La Vanguardia

Oscar Tusquets

El arquitecto y diseñador recrea a través de su mirada de pintor desde el Palazzo Barberini hasta Santa Maria del Mar o la Pedrera

- TERESA SESÉ

ARQUITECTO Y PINTOR

En el estudio de Villa Andrea de su casa de Pedralbes, Oscar Tusquets anda enfrascado en la tarea de recrear al óleo las arquitectu­ras que ama, del Palazzo Barberini en Roma al Palais-Royal de París, de Santa Maria del Mar a la Pedrera.

Dice Oscar Tusquets (Barcelona, 1941) que un artista “es alguien capaz de pasar a limpio sentimient­os colectivos”. Y él mismo, que de niño quería ser Miguel Ángel, parece haber sido tocado con esa cualidad desparrama­da en sus múltiples vidas de arquitecto, diseñador, urbanista, interioris­ta, escenógraf­o, escritor, pintor... Ha hecho de todo, y a todo le ha impreso su sello singular. Pero a medida que pasan los años –tiene 78– está cada vez más volcado en la escritura y sobre todo en la pintura, su vocación primera y la que le permite una mayor libertad. En otoño publicará uno de sus agudos ensayos sobre arte, cuyo título es precisamen­te Pasar a limpio (Acantilado), y en el estudio de Villa Andrea, su casa de Pedralbes, anda enfrascado en la tarea de recrear al óleo las arquitectu­ras que ama, del Palazzo Barberini en Roma al Palais-Royal de París o la Pedrera.

Tras su debut en el 2009 en la galería

Artur Ramon, Oscar Tusquets, el pintor, daba a conocer ampliament­e su trabajo en el 2015 con una exposición en la galería Ignacio de Lassaletta, Amor y Muerte, en la que resumía cuatro décadas a través de una galería de mujeres amadas, de los elementos próximos de su vida cotidiana que captan su atención (la ciudad de Barcelona, el jardín de su casa, el mar...), temas ligados a la muerte y a la religión. Y sólo un año más tarde volvía a este mismo espacio hoy desapareci­do con Gran Benidorm, una serie de óleos, acuarelas y collages fotográfic­os –estos últimos en colaboraci­ón con su compañera Eva Blanch– en la que ofrecía una visión amable, intenciona­damente hermosa, de la denostada localidad alicantina.

“Vino a ver la exposición un prohombre de Benidorm y me dijo ‘la quiero toda’. Fue impresiona­nte. Benidorm es un mundo. Es un millonario que tiene un rascacielo­s delante del mar y vas y lo ves ahí, sirviendo mesas en el restaurant­e de la planta baja. Ha cedido las obras al Ayuntamien­to de Benidorm durante cinco años. Y han viajado a Londres, irá a Miami...”. De ahí nació una relación de amistad y de tanto en tanto pasa estancias en su aparthotel como un veraneante más.

De nuevo frente al lienzo en blanco, Tusquets le estaba dando vueltas a posibles temas cuando alguien le dijo: “¿Por qué no pintas arquitectu­ras en lugar de esas cosas de mujeres y animales?”. “Y pensé que era buena idea. Había estado en Roma visitando el Palazzo Barberini y había sacado fotos de la escalera de Borromini y de la escalinata de Bernini... Empecé a pintarlas y vi que me lo estaba pasando muy bien”. Así nació una serie en la que, igualadas en un mismo formato y tamaño, va reuniendo las arquitectu­ras que ama: el templo de Atenea en la Acrópolis de Atenas, el PalaisRoya­l de París, el Park Crescent de John Nash en Londres, la Nau Gaudí de Mataró, Santa Maria del Mar o la Pedrera. En esta última ha incorporad­o un fragmento del Cap de Creus tomado del cuadro de Dalí La persistenc­ia de la memoria.

“Soy muy amigo de Antonio López e incluso he asistido como alumno a las clases que imparte en la Universida­d de Navarra, donde las modelos en lugar de desnudas tienen que posar en bañador. Es muy divertido. Nos pasamos todo el tiempo discutiend­o. Yo siempre le decía: ‘Oye, ¿pero de la realidad no querrías mejorar algo?’. Y él me respondía: ‘No, si me emociona es porque está como está’. Y yo le respondía: ‘Yo como arquitecto si veo una ventana mal colocada, la corrijo’. Pero aquí, la verdad, corregir a Bernini me parece algo muy complicado. En todo caso, no me obsesiona la realidad, se podría decir que son arquitectu­ras idealizada­s”.

Aún no tiene el espacio donde exponerlas, pero sí tiene claro que le gustaría reunirlas con las esculturas de escaleras nacidas para la exposición Réquiem por las escaleras ,dela que fue comisario en el CCCB. A la vuelta del verano, el Tusquets escritor publicará Pasar a limpio, ensayo en el que el autor de Amables personajes, Todo es comparable, Dios lo ve o Contra la desnudez, vuelve a volcar sus pensamient­os sobre el arte y la vida, desde una lectura personal de Las Meninas a la perspectiv­a en dos de sus pintores más queridos, Antonio López y David Hockney –“se equivocan”–, la dificultad de pintar lo imaginado que tan bien sorteó Dalí con su “obsesión de tener sueños ultrarreal­istas pero imposibles” o una lista razonada de las cosas que le enervan, de la arquitectu­ra de Zaha Hadid a Ikea o Apple, pasando por los puentes de Venecia o la comedia post mortem

“Me decían:

‘¿Por qué no pintas arquitectu­ras en lugar de esas cosas de mujeres y animales?’”

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ANA JIMÉNEZ Oscar Tusquets, fotografia­do en su estudio de Villa Andrea, rodeado de algunas de las arquitectu­ras que ama

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