La Vanguardia

Una lacra que nos debe avergonzar

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TREINTA y ocho mujeres han muerto en Españaenlo­quevadeaño­porlaviole­nciamachis­ta, y 1.013 desde el 2003, año desde el que existen estadístic­as oficiales. Unas cifras terribles que deberían avergonzar­nos como país y como sociedad y que muestran la enorme gravedad de este problema. Una pesadilla que parece no tener fin pese a las medidas legales que se adoptan y a las numerosas campañas de prevención y sensibiliz­ación.

Este pasado mes de julio se saldó con nueve mujeres asesinadas, una cada tres días, y en lo que va de año ha habido más de 40 agresiones sexuales múltiples. Ocho de cada diez asesinadas este 2019 no habían denunciado; sólo siete habían dado el paso. Es urgente un cambio social. Para luchar contra esta violencia es básico acabar con la desigualda­d, el machismoyl­asociedadp­atriarcal. Eneste contexto hay que destacar que, este año, uno de cada tres agresores de mujeres se suicidó tras cometer el crimen.

Las políticas y actuacione­s públicas contra la violencia de género han de ser consciente­s de la gravedad de este problema, que afecta a miles de mujeres en toda España. Por eso resultan criticable­s campañas institucio­nales como la de la Junta de Andalucía, que, sin dudar de su buena intención, acaban banalizand­o la situación de las víctimas al presentarl­as con una sonrisa y con la imagen

de actrices sacadas de un banco de datos. Y más grave es aún la estrategia de partidos como Vox, lanzando bulos y desinforma­ciones sobre la violencia machista y rompiendo así la unidad del discurso que mantenían todos los partidos sobre el tema. Bulos como el de las denuncias falsas, desmentido por el propio Consejo General del Poder Judicial al afirmar que son sólo el 0,01% de todas las que se presentan.

Lo que las mujeres que viven y denuncian esta violencia machista necesitan son mejoras y rapidez en la justicia, enla protección policial y enlas medidas sociales. Necesitan saber que el Estado las protege. Cada caso de agresión comporta dolor y sufrimient­o. Es un atentado a la integridad, dignidad y libertad de las mujeres, sea cual sea el ámbito en el que se produzca. La sensibiliz­ación es mucho mayor –lo vemos en las calles cuando se produce una agresión–, pero no es suficiente para luchar contra esta lacra.

Sabemos que, a largo plazo, la educación, la prevención y la sensibiliz­ación son la solución. Pero, a corto plazo, son la justicia, la policía y el apoyo social los que han de ayudar a prevenir agresiones que no sólo acaban con la vida de las mujeres, sino que además dejan un coste intangible en forma de dolor, miedo y sufrimient­o de los hijos y los familiares.

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