El ser o no ser de la energía, el futuro en juego
La sostenibilidad del mundo no es un juego, ni una falacia, sino una imperiosa necesidad. Mientras la demanda mundial de energía continúa creciendo en todas las regiones del mundo, se necesitan eficiencias para alcanzar la sostenibilidad que no llega.
El crecimiento mundial, tanto de población como de industrialización, requiere diseñar un camino de la transición coherente y realista, no voluntarista ni simplista. Esto significa que necesitamos renovables pero también, combustibles fósiles que equilibren progreso y sostenibilidad de la manera más eficiente y limpia.
Por eso, sorprende, por poner un ejemplo cercano y reciente en España, que en las nuevas circulares de la CNMC no se contemple el
apoyo al desarrollo del gas renovable, cuando Europa lo considera fundamental para la transición energética. También sorprende que no se de un impulso al gas de forma contundente, máxime teniendo en cuenta las excepcionales ventajas del gas natural para suministrar energía a las crecientes áreas urbanas.
Con una previsión de que en el 2050 la población mundial habrá alcanzando los 9 mil millones de habitantes y que dos tercios de la misma vivirá en ciudades, se requiere una mayor demanda de energía que pasa por impulsar las renovables por un lado y, por otro, el gas como fuente segura, continua y significativamente menos contaminante que las otras de origen fósil.
Gas tradicional, gas renovable e hidrógeno deben poblar las redes de distribución para llegar a la población del mundo y para que esto ocurra es fundamental invertir en las infraestructuras de estas redes. Los países que así lo han hecho y lo continúan haciendo van a la cabeza, mientras el país que no lo haga se quedará atrás. Así de sencillo.
El gas natural es la fuente mas intensiva de energía que, comparada con otras energías fósiles, es capaz de suministrar los altos requerimientos de las ciudades y de los procesos industriales, asegurando al mismo tiempo la calidad de aire y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
La polución sigue siendo uno de los mayores e inmediatos riesgos para la salud pública, y el principal agente de la misma son las partículas en suspensión (PM), que se introducen en los órganos respiratorios y de los que el gas natural está exento.
La Organización Mundial de la Salud así lo reconoce desde el 2013, cuando los partículas PM fueron clasificadas como cancerígenas. Este problema puede ser ampliamente reducido mediante el creciente uso del gas natural en el mix energético de las grandes ciudades, como lo demuestran los casos prácticos de las ciudades de New York, Toronto, Dublín, Shanghai, Urumqi, Berlín o Estambul, recogidos en los informes de calidad del aire de la IGU.
Para hacer posible la disponibilidad de esta fuente de energía se precisa de la planificación de un marco regulatorio estable y con una regulación predecible que permita el desarrollo de infraestructuras a través de inversiones muy altas que vienen de la mano de fondos de inversión globales. En España, todos los agentes, CNMC, Gobierno, empresas y agentes sociales deben reforzar las inversiones en un sector claramente contribuyente al desarrollo de las economías en el mundo y compatible con que este desarrollo sea sostenible. El diálogo de los gobiernos y la industria son herramientas necesarias para el tránsito eficiente y eso es lo que se espera que ocurra también en España, que los actores de la industria, patronales empresariales y sindicatos y la CNMC generen el marco de diálogo necesario para una estrategia compartida y sostenible.
Los grandes y exitosos acuerdos mundiales a los que todos los países se han comprometido y aspiran se han alcanzado como fruto de amplias negociaciones y de diálogo y donde la escucha mutua es el principio básico para lograr el entendimiento y el compromiso de todas las partes.
Gas tradicional, gas renovable e hidrógeno deben poblar las redes de distribución para llegar a la población del mundo