La Vanguardia

La Audiencia lleva a la UE la guerra de Champagne contra Champanill­o

Una pequeña cadena catalana de bares de tapas defiende el uso de su nombre

- LALO AGUSTINA

David Iglesias García, propietari­o de una pequeña cadena de cuatro bares de tapas llamados Champanill­o y situados en Barcelona, Mollet del Vallès, Cardedeu y Calella, se enfrenta al Comité Interprofe­ssionnel du Vin de Champagne por el nombre de sus establecim­ientos. La batalla legal en curso es muy desigual. Por un lado, está una empresa unifamilia­r que apenas factura un millón de euros; por otro, el consejo regulador del vino espumoso más glamuroso del mundo, con 5.000 millones anuales de ingresos.

Iglesias, nacido en Cardedeu (Vallès Oriental) hace 52 años, abrió un bar en Granollers en el 2009 y lo bautizó Champanill­o. Tras el primero llegaron otros en Mollet, Calella y Barcelona. El concepto, asegura Iglesias, es ofrecer calidad a muy buen precio. “Esto va de bocadillos, ensaladas, alguna tapa y cerveza de barril, vino por copas y algo de cava; nada más”, explica. En sus locales no se vende champán y no hay ninguna referencia al espumoso francés.

Pese a la relativa insignific­ancia del negocio de Iglesias, el universo Champagne no podía permitir el uso de Champanill­o. En el 2017, demandó a Iglesias en los juzgados mercantile­s de Barcelona por una infracción de la denominaci­ón de origen Champagne y pidió al juez que se obligara al empresario catalán a cesar el uso del nombre Champanill­o en sus bares, retirara cualquier cartel o referencia (incluidas en la web), cancelara el dominio champanill­o.es y se le condenara en costas.

En julio del 2018 llegó la sentencia. Javier Fernández, titular del juzgado mercantil 6 de Barcelona, desestimó la demanda al entender que “la evocación que el uso de Champanill­o puede generar respecto de la denominaci­ón Champagne es tenue e irrelevant­e”. “Cualquier evocación no justifica la infracción (...) y el producto al cual se aplica el nombre Champanill­o, que no es vino o bebida alcohólica sino el nombre de un bar, difiere tanto de los productos amparados por la denominaci­ón Champagne que la semejanza fonética no provoca evocación”.

Como era de esperar, Champagne apeló la sentencia a la Audiencia de Barcelona, que hace una semana dictó una providenci­a en la que comunicó su intención de plantear una cuestión prejudicia­l al Tribunal de Justicia de la UE. La consulta a Luxemburgo se refiere a hasta qué punto se puede utilizar un nombre que podía evocar una denominaci­ón de origen protegida, teniendo en cuenta, además, que la normativa hace referencia a los productos, pero no a los servicios. Champagne y Champanill­o quedarán ahora a la espera del TJUE.

Un tribunal mercantil dio la razón hace un año a Champanill­o, Champagne apeló y ahora la UE hablará

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ANA JIMÉNEZ David Iglesias García, propietari­o de Champanill­o, en su local de Barcelona

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