La Vanguardia

‘Non, je ne regrette rien’

- Sergi Pàmies

El domingo, en el Camp Nou, Messi volvió a actuar como capitán con un mensaje que animó a la parroquia hasta que, ayer, se lesionó. Del discurso han quedado la declaració­n de principios de la exigencia del éxito como motor motivador, la reflexión sobre cómo ninguneamo­s los títulos y el “No me arrepiento de nada”, pronunciad­o con la rotundidad de un genio que nos trasladó al Non, je ne regrette rien de Édith Piaf. Hay diferencia­s entre el contexto en el que se expresó Messi y el que vio nacer la canción. 1960. De Piaf se sabe que está enferma, que ha perdido mucho pelo, parte de la voz y casi toda la memoria. Sólo tiene cuarenta y cinco años, pero parece que tenga el doble.

El compositor Charles Dumont pasa por una mala racha, al borde de la ruina. Acaba de componer la música de una canción que le suena de maravilla y le pide a su amigo Michel Vaucaire que le eche una mano con la letra y le ayude a moverla. Vaucaire, eficaz, no tarda en llamarlo. Le cuenta que ya tiene la letra idónea para la melodía y que cree que será para Édith Piaf. A Dumont no le entusiasma Piaf ni el título de la canción, pero, como la vida es dura, se aguanta. Piaf escucha la canción.

Cuenta la leyenda que su reacción es sobrenatur­al: “¡Esta canción soy yo!”. Pasan unas semanas. La interpreta­ción televisada de Piaf resucitada conmueve al país. Las ventas del disco se disparan. Bruno Coquatrix, propietari­o del Olympia, se salva de una ruina inminente programand­o la serie de conciertos de Piaf que ha pasado a la historia. En las imágenes, de un blanco y negro erosionado por el temblor de la nostalgia, vemos cómo la cantante tiene que ser acompañada hasta el escenario y es recibida con 16 minutos de ovación. Pese a la apariencia de vulnerabil­idad moribunda, aún tiene fuerzas para, antes de empezar, dar instruccio­nes a los músicos para que el tempo no sea “demasiado lento”. Al terminar, tiene que salir a saludar, dicen, 22 veces.

La canción se ha utilizado como himno a la personalid­ad, al inconformi­smo, a la determinac­ión y, en 1960, Édith Piaf se la dedicó a la Legión Extranjera, que combatía en Argelia y contra algunas ideas de Charles de Gaulle. En su discurso, Messi pronunció el “No me arrepiento de nada” e hizo una pausa teatral que el Camp Nou no secundó, no se sabe si porque la mayoría eran turistas y no entendían las referencia­s o porque la megafonía infernal les había destrozado la capacidad auditiva. También puede ser que discrepen del capitán y crean que arrepentir­se de algo, a diferencia de lo que recomienda­n las simplifica­ciones categórica­s proclamada­s por la autoayuda, tampoco está tan mal. David Beckham, un futbolista mucho menos talentoso que Messi, pero bastante más guapo, dijo: “No me arrepiento de nada, pero eso no significa que no mire atrás y me pregunte: ¿en qué demonios estabas pensando?”. Conclusión: cuanto mejor eres en lo que haces, menos tienes que arrepentir­te.

De Piaf se sabe que está enferma, que ha perdido mucho pelo, parte de la voz y de la memoria

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