Trump condena el racismo pero no limita las armas
El presidente de EE.UU. hace frente a las críticas tras la matanza de El Paso
Donald Trump condenó explícitamente el supremacismo blanco por la masacre de El Paso, pero eludió el debate del acceso a las armas.
La solemnidad del presidente Donald Trump en su comparecencia tras las dos matanzas del fin de semana quedó empañada por una pifia. En lugar de ofrecer la bendición a Dayton se la dio a Toledo, otra localidad de Ohio.
Este resbalón se produjo al final de su discurso de diez minutos en el que perdonó a las armas y su mercado de cualquier culpa y condenó (por fin) el supremacismo. Aseguró, además, que ha solicitado al FBI que investigue por crimen de odio y terrorismo interno a Patrick Crusius, de 21 años, el autor de la masacre de El Paso (Texas), que tiene un nuevo balance de 22 muertos. Este lunes fallecieron dos de los heridos.
A su vez trascendió que el detenido “no muestra arrepentimiento o remordimientos” por su acción del sábado. La anunció 19 minutos antes en internet con un texto donde justificó su cruzada contra “la invasión de hispanos”.
Hay un eco. El pasado mayo, en un mitin en Panama City (Florida), Trump aseguró que “hay una invasión, ¿qué hacer?”. Alguien en la multitud replicó gritando: “Dispararles”. La concurrencia aclamó. El presidente guardó un sonriente silencio. “El pistolero de El Paso colgó un manifiesto online consumido por el odio racial. Nuestra nación ha de condenar el racismo, el fanatismo y el supremacismo blanco. Estas ideologías siniestras han de ser derrotadas. El odio no tiene lugar en América, porque deforma las mentes, devasta el corazón y devora el alma”, dijo ayer.
Había expectativas de que ofrecería alguna propuesta para un mayor control en el comercio de las armas. Tanto Crusius como Connor Betts, de 24 y difunto pistolero de Dayton, compraron sus fusiles de asalto legalmente.
En sus tuits matinales, Trump dio la sensación de anticipar una estricta ley de revisión de antecedentes, “tal vez uniendo esta legislación con la desesperadamente necesaria reforma de la inmigración”, señaló.
Que tratara sacar ventaja de estas dos desgracias masivas para su estigmatización de los inmigrantes encolerizó a los demócratas. “La inmigración no es el problema. El nacionalismo blanco es el problema. La inacción en las regulación sobre la seguridad de las armas es el problema”, le contestó Joe Biden, exvicepresidente y posible rival de Trump en la carrera presidencial en el 2020.
En su discurso, salvo una vaga referencia a que republicanos y demócratas se unan para “abordar esta plaga”, sus palabras parecieron cerrar la puerta a medidas para esa regulación . “La enfermedad mental y el odio aprietan el gatillo, no el arma”, sentenció. Así que culpó a cualquiera menos a las pistolas. Su principal propuesta consistió en reformar las leyes sobre sanidad mental para “identificar mejor” a los perturbados y potenciales agresores. Los llamó “monstruos dementes”. Insistió en que se garantice que se les retira las armas. Al Departamento de Justicia le ha indicado que pidan la pena de muerte por los delitos de odio.
La teoría del “loco” tiene una brecha. Las enfermedades mentales no son exclusivas de Estados Unidos, pero ningún otro país sufre semejante cantidad de masacres armadas. La diferencia con el resto del mundo es que en EE.UU. hay muchas más armas.
También responsabilizó a internet de esta epidemia “porque provee de una vía peligrosa para radicalizar mentes perturbadas y cometer actos dementes”. Y requirió frenar “la glorificación de la violencia”, donde incluyó “los horribles videojuegos”, que hacen “muy fácil para los jóvenes con problemas abrazar una cultura que celebra la violencia”.
Sus soluciones suponen una victoria para los postulados de la Asociación del Rifle (NRA) y una decepción para organizaciones que reclaman un mayor control de las armas. Los demócratas coincidieron en que si el presidente fuera en serio en el tema del control de antecedentes, lo primero que debería hacer es pedir al jefe de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, que los legisladores regresen de sus vacaciones y aprueben la ley que lleva meses paralizada.
Su comparecencia evitó cualquier referencia a un tuit previo en el que achacó a los medios “la rabia y la ira edificada en el país”. Esto todavía indignó más a los demócratas. “Sus palabras tienen consecuencias”, apostilló la congresista demócrata Verónica Escolar. “Él deshumaniza a los hispanos, dice que somos personas a las que odiar”, recalcó.
La Casa Blanca envió el discurso de Trump. En el último párrafo, aunque legible, hay una palabra tachada: “Toledo”.
CULPABLES DE LAS MATANZAS Trump señala a los enfermos mentales, internet o los videojuegos
EL RESBALÓN
El presidente dio al final su bendición a Toledo (Ohio) en lugar de Dayton