La Vanguardia

A JOHNSON SE LE RESISTE EL BREXIT

Los Lores aprueban también la ley que hace ilegal una salida de la UE sin acuerdo

- RAFAEL RAMOS

El primer ministro británico, Boris Johnson –en la imagen, intentando dominar un toro en su visita a una granja de Darnford, en Escocia–, sufrió ayer un nuevo contratiem­po, no por esperado menos doloroso, en sus planes para intentar ejecutar el Brexit el 31 de octubre: la Cámara de los Lores aprobó definitiva­mente la ley que le obligará a pedir una prórroga si antes no hay un acuerdo con la UE.

En la llamada paradoja de Abilene, creada por el experto norteameri­cano en gestión de empresas Jerry B. Harvey, una familia de Coleman (Texas) mata la tarde, sin nada mejor que hacer, jugando al dominó. En un momento dado, el marido, creyendo que los demás están aburridos pero pensando en el fondo que dirán que no, propone ir a cenar a Abilene, que está a 70 kilómetros de distancia. La esposa, para no parecer una aguafiesta­s, dice que a ella le da igual. Y la suegra, sin gran entusiasmo, señala que hace muchos años que no va allí. Total, que se meten en el coche, viajan durante más de una hora de ida (y otra de vuelta) en medio de un calor insoportab­le, tienen una cena poco memorable, y regresan por la noche a casa, preguntánd­ose por qué se les ocurrió semejante idea.

La paradoja del Brexit es algo parecido. El país pasaba el tiempo tan tranquilo cuando David Cameron propuso un referéndum sobre la salida de Europa para intentar neutraliza­r a los euroescépt­icos de Nigel Farage, que estaban robando cada vez más votos a los conservado­res, y para su sorpresa se encontró con que la mayoría –por lo que sea– dijo que sí. Theresa May, para no llevar la contraria, siguió adelante con el juego. Y Boris Johnson lo vio como la única manera de llegar a Downing Street, donde no había estado nunca. Y ahora, más de tres años después, la aventura amenaza con ser un desastre y los británicos se preguntan por qué, de una manera tan tonta, se han metido en semejante berenjenal.

La cena se le va a atragantar a más de uno. La Cámara de los Lores aprobó ayer la ley que obliga al Gobierno a solicitar una nueva prórroga si para el día 19 de octubre, dos días después del Consejo Europeo, si el Parlamento no ha aprobado un acuerdo, o la salida sin acuerdo (escenarios ambos bastante improbable­s, porque no hay negociacio­nes serias en curso con Bruselas, y los Comunes han dejado claro que se oponen al no deal).

Boris Johnson está acorralado, porque no ha seguido el consejo de otro Johnson, el ex presidente norteameri­cano que sucedió a Kennedy, que decía que lo primero que ha de hacer un político que quiera tener éxito es saber contar. El primer ministro no quiso contar que carecía de mayoría para implementa­r el Brexit por las bravas al que se declara todavía dispuesto, y que la oposición y los rebeldes europeísta­s tories sumaban un número suficiente para frenar sus propósitos. Además, daba por hecho que el líder laborista Jeremy Corbyn, en el peor de los casos, aceptaría el desafío de unas elecciones anticipada­s el 15 de octubre, en las que él se presentarí­a como el “defensor del pueblo” frente al intransige­nte Parlamento y la detestada Unión Europea.

Pero se ha llevado una sorpresa, porque Corbyn sí ha sabido contar, ha visto que las encuestas daban a los conservado­res hasta diez puntos de ventaja, y existía el peligro de que Boris obtuviera una mayoría absoluta y sacara al país de la UE sin ningún tipo de acuerdo, para meterlo en la órbita de Estados Unidos y convertirl­o en un Singapur de bajos impuestos y regulacion­es, el sueño de sus amigos multimillo­narios. A riesgo de ser calificado­s de cobardes, laboristas, nacionalis­tas escoceses y galeses, independie­ntes, liberales demócratas, Verdes y los rebeldes tories se han puesto de acuerdo para rechazar de nuevo el lunes, como ya hicieron el jueves, la convocator­ia de elecciones anticipada­s. Las quieren, pero sólo después de que Londres haya negociado la nueva prórroga (si es que Bruselas la concede).

Un sondeo de ICM para el Financial Times indicó ayer que si las elecciones son el 15 de octubre, Johnson ganaría por diez puntos (tal vez insuficien­te para una mayoría absoluta, pero no se sabe). Mientras que si son a partir de noviembre, el Labour y los tories gozarían del mismo apoyo, porque los euroescépt­icos más radicales, furiosos porque Boris no ha cumplido la promesa de marcharse como sea, votan a Nigel Farage. El Labour ha sumado dos y dos, y ha decidido que mejor esperar. Y los nacionalis­tas escoceses, a pesar de que ahora ganarían un buen puñado de escaños, han dado prioridad al hecho de que sus seguidores no quieren la salida de Europa.

Johnson (el inglés) insiste en que no va a ir a Bruselas a pedir la prórroga. Las opciones que le quedan son a cual más estrambóti­ca: presentar una moción de censura contra sí mismo para forzar elecciones –aunque no serían el 15 de octubre– , aceptar la inevitabil­idad de un segundo referéndum, recalentar el acuerdo de Theresa May y volver a presentarl­o a los Comunes, o dimitir y que sea otro (Corbyn, el líder de un gobierno de transición o el speaker de los Comunes, John Bercow) sea quien negocie con la UE.

Ayer, el Alto Tribunal de Inglaterra y Gales desestimó la demanda de que la suspensión del Parlamento es anticonsti­tucional. Demasiado tarde. En fútbol es lo que se llama un gol de consolació­n . O ni eso.

Los tribunales estiman que la suspensión del Parlamento no es anticonsti­tucional, pero decidirá el Supremo

Un sondeo dice que los ‘tories’ ganarían las elecciones el 15 de octubre, pero no si se celebran en noviembre

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POOL / REUTERS
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WPA POOL / GETTY ¿Sin rumbo? Un granjero escocés muestra al primer ministro Boris Johnson su explotació­n cerca de Aberdeen en el curso de una gira por Escocia que tiene aires de camapaña

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