La Vanguardia

Una guerra animal

- Francesc-marc Álvaro

La liberación de conejos en una granja de Gurb es un episodio que, además de impactar al personal, nos muestra la naturaleza de algunas guerras culturales con las que tendremos que acostumbra­rnos a convivir. La reflexión filosófica sobre nuestra relación con los animales es de gran interés y nos interpela más de lo que querríamos, aunque tendemos a ponerla en la pila de asuntos pendientes, porque nuestra atención es limitada y son muchos los fenómenos del presente sobre los que se nos pide tener posición. Guste o no, pensar el papel de los humanos ante el resto de especies es ser fieles a la tradición ilustrada y una manera de actualizar­la y ampliarla. Pero la acción de los jóvenes amigos de los conejos banaliza y caricaturi­za sin querer un asunto que ni es tan trivial como dicen algunos ni tan esencial como dicen otros.

Algunos animalista­s parecen dispuestos a desacredit­ar la causa que los mueve. Se podría decir esto también de otros movimiento­s, pero el carácter especial del animalismo quizá se presta a ello con demasiada facilidad. Hay un sesgo autoparódi­co y grotesco que desfigura todo lo que se representa y sirve en bandeja la crítica, a menudo también la sátira. Pasa a menudo en varias guerras culturales que sus actores se mueven entre el registro serio y el humorístic­o, en una zona ambigua que sugiere disrupcion­es de baja intensidad que oscilan entre la provocació­n infantil, el kitsch y la solemnidad vacía. Los viejos militantes situacioni­stas aplaudiría­n de lo lindo.

El amigo Francesc Canosa ha sacado punta a la cosa: “¿Deberemos organizar un Frente de Liberación del Conejo (FLC) para liberarlos? ¿Está llegando el momento, la hora, de crear Frentes de Liberación de Animales?

Algunos animalista­s parecen dispuestos a desacredit­ar la causa que los mueve

(FLA). Con centenares de sectoriale­s: Frente de Liberación del Periquito; Frente de Liberación de la Marmota; Frente de Liberación de la Víbora; Frente de Liberación de la Foca de Secano; Frente de Liberación de la Rata Raquítica Reumática; Frente de Liberación del Búho que nunca sale del zulo; Frente de Liberación de la Codorniz que tiene pánico a Volar...”. El episodio es tragicómic­o. El pobre campesino enfrentado a los adolescent­es animalista­s es una golosina mediática irresistib­le. Pero la risa no nos ahorrará hacer lo que decíamos: repensar qué hacemos y cómo lo hacemos con las otras especies, para mantener nuestras formas de vida, alimentaci­ón y consumo.

Rehuir el fundamenta­lismo, venga de donde venga. He ahí también la tradición ilustrada. Los animalista­s fundamenta­listas nos hacen reír porque pierden la perspectiv­a y desvarían, pero hay que admitir que una parte de las críticas que formulan merece atención. Esto lo digo a la vez que me zampo un filete sin mala conciencia, justamente porque asumo la reforma constante pero no tengo ningún interés en construir un mundo feliz.

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