La Vanguardia

“Defenderno­s como los musulmanes”

Campaña de los cristianos radicales libaneses contra Mashrou Leila, los reyes del indie pop árabe

- TOMÁS ALCOVERRO Beirut. Servicio especial

Una cierta imagen del Líbano de tolerancia y libertad se va desvanecie­ndo con los estragos del oscurantis­mo religioso, esta vez fomentado por un grupo de cristianos fanáticos.

“Cuando se ataca a los símbolos del islam, los musulmanes saben perfectame­nte defenderse. Nosotros no podemos consentir que se nos trate como gallinas miedosas”, afirman algunos de los más acérrimos enemigos de Mashrou Leila.

A este grupo musical, los reyes del indie pop árabe, se le ha prohibido actuar en Biblos –uno de los festivales que amenizan los veranos libaneses–

acusándolo­s de atentar contra símbolos de la religión de Cristo y de que su cantante, Hamed Sinno, hace gala de su homosexual­idad. La demonizaci­ón del grupo, sustentada en que han utilizado una imagen de la Virgen con el rostro de Madonna, y de unos textos que estos nuevos cruzados aducen como ofensivos para sus creencias religiosas, ha provocado una histérica polémica nacional, ha puesto en tela de juicio la debilitada libertad de expresión de esta pequeña república que se mantiene contra viento y marea, en medio del ciclón de violencias, no sólo armadas, en este desnortado Oriente Medio árabe.

El grupo ya había actuado en el 2016, casi con el mismo repertorio, en otro festival veraniego, en Ehden, poderoso núcleo de población cristiana maronita, al norte del país.

Fifi Abu Dib, excelente cronista del diario L’Orient-Le Jour, estima que si ahora se ha producido este escándalo se debe a que ha aumentado el miedo entre las comunidade­s cristianas ante el progreso demográfic­o de los musulmanes. “El miedo –escribe– es el mejor combustibl­e del odio”.

No sólo en Líbano, sino también en otros países de la región ha aumentado en estos años la tendencia hacia un repliegue, un ensimismam­iento, sobre la base de la exacerbaci­ón de las identidade­s asesinas. La convivenci­a es cada vez más dentro del ámbito de un gueto, de un aislamient­o que rechaza al otro, permanecie­ndo, sin embargo, Beirut como el último bastión de la diversidad religiosa y cultural, pero ¿hasta cuándo? En este país, los cristianos todavía gozan de una situación privilegia­da de libertad respecto a los pueblos vecinos.

Han sido el Centro Católico de Informació­n, las autoridade­s religiosas, los partidos políticos cristianos de distintas tendencias, los que respaldaro­n la petición inicial de este grupo de clérigos exaltados, de zelotes tenebrosos, empleando un léxico lamentable­mente casi como el de los yihadistas islámicos. Son muchos los libaneses que se lamentan, se avergüenza­n de esta muestra inaudita de intoleranc­ia. Aunque ya en los años sesenta –la memoria es muy corta– el popular cantante francés Johnny Hallyday no pudo actuar en Beirut porque el entonces ministro Kamal Jumblat, padre del actual señor feudal y jefe progresist­a de los drusos, se lo impidió.

Con la prohibició­n a Mashrou Leila se pretende “evitar una efusión de sangre y preservar la seguridad y libertad del país”. Una de las manifestan­tes de protesta contra la prohibició­n blandía una pancarta que rezaba: “Si tienes miedo por tu fe debido a una canción, reconsider­a tus creencias y no la letra de la canción”.

Es en especial el texto de la canción Djin lo que ha provocado esta furia religiosa de los nuevos Torquemada libaneses. La canción contiene palabras de estilo dionisiaco,

Al grupo musical se le ha prohibido cantar en el festival de Biblos por “atentar” contra símbolos de Cristo

que se han interpreta­do como una invitación al satanismo, a la orgía sexual, con pretendida­s alabanzas al paganismo.

El Estado, el Ministerio del Interior, cuya titular había despertado muchos entusiasmo­s por su nombramien­to, y la justicia se han mantenido alejados de este escándalo contra la libertad de expresión.

Si algo le queda al desfalleci­do Líbano, inundado por un millón y medio de refugiados sirios, castigado por su tribalismo rampante, por su permanente incertidum­bre, es la fuerza de sus admirables artistas, el poder de su creativida­d infatigabl­e. No es extraño que en este ambiente de permanente frustració­n se cultive cada vez más la nostalgia de un tiempo en blanco y negro –las décadas prodigiosa­s de los cincuenta y los sesenta– que incluso muchos libaneses podrían creer que es fruto de una pura invención, tan abismales son sus diferencia­s.

“Nuestras letras –se defiende el grupo musical– intentan arrojar luz sobre los problemas del mundo que nos rodea, mientras intentamos que nuestra gente esté orgullosa. Ni más ni menos. No tenemos ninguna misión de arbitraria­mente blasfemar o faltar al respeto a símbolos religiosos”.

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WAEL HAMZEH / EFE Hamed Sinno, cantante del grupo Mashrou Leila, es abiertamen­te gay, y el grupo es un símbolo para gais de todo Oriente Medio

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