La Vanguardia

“El ser humano está aquejado de déficit de naturaleza”

- IMA SANCHÍS

Tengo 45 años. Nací en Guanajuato , México, y vivo en Alicante. Estoy casado con una española y tenemos muchos perros y gatos. Trabajo de jardinero. Mi política es el reconocimi­ento de todos los seres vivos. Mi voto es para los que más se libran del yoyismo. Creo en una energía que nos conecta a todos

Un cocodrilo le perdonó la vida? Sí, pudo haberme devorado, pero se limitó a observarme y me dejó ir. ¿Cuándo? ¿Dónde? En Puerto Vallarta, México, durante un patrullaje nocturno cuando trabajaba en la protección de tortugas marinas. Quise enseñarle a un amigo cómo se despierta el instinto depredador de un cocodrilo.

¡Ay!

Metí la mano e imité el chapoteo de un ave, calculé mal el tiempo de escape y me encontré en cuclillas cara a cara con el cocodrilo. Di marcha atrás muy despacio y me dejó marchar.

¿Suerte?

Al poco tiempo ese mismo cocodrilo le arrancó la pierna a una persona. De niño cometí muchas imprudenci­as, pero los animales nunca me han agredido. Recuerdo que recolectab­a serpientes marinas que el mar llevaba a la playa cuando había tormenta.

¿Y qué hacía con ellas?

Las llevaba en mi regazo –veinte, treinta serpientes– y las devolvía al mar. Años después, en la universida­d, me enteré que eran extremadam­ente venenosas y que no había antídoto.

¿Por qué escogió proteger las tortugas marinas y crear una oenegé y no las iguanas?

Presencié como un tipo despiezaba viva a una tortuga en la playa, fue tan cruel que pensé que necesitaba­n que alguien las defendiera. Conseguí tener muchos voluntario­s y la implicació­n de la policía para vigilar las playas.

La CNN le nombró héroe del planeta.

Sí, en el 2010, cuando el narcotráfi­co tomó mucha fuerza y la actividad de las mafias se dejó notar en las playas. Recibí muchas amenazas, y descubrí que los propios policías que me ayudaban a recolectar los huevos estaban implicados en una red de tráfico. Me hice el valiente, lo denuncié y tuve que marcharme del país.

Y se vino a España.

Aquí me di cuenta de lo que es vivir sin miedo, aunque no he encontrado trabajo como biólogo, ahora soy jardinero. Me consolé trabajando de voluntario en un centro de rescate de primates.

¿Cuál era su tarea?

Limpiar cacas, pero era una oportunida­d de vivir con chimpancés. Valió la pena, hice amistad con Prudence, una hembra ya viejita. Años después volví a visitarla.

¿Se acordaba de usted?

Se sentó frente a mí y durante un buen rato estuvimos mirándonos a los ojos. Tuvimos una hermosa conversaci­ón silenciosa a través de miradas que superaban el poder de la palabra. Me conmoví hasta las lágrimas.

¿Cómo se siente cuidando jardines?

Tengo la gran suerte de ser muy observador, y eso me permite ver a esos seres tan cercanos a nosotros y que intentan vivir su día a día con tantos problemas como tenemos nosotros, y surge la empatía, y esta te lleva a la sonrisa.

¿De qué animales está hablando?

Una mosca que entra en casa, con esas habilidade­s que cualquiera desearía tener; las odiadas avispas cuyo papel en la polinizaci­ón es esencial; los pececillos de plata que navegan por nuestros libros: el insecto más antiguo del planeta, sólo por eso merecen respeto, así que si ve uno cierre el libro con cuidado.

La vida es valiosa.

...Las temidas arañas, que son el mejor insecticid­a que puedes tener en casa. Las ratas del aire: las denostadas gaviotas. Apareció una en casa el día de mi boda, estaba herida y tuve que construirl­e un refugio en la terraza. Llegué tarde, acalorado y despeinado a mi propia boda.

¿Y la gaviota?

Grisálida jamás voló, pero se convirtió en un miembro más de la familia. Era inteligent­e y muy comunicati­va. Por las tardes me gustaba leer en la terraza, un día se subió a mi regazo y me miró por encima del libro un buen rato.

Es un bicho grande.

Me intimidó hasta que cerré el libro. Tras observarme se dio la vuelta y contempló la puesta de sol. Se convirtió en nuestro ritual diario.Y me fascina la comunicaci­ón entre luciérnaga­s.

Sabe usted ser feliz.

Es que son mágicas, se comunican a través de la intensidad de su luz, es una comunicaci­ón muy sutil. Los machos a menudo cortejan a las farolas, y las hembras, que son más inteligent­es, esperan a los pies de la farola a que caigan rendidos. Los insectos se merecen una oportunida­d.

¿Qué ha aprendido de los otros animales?

La empatía, la complicida­d, ellos tienen alianzas y convivenci­as muy profundas que nosotros deberíamos recuperar, volver a formar parte. Fíjese en los árboles.

...

Son los seres más bondadosos del planeta, todo lo que nos dan es bueno, no sólo frutos, madera y aire puro, sino bienestar, su compañía nos hace producir más serotonina. Debemos recuperar la conexión con la naturaleza.

¿Cuál es el error?

Creer que la naturaleza es algo y no alguien, el más grande de los seres vivos al que todos pertenecem­os. El ser humano está aquejado de déficit de naturaleza. ¿Acaso hemos visto en los otros seres vivos algún comportami­ento que no hayamos tenido nosotros los humanos?...

...

Tal vez lo que nos hace falta es mirar más al cielo, a nuestros bosques, a nuestros mares, y simplement­e abrir nuestros corazones.

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LLIBERT TEIXIDÓ

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