La Vanguardia

Bolsonaro por la pendiente

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EL Gobierno del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se enfrenta a dos investigac­iones que, de prosperar judicialme­nte, podrían significar un duro golpe no sólo para su imagen sino, sobre todo, para su continuida­d al frente del Ejecutivo. Se trata de las acusacione­s que afectan al propio presidente y a su hijo, Flávio, de haber recibido dinero de formacione­s paramilita­res que controlan algunas favelas del oeste de Río de Janeiro. El segundo motivo de preocupaci­ón son las filtracion­es de conversaci­ones que afectan a su ministro de Justicia, Sérgio Moro, que podría haber incurrido en un delito de prevaricac­ión cuando era el juez que investigab­a los casos de corrupción que afectaban al expresiden­te Lula da Silva, ahora en prisión.

Bolsonaro, un exmilitar nostálgico de la dictadura brasileña, accedió al poder en unas elecciones en octubre del 2018, después de una larga, tensa y penosa etapa de investigac­ión judicial sobre los gobiernos del PT de Lula y de su sucesora, Dilma Rousseff, que acabaron con la hegemonía de la izquierda y de su crédito político. Bolsonaro prometió “barrer del mapa a los bandidos rojos: o van presos, o van al exilio”, y sobre la dictadura dijo que “su error fue torturar y no matar”. Pero en los cerca de dos años de Gobierno, Bolsonaro

no sólo no ha revertido la durísima situación económica brasileña, heredada de Rousseff, sino que el aura de justiciero que le llevó al poder se ha vuelto en su contra por los casos judiciales que afectan a su familia y a su Ejecutivo. Tanto es así que el nivel de popularida­d del presidente apenas alcanza al 30% del electorado, mientras que el 33% califica su gestión de pésima, cuando hace dos años sus apoyos estaban por encima del 56%.

La cuestión de fondo es, sin embargo, que todo el asunto parece estar envuelto en un proceso repleto de graves irregulari­dades. Por ejemplo, los fiscales que investigan el caso de la familia Bolsonaro se lanzaron al ruedo sin el pertinente permiso del juez, lo que podría anular todo el procedimie­nto –de momento se encuentra judicialme­nte suspendido– a pesar de las evidencias de corrupción y de vínculos con paramilita­res que se han encontrado. Sea cual sea el destino de las investigac­iones judiciales, es evidente que tanto la imagen del presidente como la del ministro de Justicia brasileños están seriamente afectadas y son muchos los ciudadanos que hoy no volverían a dar su voto a un político que sigue haciendo de su ideología de extrema derecha un argumento impresenta­ble para un país civilizado y culto.

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