nuevo statu quo y con unas sanciones que sin duda están haciendo mella en su economía– rompió el límite de enriquecim­iento de uranio impuesto por el acuerdo y fue derivando hacia una estrategia de pequeñas provocacio­nes militares que culminó con el derribo de un dron norteameri­cano. En respuesta, Estados Unidos estuvo a punto de bombardear instalacio­nes militares iraníes. Trump detuvo el ataque cuando ya estaba en marcha, pero Irán quedaba advertido.

En medio de la escalada retórica consiguien­te, con amenazas serias por parte de Washington y bravuconad­as de Teherán, el Reino Unido capturó en Gibraltar un barco cargado de crudo iraní destinado a Siria. Todo indica que el petrolero estaba violando el embargo impuesto por la Unión Europea, pero no está muy claro que el Reino Unido estuviera obligado a intercepta­rlo. Como represalia, Irán se apoderó de un petrolero de bandera británica que atravesaba el estrecho de Ormuz. El Gobierno británico amenazó a Irán con “consecuenc­ias serias”, que es el eufemismo habitual para referirse a medidas militares, pero también insistió en su deseo de resolver el conflicto por vía diplomátic­a. Ninguno de los tripulante­s del petrolero es británico.

De momento, estos incidentes no han empujado a Londres a alinearse con Washington. El Reino Unido, Alemania y Francia están decididos a mantener la estrategia de ofrecer incentivos a Irán para que renuncie al arma atómica. Estos países consideran que el acuerdo del 2015 sigue siendo el mejor instrument­o para evitar que Irán cruce el umbral que le permitirá tener armamento nuclear. Pero si el Reino Unido, empujado por la escalada iraní, se alinea con Estados Unidos, la estrategia europea estará muerta y el acuerdo se convertirá en papel mojado. Boris Johnson se ha estrenado con una crisis muy alejada del Brexit y deberá elegir entre secundar a Estados Unidos o continuar alineado con la Unión Europea.

Nadie quiere una guerra. Pero para Irán el mantenimie­nto de la situación actual no es una opción favorable, porque las sanciones norteameri­canas están cercenando los efectos positivos del acuerdo. Por su parte, Estados Unidos no puede aceptar que Irán continúe con su programa nuclear. Israel y Arabia Saudí, las otras dos potencias regionales, tampoco. Si Irán obtiene el arma atómica, y en un año podría estar en condicione­s de hacerlo, Arabia Saudí querrá tenerla también y la región se convertirá en un polvorín. Pero no sólo está en juego la proliferac­ión nuclear. La libertad de circulació­n por el estrecho de Ormuz también reviste una gran importanci­a para la comunidad internacio­nal. Por el estrecho de Ormuz pasa una tercera parte del petróleo que se mueve en el mundo por vías marítimas. Estados Unidos quiere formar una coalición para asegurar la libertad de navegación en el estrecho. Por su parte, el Reino Unido ha propuesto a la Unión Europea colaborar con el mismo fin. Además, ha dispuesto que la Royal Navy escoltará a los barcos con bandera británica que deseen circular por el estrecho.

Los pilotos suelen decir que los despegues son optativos pero que los aterrizaje­s son obligatori­os. Es una manera de advertir que no es bueno despegar sin saber dónde se podrá aterrizar. Las guerras se sabe cómo empiezan pero no como terminan. En Londres, en agosto de 1914, decían que la guerra terminaría en Navidad. Duró cuatro años y fue la más cruenta que la historia había conocido hasta entonces. Nadie la quería. En gran parte, fue un accidente. Pero el mundo ya no volvió a ser nunca igual.

Sería muy difícil que una guerra en el Golfo Pérsico tuviera un impacto similar, pero podría terminar cambiando muchas más cosas de lo que nos imaginamos. Esperemos que no salte la chispa. Las escaladas las carga el diablo. Irán es un maestro en la estrategia de llevar las cosas al límite sin cruzarlo y Estados Unidos entra en una etapa preelector­al que desaconsej­a aventuras militares. Pero rebajar la tensión no será fácil. Exigirá grandes dosis de paciencia y de diplomacia.

Boris Johnson deberá elegir entre secundar a Estados Unidos o continuar alineado con la Unión Europea

Si Irán obtiene el arma atómica, Arabia Saudí querrá tenerla también y la región se convertirá en un polvorín

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