La Vanguardia

¿Japonizaci­ón?

- Josep Oliver Alonso

Otra vez la banca central: Trump presiona para rebajar tipos de interés, mientras en Europa soplan vientos de más distensión monetaria. Para países endeudados como el nuestro, niveles tan reducidos del precio del dinero han sido una bendición. Pero convendrán que inquieta que, en Alemania, el rendimient­o de su deuda pública esté por debajo del 0% en todos sus plazos (incluso a 30 años) y que en España, y para la deuda hasta 5 años el Tesoro cobre por venderla. ¡Por fin, duros a cuatro pesetas!

¿Debemos preocuparn­os? Sí, y por dos razones: porque refleja la parcial inoperanci­a de las excepciona­les medidas adoptadas por la banca central y porque, con tipos nulos o negativos y abultadas adquisicio­nes de deuda, poco más puede hacer el Banco Central Europeo. Christine Lagarde, curándose en salud, ha avanzado que la capacidad del BCE es limitada y que la política fiscal debería entrar al trapo, nada fácil por la deuda acumulada y la posición alemana.

Ciertament­e, la situación es compleja. Con elementos recesivos desde la oferta (guerra comercial, reversión de la globalizac­ión, impacto de la tecnología), pero también desde la demanda (bajos salarios y desigualda­d rampante, envejecimi­ento y retirada parcial de las redes de seguridad públicas, en particular, en pensiones). Con los instrument­os usuales parcialmen­te agotados.

Tipos de interés negativos, bancos centrales exhaustos, difícil política fis

Tipos negativos, bancos centrales exhaustos, difícil política fiscal: un ‘déjà-vu’ del Japón de los últimos 20 años

cal… Un déjà- vu del Japón de las dos últimas décadas, ejemplo canónico de las consecuenc­ias de una crisis de deuda en el nuevo contexto de la globalizac­ión, cambio técnico y envejecimi­ento. Tras el boom de los ochenta, entró en el túnel de la deflación, del endeudamie­nto público masivo (más del 250% del PIB) y de adquisicio­nes de activos impensable­s por parte de su banco central (un 50% de su PIB). Un túnel del que todavía, y han pasado cerca de 30 años, no ha salido.

Los problemas que nos atenazan tienen simple diagnóstic­o pero difícil resolución. Simple, porque sólo hay que redistribu­ir ingreso, de forma permanente, para sostener el consumo y la inversión. Pero de solución difícil, porque implican pérdida de poder, económico y político, para las élites que hoy dirigen.

En el largo plazo, no hay más solución que una nueva redistribu­ción del ingreso, guste o no a los economista­s liberales. Pero en el ínterin y mientras esa no llega, si es que lo hace alguna vez, las tensiones se acumulan bajo nuestros pies. Y como Barry Eichengree­n muestra en su Golden Fetters. The Gold Standard and the Great Depression 1919-1939 (1995), cuando no hay acuerdo social y se exacerba el conflicto acerca de quién paga qué, la economía tiende al abismo, y la sociedad, a la polarizaci­ón. En los años veinte, el de la inflación y la inestabili­dad cambiaria; hoy, el de la deflación y el estancamie­nto. Y en ambos períodos, auge populista.

¿Japonizaci­ón económica? Sí. ¿Populismos rampantes? También. ¿Inevitable­s? No. ¿Solucionab­les hoy? Tampoco lo parece. Lo lamento, pero es lo que hay.

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