La Vanguardia

Frljic, el enemigo público número uno

El polémico director bosniocroa­ta impacta en la Bienal de Venecia con una obra sobre la revolución y la violencia

- JUSTO BARRANCO Venecia Enviado especial

En abril de 1992 el bosniocroa­ta Oliver Frljic se convertía a los 16 años en otro de los miles de refugiados de la guerra de Bosnia. Veintidós años después acabaría dirigiendo el Teatro Nacional de Rijeka, en Croacia. Y pronto sería el enemigo público número uno del país. Un antipatrio­ta al que, explica, se le amenazaba de muerte, atracaban su casa el mismo día que la de su novia, se le escupía en la calle y se le atacaba físicament­e. “Y la presidenta de Croacia decía que me merecía todo lo que me sucedía, en cierto momento era un acto patriótico atacarme”, ironiza Frljic en la Bienal de Venecia, en la que ha presentado con una entusiasta acogida su dura versión de Mauser, un texto del desapareci­do Heiner Müller sobre la revolución y la inacabable espiral de la violencia.

A Frljic le rodea la polémica. Y él lo tiene claro: “La misión del teatro no es reconcilia­r a gente de diferentes posiciones ideológica­s sino confrontar­los, y que se entienda que si alguien quiere legalizar el crimen, como AfD en Alemania o los nazis en el Tercer Reich o los ustachas en Croacia, no se puede tener un diálogo con ellos, porque no reconocen a cada ser humano como único y merecedor de todos los derechos, da igual qué pasaporte tienes o de dónde vienes, somos todos iguales, si alguien no lo reconoce no hay espacio para el diálogo”. Su condición de refugiado ha influido en su mirada: “Fue una experienci­a horrible pero me ayudó a entender qué fácilmente puedes ser excluido sólo por tu lugar de nacimiento o el nombre de tu padre o madre”.

Así las cosas, ha tenido 3.000 manifestan­tes bloqueando un teatro en Varsovia por su producción The curse, en la que denunciaba el fervor religioso y el racismo en Polonia con ataques feroces a la Iglesia y el Gobierno, incluida la simulación de sexo oral con una estatua de plástico de Juan Pablo II junto a la que se leía “defensor de pederastas”. En Alemania dedicó en 2018 una obra a la ultraderec­ha de ese país y en Croacia, en plena celebració­n de los 20 años de la operación Tormenta, que cerró la guerra contra Serbia y acabó expulsando a más de 100.000 serbios croatas, él señaló que ninguna guerra, ni de reconquist­a, se hace sin crímenes, y llevó al teatro de Rijeka a cinco mujeres de diferentes nacionalid­ades a que contaran lo que les sucedió. “Estuvimos sitiados dos horas y logramos salir con una unidad especial de policía”.

Para Frljic ha sido una década que ha pagado con salud y efectos negativos en los que le rodean. En estos momentos se quiere cuestionar sus creencias y actitudes en el teatro. “He tenido la idea de que el teatro puede cambiar algo y he sido capaz de movilizar los centros de poder político. Ahora es tiempo de sintetizar mi experienci­a y hallar nuevas formas. Y la cuestión que me preocupa es a quién estoy hablando. Es una paradoja. Quiero hablar a los que están infrarrepr­esentados, a la clase trabajador­a, a la gente excluida por su nacionalid­ad, sexualidad o color de piel, y con frecuencia esos grupos no ven mis shows, mi audiencia es pequeñobur­guesa, rica como para pagar el billete y con un capital cultural para comprender estos códigos culturales complejos que usamos en el teatro. Me pregunto

“Es un paradoja, quiero hablar a los que están infrarrepr­esentados pero mi audiencia es pequeñobur­guesa”

cómo llegar a esa otra gente. Cuando tengo buenas críticas y respuestas positivas pienso que lo que hago es equivocado porque esa es la gente a los que quiero criticar, producen la violencia estructura­l del sistema que quiero atacar”.

Recuerda que Heiner Müller, fue acusado de colaborado­r de la Stasi y hoy “nadie es acusado de ser colaborado­r del capitalism­o, que crea tanta miseria y violencia estructura­l. Antes era fácil atacar el poder porque estaba centraliza­do, hoy no hay un enemigo concreto, es el sistema. Ves la obra, dices ‘sí, es horrible’, te vas a tomar el café y, al pagarlo, puedes seguir el efecto mariposa y ver por qué la gente en ciertas partes del mundo tiene un tsunami”.

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BIENAL DE VENECIA Una imagen de Mauser, una dura versión del texto del desapareci­do Heiner Müller
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