La Vanguardia

Vacío en el Raval

- Silvia Angulo

Cuatrocien­tos pisos vacíos, desocupado­s y sin inquilinos. Sin uso y quién sabe con qué beneficio. Hay números que duelen y que son difíciles de entender, sobre todo porque estas viviendas no forman parte de una de esas urbanizaci­ones perdidas en la montaña que se quedaron a medio hacer durante la crisis inmobiliar­ia y aún cuesta darles salida en el mercado. Estas residencia­s están todas en el barrio del Raval y funcionan desde hace ya demasiado tiempo como refugio de narcotrafi­cantes. Lo explicaba el pasado domingo Luis Benvenuty en estas misma páginas. A los camellos les sobran guaridas en las que vender droga y cuando se les cierra una puerta por la presión policial o vecinal siempre hay otra muy cerca para poder abrir. Así es muy difícil acabar con este fenómeno.

Las cifras son más sangrantes por el momento que atraviesa la ciudad. La seguridad y el acceso a la vivienda son los dos principale­s problemas de los barcelones­es, según el último barómetro municipal, y el Raval es el barrio en el que se produce la tormenta perfecta. Los pisos desocupado­s son una necesidad para los vecinos que se ven expulsados por los precios del alquiler y a la vez una losa por las ocupacione­s, pese a los esfuerzos del Ayuntamien­to para identifica­r a los propietari­os. La idea es que los dueños, si no quieren alquilar, ceder o vender, se cuiden de su propiedad y eviten las usurpacion­es que degradan la convi

En el barrio se da la tormenta perfecta al conjugarse allí los problemas de seguridad y de acceso a la vivienda

vencia de las comunidade­s de vecinos y también del barrio. Ahora se ha conseguido tapiar la mitad de las viviendas para evitar intrusione­s, pero hace un año el número de viviendas sin inquilino llegaba casi al millar, por lo que sería injusto decir que no se ha hecho nada desde que los vecinos de la calle de En Roig empezaron con sus cacerolada­s nocturnas en el verano del 2017 para denunciar la existencia de los narcopisos.

Es triste que el parque residencia­l del barrio esté vacío, aunque sea una ínfima parte, pero lo que ya es lamentable es permitir que este se utilice para la venta de droga y que algunos propietari­os no hagan nada para evitarlo. El Raval es uno de los barrios más sensibles de la ciudad, el que debería estar más mimado y cuidado por las políticas sociales, de seguridad y económicas. Y esto no siempre es así. Parte de estas residencia­s son propiedad de sociedades y entidades bancarias que esperan hacer negocio en un futuro, pero de continuar así pocas ganancias acabarán obteniendo si siguen contribuye­ndo con su dejadez al abandono de la zona. Al margen de la presión policial que pueda hacerse en el barrio con la implicació­n de Mossos y Guardia Urbana también es urgente movilizar estas residencia­s y ponerlas en el mercado de alquiler o venta. Hay posibilida­des para obligar a hacerlo y la administra­ción debe utilizar todas las herramient­as a su alcance porque sólo hay una manera para acabar con los narcopisos: que los pisos que ahora están vacíos cumplan con su función social y pasa por que cada una de las viviendas que ahora no tienen inquilino esté ocupada legalmente por algún vecino.

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