“Antes muerto que rogar a la UE”
Johnson asegura que no será él quien pida otra prórroga a Bruselas
Las relaciones entre hermanos pueden ser maravillosas, o una pesadilla. Liam y Noel Gallagher, del grupo Oasis, dicen pestes el uno del otro. El príncipe Juan le arrebató el trono a Ricardo Corazón de León cuando fue apresado por el rey Leopoldo de Hungría durante las cruzadas. Y Olivia de Havilland y Joan Fontaine no se podían ver, y menos aún desde que compitieron la una con la otra por el Oscar de 1941 (que gano la segunda por Sospecha, de Alfred Hitchcock).
No es el caso de Boris y Jo Johnson, que siempre se han querido y respetado, pero a quienes el Brexit ha acabado por dividir, como a tantas familias británicas. El primer ministro sufrió ayer un golpe durísimo, porque no podía ni sospechar que su hermano iba a dimitir como secretario de Estado para Universidades y Ciencia sólo 24 horas después de uno de los días más duros de su vida y de su carrera política, en el que los Comunes aprobaron una ley para neutralizar la salida de la UE sin acuerdo, y acto seguido rechazaron su oferta de elecciones.
Boris necesitaba un poco de amor fraterno, pero Jo saltó a la palestra para decir que se iba en vista de las “diferencias irreconciliables entre la lealtad a la familia y el interés nacional”, sugiriendo que su hermano –que ataca Europa como un toro una muleta– no está haciendo lo que es mejor para el país en este momento histórico. El anuncio provocó un terremoto en el Partido Conservador, donde todavía escuecen, y mucho, las expulsiones de los 21 rebeldes que votaron contra el Gobierno martes y miércoles, y a quienes Johnson se niega a readmitir.
El primer ministro ya estaba tocado por un rifirrafe en los Comunes del que salió perdedor, y la dimisión de su hermano le dejó grogui. Todo le salió mal en un discurso en una academia de policía de Yorkshire, originalmente contemplado como el lanzamiento de la campaña electoral para presentarse como un hombre de ley y orden, y anunciar que va a poner más agentes en las calles. Tenía obviamente la cabeza en otro sitio, titubeaba y perdía el hilo. Las reacciones de los comentaristas políticos en las redes sociales fueron crueles. “Más Borís Yeltsin que Boris Johnson”, escribió uno. “Menos mal que los polis están acostumbrados a situaciones traumáticas”, dijo otro. “Hasta un cadete de primera fila se sintió mal y casi se desmaya”, resumió un tercero.
Pero aunque sea con palabras a veces entrecortadas, Boris consiguió proclamar que no irá bajo ninguna circunstancia al Consejo Europeo del 17 de octubre a pedir una nueva prórroga, diga lo que diga la ley aprobada anteayer por los Comunes, y que hoy superará los Lores a pesar de la presentación de más de un centenar de enmiendas por los tories. “Antes prefiero estar muerto en una zanja”, afirmó, tras anunciar que el lunes volverá a presentar una moción para la celebración de elecciones anticipadas. Curiosamente, eliminó de su discurso los insultos al líder de la oposición, Jeremy Corbyn, llamándolo cobarde, tal vez para conseguir así su colaboración (necesita una mayoría de dos tercios de la Cámara, o sea, los votos del Labour).
Los laboristas están divididos sobre las elecciones, igual que sobre el Brexit. Corbyn cree que puede tratarse de su mejor oportunidad para convertirse en primer ministro, lleva años pidiendo comicios, y encuentra incoherente rechazar el de
DURO GOLPE Jo Johnson, hermano del premier, dimite por “diferencias sobre el Brexit irreconciliables”
NUEVO INTENTO El primer ministro pedirá otra vez el lunes que haya elecciones el próximo 15 de octubre
safío. Pero como teme una jugarreta de Boris (cambiar la fecha del 15 de octubre a noviembre, y conseguir así la salida sin acuerdo de la UE), pone como condición que la ley obligando a pedir una nueva prórroga esté firmada, tenga el consentimiento de la reina y no se pueda revocar bajo ninguna circunstancia. Johnson ha dicho que vale.
Pero la cosa no acaba ahí. De hecho no hace más que empezar. Porque tanto el número dos del partido y responsable de Economía, John Mcdonnell, como el portavoz laborista para el Brexit, Keir Starmer, han indicado que sería mucho mejor esperar, dejar que Johnson sufra en el purgatorio en el que se ha metido (por no decir el infierno), se vea obligado a incumplir su promesa solemne de sacar al país de la UE “como sea”, y en la incomodísima situación de pedir una nueva prórroga. Nigel Farage le echaría la caballería, y tendría que acudir más adelante en el otoño a unos comicios en los que el voto leave se dividiría entre los conservadores y el Partido del Brexit, un escenario ideal para el Labour. ¿Qué necesidad hay de sacarlo del hoyo, y darle la oportunidad de ganar los comicios el 15 de octubre, acudir triunfador a Bruselas, tal vez obtener concesiones y convertirse en un héroe, cuando ahora está hundido? Decenas de diputados comparten este análisis, y han advertido que antes se rebelarán siguiendo el ejemplo de sus colegas tories que votar el lunes a favor de ir a las urnas.
La situación en que se encuentra el premier es tan peliaguda que ayer Downing Street tuvo que desmentir rumores de que pensaba presentar la dimisión a la reina en el castillo de Balmoral, en la reunión prevista para la semana que viene. Insiste en que no va a acudir ni loco a Bruselas para solicitar una prórroga (a lo que le obliga la nueva legislación a falta de un acuerdo de Retirada), pero es un misterio cómo piensa conseguirlo. Su maquiavélico estratega, Dominic Cummings, tal vez el hombre más odiado del país en este momento, le ha sugerido incluso que presente una moción de censura contra sí mismo, para obligar a Corbyn a tomar el relevo, y que en todo caso sea él quien haga el viaje a Bélgica para demandar otro retraso del Brexit (el líder laborista preferiría evitarlo, porque alrededor de una tercera parte de sus votantes quieren salir). De aquí al lunes todo el mundo le va a dar vueltas al coco, a consultar con la almohada, las encuestas y la conciencia.
Boris dijo que su hermano Jo es un gran tipo, y que sólo se pelean por el Brexit. Su relación no es como la de Fontaine y De Havilland, más bien como la de los entrenadores de fútbol americano Joe y Jim Harbaugh que se enfrentaron en la Super Bowl del 2013, la de los jugadores de la NBA Stephen y Seth Curry, o la Joe y Dom Dimaggio. El primero antepuso su ambición como Boris, abandonó los Medias Rojas de Boston (béisbol) para triunfar con los Yanquis de Nueva York y casarse con Marilyn Monroe. El segundo siguió fiel a su equipo, como Jo Johnson lo es a Europa.