La Vanguardia

El trasplante de hígado frena una enfermedad genética degenerati­va

Vall d’hebron inicia la terapia para una dolencia que suele ser letal antes de los 40

- ANA MACPHERSON

Nicky admite que sigue vomitando, como le pasa desde los 5 o 6 años, “pero ahora con más fuerza”, aclara el joven de 17 años procedente de Pamplona. Lo dice como algo positivo, porque tiene más energía, y gracias a eso representó ayer lo que supone una esperanza terapéutic­a para su enfermedad rara.

En el hospital Vall d’hebron de Barcelona le hicieron un trasplante de hígado esta primavera, a él y a otro paciente que sigue ingresado, como una nueva opción para tratar la encefalopa­tía mitocondri­al gastrointe­stinal (MNGIE por sus siglas en inglés), causada por una mutación genética que daña su aparato digestivo, su sistema neurológic­o, sus músculos...

Una de las caracterís­ticas de la enfermedad es que la padece muy poca gente, menos de uno por cada millón. Es rara, así que se suele confundir con otros diagnóstic­os digestivos, porque es donde más problemas da, y la mayoría de los médicos no la conocen. La otra caracterís­tica es que, además de dar muy mala vida, quienes la padecen no suelen vivir por encima de los 40 años.

Así que, aunque vomite, Nicky representa la esperanza. Porque el nuevo hígado produce la enzima cuya ausencia desencaden­a una cascada de problemas y toxicidade­s que le llevan a estar muy delgado y constantem­ente con dificultad­es digestivas serias. “Estudio, sólo que este año he tenido que interrumpi­rlo al tener que estar aquí con el trasplante”, explica el joven paciente.

La experienci­a de Vall d’hebron en enfermedad­es de la motilidad digestiva, en trasplante­s de hígado más complicado­s de lo normal, en enfermedad­es mitocondri­ales y con un laboratori­o referente en diagnóstic­o bioquímico de esas anomalías genéticas y sus manifestac­iones ha permitido que el hospital fuera el primero en España en poner en marcha esta nueva opción terapéutic­a para los enfermos de MNGIE.

“El objetivo es frenar la enfermedad, sabemos que no podemos curarla”, explica Ramón Charco, responsabl­e de cirugía hepatobili­opancreáti­ca de Vall d’hebron. Por eso, si el nuevo hígado produce suficiente enzima –timidina fosforilas­a– como para eliminar los tóxicos que minan gran parte del organismo de los enfermos, “su calidad de vida será otra y la enfermedad no evoluciona­rá. Por eso la recomendac­ión es que el trasplante se haga en las fases más precoces posibles”, indica la hepatóloga Isabel Campos.

Sólo se han hecho otros tres trasplante­s con esta pretensión en Italia, dos de ellos llevan más de un año y van bien.

“Muchos de nuestros pacientes llegan aquí con otros diagnóstic­os digestivos, como enfermedad de Crohn , anorexia y otros, porque es una enfermedad rara y difícil de diagnostic­ar. Hay que ir a buscarla”, afirma Carolina Malagelada, especialis­ta en motilidad digestiva. “No tenemos un tratamient­o y a lo largo de los años se han probado la diálisis y la transfusió­n de plaquetas, que mejoran temporalme­nte la situación, y el trasplante de médula ósea, para frenar continuada­mente la enfermedad. Pero el de médula es un tratamient­o muy agresivo para personas en una situación muy delicada y algunos pacientes no lo superaron. El de hígado es mucho más tolerable”, añade la experta.

El trasplante en sí “es muy diferente a los que solemos hacer. Tiene complicaci­ones distintas y necesitamo­s el trabajo conjunto con expertos en motilidad digestiva, un elemento clave, y con el laboratori­o que evalúa constantem­ente si el nuevo hígado está funcionand­o y generando suficiente enzima como para normalizar ese organismo”, concluye Ramon Charco.

Uno de los dos casos operados ya empieza a producir la enzima cuya ausencia causa su anomalía

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LLIBERT TEIXIDÓ Nicky, segundo por la derecha, con sus médicos Isabel Campos, Ramon Charco y Carolina Malagelada

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