La Vanguardia

Recep Tayyip Erdogan

PRESIDENTE DE TURQUÍA

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

El mandatario turco ha amenazado a la UE con abrir el flujo de migrantes sirios si Bruselas no le ayuda a crear una “zona de seguridad” en la frontera siria –una zona con mucha población kurda– para reasentar a refugiados árabes y suníes.

Erdogan arrojó ayer su verdadera bomba atómica, tras su ensayo nuclear del miércoles. Ciertament­e, el presidente turco estremeció anteayer a algunos, al quejarse de las trabas que impiden a su país dotarse de ojivas nucleares. Pero ayer encendió alarmas mucho más concretas, con su amenaza de “abrir las compuertas” de Europa a los refugiados sirios. “No vamos a cargar solos con este peso”, advirtió.

Recep Tayyip Erdogan quiere matar dos pájaros de un tiro al exigir ayuda occidental para retornar “a un millón de sirios” a lo que denomina “franja de seguridad” en la frontera siria, de la que sólo ahora empiezan a retirarse los milicianos kurdos apoyados por EE.UU. y Francia.

De Europa desea más dinero –o que acoja más sirios– mientras que de EE.UU. espera mejores condicione­s sobre el terreno, puesto que Trump ha dejado claro que no quiere refugiados sirios (sólo aceptó 72 el año pasado). En Turquía suman tres millones y medio.

El mandatario turco aprovecha los que tal vez sean sus últimos cartuchos en Idlib, donde las milicias suníes tuteladas o toleradas por Turquía están en una posición cada vez más delicada ante el avance del ejército sirio con apoyo aéreo ruso. Una presa de tres millones a punto de estallar.

Dos pájaros de un tiro porque la franja donde los militares turcos querrían a los refugiados árabes suníes –dicen que ya han reubicado a 300.000– es en gran medida zona de población kurda o bajo control de la filial siria del Partido de los Trabajador­es del Kurdistán (PKK).

La receta no es nueva. El cantón de Afrin, que era abrumadora­mente kurdo, fue tomado por el ejército turco, mano a mano con sus milicias barbudas a principios del año pasado. En pocas semanas, las casas céntricas vacías habían sido ocupadas por milicianos suníes, derrotados en otras partes de Siria, con sus familias.

Erdogan se mueve también bajo la presión de su propio electorado, que durante siete años ha demostrado una admirable comprensió­n y solidarida­d hacia los sirios que huían de la guerra. Con la crisis, la oposición laicista y nacionalis­ta está pescando en esas aguas y ayer mismo el líder del CHP, Kemal Kiliçdarog­lu, vaticinaba “millones de refugiados más”, aunque llamaba a criticar “al que los había traído” y a “sus políticas fallidas”. Kiliçdarog­lu apela a la “paz, para que vuelvan”.

El ejército turco espera de EE.UU. que haga más concesione­s acerca del control de dicha “zona de seguridad” y en lo que respecta a su extensión y anchura. A la UE, Ankara le pide que pague antes y que pague más, consciente de cómo este tema está agitando el panorama político.

Erdogan se agarra a su posición de fuerza en este terreno, mientras patina en otros. La economía y la política turcas no habían sido tan resbaladiz­as desde principios de siglo. Proponerse como capataz en el norte de Siria, mientras pierde pie en Idlib, es audaz. Sobre todo teniendo en cuenta que hace un año y medio Washington también hablaba de crear allí una zona de seguridad, pero patrullada por guerriller­os kurdos.

Por fin, el Alto Comisionad­o de la ONU para los refugiados, Filippo Grandi, pedía ayer en Ankara “solidarida­d con Turquía”.

Ankara pide dinero a la UE y apoyo a EE.UU. para reubicar a un millón de sirios en una franja de seguridad

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AP El presidente turco, ayer en un mitin en Sivas

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