Blanca lee (el ballet)
El Quijote del Plata Intérprete: Ballet Nacional Sodre/Uruguay
Director artístico: Igor Yebra
Coreografía: Blanca Li
Lugar y fecha: Festival Castell de Peralada (26/VII/2019)
Blanca Li lee la historia del ballet del siglo XX con la excusa del Quijote de Petipa, ese bello molino de movimiento que muchos perciben todavía como un gigante de cuento. El punto de partida es el homenaje a un bibliófilo uruguayo coleccionista de ediciones cervantinas, pero a partir de ahí El Quijote del Plata se plantea como una mixtura entre la lectura de ciertos episodios de la novela de Cervantes y buena parte de los de Petipa, en un libreto y una coreografía de nueva creación. Ciertos clichés del folklore romántico presentes en el libreto clásico cogen así otro aire, cuando son el sueño ideal de alguien que se agarra a sus desvaríos por necesidad, como el propio Quijote. La distancia entre el ideal y la realidad queda clara, sin que vaya en prejuicio de ninguno de ambos polos, si tan real es el anhelo de quimeras como la locura tan arisca del mundo que nos empuja a ello.
En la propuesta escénica de Blanca Li, vemos lo que el bibliófilo Arturo L. Xalambrí fantasea postrado en la cama. En él se sitúa la focalización del punto de vista del ballet. Y la suya es la historia de un tipo que sueña sobre alguien que soñaba, reflejo de un reflejo. Por eso las historias estereotipadas del libreto clásico en torno a las bodas de Camacho y los amores de Basilio y Quiteria (la Kitri del ballet) adquieren aquí un aire tamizado, melancólico, de cuento naif al que alguien se agarra desesperado cuando ya no le queda otra y valora con distancia los juegos y los temores de toda una vida.
Esta es la gracia dramatúrgica de la versión. Y lo que justifica el aire infantil, de resumen contado, de alguna de las escenas, casi en tono de musical, sin la búsqueda elaborada y virtuosa del libreto clásico (especialmente vistoso en el Quijote) en la línea de las adaptaciones de Matthew Bourne, que evidentemente acaban pareciendo mucho menos bailadas que las originales, pero les suman lecturas y multiplican los ecos.
Encontramos menos baile en El Quijote del Plata, pero justificado por la determinación que lo guía. De la misma forma que, en la novela, el Quijote primero habla de la “fermosa Dulcinea” y, al final, asumido el fracaso, ya se refiere a ella como “hermosa”, de forma más sincera, en la propuesta de Blanca Li es legítimo leer así el paso de la bailarina con tutú y puntas que primero representa el ideal para el Quijote a la que, con el pie descalzo, vemos que sueña Xalambrí al final.
No se renuncia a la belleza: se escoge de la realidad, igual que a lo largo de la pieza la danza se ha querido coral, de grupo, natural y con los pies en el suelo, a la medida de nuestro tiempo.