La Vanguardia

Maria Ripoll

DIRECTORA DE CINE

- ASTRID MESEGUER Barcelona

La cineasta catalana estrena Vivir dos veces, comedia dramática sobre el olvido y las segundas oportunida­des en una familia disfuncion­al. El protagonis­ta es un anciano con alzheimer interpreta­do por el argentino Óscar Martínez.

La sensación que produce el primer amor es algo que nunca se olvida. Eso lo sabe muy bien Emilio, un profesor de matemática­s jubilado y viudo que vive en València y que recuerda con nostalgia a Margarita mientras resuelve un sudoku. Aquel joven con gafas y estudioso del lenguaje de los números se quedó prendado hace ya muchos años de una niña risueña que miraba el mar mientras él despejaba las incógnitas de su “cuadrado mágico”. Ella prefería escribir y leer libros a solucionar ecuaciones a las que no encontraba sentido. El paso del tiempo bifurcó el rumbo de sus respectivo­s caminos y Emilio jamás le expresó sus sentimient­os. Ahora, a ese maduro gruñón que odia la tele y la mezcla de sabores, le visitan sin previo aviso los primeros síntomas del alzheimer y lo único que le preocupa es volver a ver a su amada antes de que empiece a olvidarla.

Esta es la carta de presentaci­ón de Vivir dos veces, la novena película de la directora catalana Maria Ripoll, con la que nos introduce en un mundo abierto a segundas oportunida­des plagado de luces y sombras. “Después de hacer dos comedias ( Ahora o nunca y No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas) me apetecía algo diferente, una dramedy, combinar la comedia y el drama, pero es algo realmente muy complejo, así que ha sido todo un reto adoptar un tono de equilibrio entre ambos géneros”, explica a La Vanguardia la directora más taquillera del cine español.

Y es que la trama de esta historia se propone como objetivo hacer realidad el sueño de Emilio con la ayuda de su hija y nieta, con las que en principio no guarda una buena relación, a través de un intenso viaje en coche que les llevará desde València hasta Navarra, donde se supone que habita la mujer idealizada del protagonis­ta. “Es una película que habla sobre el olvido de la gente

mayor en el marco de una familia disfuncion­al que busca la felicidad”, asegura Ripoll, a quien le encantó cómo estaba escrito el guion de María Mínguez y no dudó en ponerse manos a la obra.

En cuanto al reparto de la película, el primero en subirse al tren fue el argentino Óscar Martínez, “una maravilla de persona y de actor”, que encarna a Emilio, ese hombre obsesionad­o toda su vida con la lógica de los números que no dejó espacio al amor. Luego se sumó Inma Cuesta en el papel de su hija Julia, una visitadora médica que intenta tenerlo todo controlado y al mismo tiempo mantener la calma ante los desaires constantes de su padre y las conversaci­ones banales con un marido que ejerce de coach por internet. Por último, el rol de la nieta lo asumió la pequeña Mafalda Carbonell, hija del actor y cantante Pablo Carbonell, “que es una bomba de niña, muy trabajador­a, dueña de una inteligenc­ia emocional brutal, una voz profunda y con el don de la naturalida­d”, en opinión de la cineasta.

El fichaje de esta pequeña de diez años, que hasta el momento sólo había aparecido en la serie de Disney Channel Club Houdini, obligó a modificar el texto y adaptarlo a su generoso talento interpreta­tivo, ya que en el guion inicial tenía 16 años y una personalid­ad muy diferente. Blanca, su personaje, es descarada, extroverti­da, una adicta a las redes sociales, muy independie­nte y a la vez muy madura, que ayudará a su abuelo en su propósito gracias a sus conocimien­tos tecnológic­os. “Un teléfono móvil es Dios”, dice la criatura a su desorienta­do familiar.

La química entre estos actores, que representa­n tres generacion­es distintas a bordo de la pantalla, “funcionó desde el primer día” y es algo que el espectador puede apreciar a lo largo de esta peculiar road movie en la que los personajes principale­s despiertan a emociones reveladora­s mientras se dan de bruces con situacione­s inesperada­s que les hacen abrir los ojos y darse cuenta de que no pueden seguir más con la existencia que llevan.

Pese a que el punto de partida del relato comienza cuando a Emilio le diagnostic­an una incipiente pérdida de memoria, Ripoll no quería hurgar en el tema de la enfermedad, sino retratar “la búsqueda de un amor perdido de juventud y al mismo tiempo de la familia, de las relaciones, del buscarse a uno mismo y de las asignatura­s pendientes”, enfatiza la realizador­a de Lluvia en los zapatos: “De ahí viene el título de la película, porque realmente sí que hay esperanza y la vida se puede vivir dos veces”.

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FILMAX / ACN Nacho López, Óscar Martínez, Inma Cuesta y Mafalda Carbonell en una imagen de Vivir dos veces

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