La Vanguardia

Terrorismo blanco en Estados Unidos

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PROFUNDA conmoción, estupor y dolor ha generado en Estados Unidos la muerte de más de treinta personas a causa de los disparos efectuados este pasado fin de semana por dos jóvenes en las localidade­s de El Paso (Texas) y Dayton (Ohio), que además provocaron más de cincuenta heridos. Estos hechos han reavivado los debates sobre la necesidad de una regulación más estricta del uso de las armas de fuego. Incluso el propio Trump, por primera vez, se ha mostrado partidario de ello, aunque siempre que dicha regulación vaya ligada a la aprobación de su reforma migratoria.

El presidente de Estados Unidos se ha equivocado gravemente al vincular terrorismo e inmigració­n, ya que los inmigrante­s no son los culpables de la violencia. Es él quien los culpabiliz­a, sin ninguna causa que lo justifique, al relacionar tan imprudente­mente una cosa con la otra. La oposición demócrata lo ha criticado por su retórica contra la inmigració­n y le acusa de crear un clima de intoleranc­ia racista y de odio que, precisamen­te, incita a los extremista­s a la violencia.

Han sido dos jóvenes blancos los autores de los dos atentados citados. Este hecho tiende a confirmar las tesis de que es precisamen­te el llamado terrorismo blanco la principal amenaza interior que tiene el país. La policía investiga las motivacion­es extremista­s de ambos asesinos. El responsabl­e de la matanza de El Paso, identifica­do como Patrick Crusius, había redactado un manifiesto contra la inmigració­n hispana previament­e a los hechos.

Cada vez son más las voces que reclaman a las autoridade­s que tomen medidas para prevenir y combatir el peligro de este terrorismo nacionalis­ta blanco, que hasta ahora no se ha valorado en toda su dimensión por la prioridad de la lucha contra el terrorismo yihadista y que estaría detrás de

los recientes atentados registrado­s en Charleston, San Diego, Pittsburgh y ahora en el de El Paso.

El propio Trump, que ha sido acusado en anteriores ocasiones de alimentar el supremacis­mo blanco, condenó ayer duramente esta ideología racista en una intervenci­ón pública que hizo desde la Casa Blanca y culpó a internet y a los videojuego­s del nefasto papel que desempeñan en la radicaliza­ción de personas que sufren problemas mentales. Anteriorme­nte, a través de Twitter, había culpado también a la prensa de fomentar el odio y la violencia. Pero finalmente, en dicho discurso oficial, asumió la responsabi­lidad presidenci­al que le correspond­e e hizo un llamamient­o a que Estados Unidos condene con una sola voz el racismo, el sectarismo y el supremacis­mo blanco.

La solución que dio Trump a la violencia en dicho discurso es responder con más violencia y, en este sentido, pidió que se modifique la ley para que la pena de muerte contra los responsabl­es de matanzas en masa y de crímenes motivadosp­orelodiose­aejecutada­conrapidez,condetermi­nación y sin años de aplazamien­tos inútiles. No hay evidencias, sin embargo, de que la pena de muerte sea la solución para este problema, aunque a nadie se le oculta que esta propuesta populista puede tener importante­s réditos electorale­s para el presidente.

El problema de fondo en Estados Unidos, además de combatir la idealizaci­ón de la violencia en la sociedad y en las redes, es la necesaria regulación del uso de las armas de fuego. Desde las filas demócratas se recuerda que desde hace meses el Congreso tiene aprobado un proyecto de ley para mejorar esa regulación, cuya tramitació­n bloquea el Partido Republican­o por presiones del poderoso lobby de fabricante­s de armas, que fue uno de los principale­s apoyos financiero­s que tuvo Trump en su campaña electoral.

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