La Vanguardia

Cerrado por vacaciones

- Daniel Fernández

Vamos, que nos vamos… Última columna antes de agosto y antes, si todo va bien y no pasa nada, de reencontra­rnos en septiembre, el mes de los malos estudiante­s y los repetidore­s cuando yo era joven. Así que ya ven, hoy cerramos durante unas semanas este rincón impreso y seguiremos el viejo adagio universita­rio que reza Prima non datur et ultima dispensatu­r, o sea, que la primera clase del curso no se da y la última se dispensa. Así que ustedes perdonarán y me disculpará­n, pero esta columna no cuenta para el cómputo global y debe darse como eso mismo, dispensada por mor de la costumbre.

Al fi y al cabo, cuando cierran facultades y escuelas empieza, junto con el calor y el horario intensivo, a extenderse la sensación de que las vacaciones están ahí, de que hay que dejar de trabajar, de leer la prensa (al menos atentament­e) y hasta de pensar. Los diarios se aligeran y empiezan sus secciones veraniegas. Y pronto proliferan los carteles de cerrado por vacaciones. Tal vez ya no un mes entero, apenas quince días o tres semanas, pero ahí están y ahí siguen. Les reconozco que, aunque más anticuado y formal, me parece más apropiado el cartelito de “Cerrado por descanso del personal”. Y me parece especialme­nte adecuado este año, tras el curso político que nos ha tocado vivir, en Catalunya, en España y en Europa y el mundo. Ya vendrá septiembre y ya volveremos a sufrir. Pero ahora toca, somos así de banales, así de frívolos, tumbarse y descansar. El personal lo necesita, desde luego.

Da un poco de pena, sí, porque sólo ansían las vacaciones los que precisan descansar de su vida de cada día. Hay otras vidas, ya saben, pero son más caras. Y hay también una raza aparte o mejor una clase social que no tiene por qué hacer vacaciones, pues sus vidas son como se les antoja, así que no precisan descansar de sí mismos y mucho menos de los demás, que por algo los tienen a sueldo. Los hay que han venido al mundo a pasar el veraneo.

Que por cierto, y por aquello de que esta última columna no esté totalmente desperdici­ada, es una actividad tremendame­nte reciente entre las clases populares. La segunda República, en 1931, consagró una semana de descanso remunerado, es decir, de vacaciones pagadas, para todos los asalariado­s. En Francia no se hizo hasta 1936 con Leon Blum, aunque ellos legislaron dos semanas. Vamos, que esto es de anteayer, de la generación de nuestros padres, pues aunque los nobles romanos gustasen de escapar de la caput mundi durante la canícula –temible ferragosto romano– pues eran eso, nobles, ricos y pocos. Como pocos y pudientes fueron la mayoría de viajeros del XVIII y los ingleses que en el XIX se aficionaro­n a paseos por Capri o Corfú. La clase media alta llegó a las vacaciones en los felices veinte y descubrier­on y disfrutaro­n los baños de mar, pero el común no alcanzó el sueño de las vacaciones pagadas hasta poco antes de la II Guerra Mundial. Hay tantos derechos aparenteme­nte fundamenta­les que son tan recientes que da hasta miedo el pensarlo. Así que no lo piensen, disfruten lo que puedan y nos veremos en septiembre. ¡Felices vacaciones!

Los hay que han venido al mundo a pasar el veraneo, una actividad reciente

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