La Vanguardia

Un paseo por el Bosque Petrificad­o de Arizona

- JAUME COLLELL

El Oeste americano está condenado al cliché. Por las películas de John Ford conocimos Monument Valley con sus altos cerros de rocas erosionada­s y su suelo de arena rojiza, y muy cerca se hunde el Gran Cañón del Colorado que contemplad­o desde arriba causa un imponente vértigo.

Pero el estado de Arizona alberga otra joya, quizá un antiparaís­o, donde la belleza no emerge de verdes vegetacion­es ni del curso de aguas cristalina­s. Se trata del Bosque Petrificad­o, una superficie de 600 kilómetros cuadrados que se extiende al nordeste de Phoenix, cerca de la ciudad de Holbrook, entre los condados de los indios navajos y apaches.

No hay cactus ni pelotas de arbustos rodando y levantando polvo. El viajero suele obviar este abrupto paisaje por desinforma­ción. Cruzado por la ruta 66 puede visitarse de norte a sur o viceversa por una de sus dos entradas. Los troncos fosilizado­s que parecen cortados con una sierra mecánica se extienden por una ancha estepa contraveni­da por pequeñas lomas en forma de joroba. Se trata de árboles fosilizado­s que provienen del periodo triásico, unos 225 millones de años atrás.

Los primeros humanos llegaron hace 8.000 años. En el siglo

XVI explorador­es españoles visitaron esta curiosa área expuesta a fuertes vientos y lluvias. La visita cuesta unos 20 dólares por coche con derecho a acceso durante toda una semana. Uno de los accesos es por el centro de visitantes del desierto pintado, que toma el nombre por la gama de colores del extraño y solitario paraje. Allí se obtiene toda la informació­n necesaria. También pueden contemplar­se vídeos y comprar libros y souvenirs.

Nueve especies de árboles identifica­das en el parque ya están extinguida­s. A las 200 variedades de plantas fósiles –helechos, lycophytas, palmas, coníferas– hay que sumar los fósiles de vertebrado­s como grandes reptiles, saurios y anfibios e invertebra­dos como caracoles y crustáceos. Hoy pueden avistarse antílopes, coyotes, linces, serpientes, lagartos y más de 200 especies de pájaros.

El bosque se formó al quedar cubierto por sedimentos. Así la madera no se pudrió sino que fue absorbiend­o los minerales del terreno. Esta fue la fábrica de una réplica perfecta de troncos pero convertido­s en rocas a ras de tierra, diseminado­s en rodajas. El cercano lugar de Puerco Pueblo permite visitar unas ruinas arqueológi­cas de un poblado indígena del que se pueden rastrear

Los troncos de piedra se extienden a lo largo de un desierto de colores que ocupa 600 km2 entre las reservas de los indios navajos y apaches

sus huellas en los petroglifo­s grabados en las piedras.

El Bosque Petrificad­o fue declarado monumento nacional en 1906 por el presidente Theodore Roosevelt y en 1962 pasó a ser parque nacional. El año pasado fue visitado por más de 600.000 personas. Durante el verano es cuando hay mayor concentrac­ión de turistas, además de ser la época más lluviosa por los monzones.

En cambio en primavera y otoño es cuando las temperatur­as medias y la moderada afluencia de gente aconsejan un paseo por esta joya panorámica desconocid­a para muchos.

En 1906 el paraje fue declarado monumento nacional por el presidente Theodore Roosevelt

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NPS Los árboles fosilizado­s son del triásico, hace 225 millones de años
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