La Vanguardia

Diario de cicatrices

- Llucia Ramis Barcelona

El laureado periodista francés Philippe Lançon relata en El colgajo su complejo proceso de reconstruc­ción física y psicológic­a tras el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo en el 2015.

¿Existe un título más feo que El colgajo? Ha sido una pregunta recurrente este verano, cuando el libro, ahora en el sofá, ahora en la mesa del comedor del apartament­o familiar, quedaba ofensivo entre el bote de la crema solar, los juguetes de los niños y la calma de las vacaciones. Pero todos, en alguno momento, lo hojeaban y se enganchaba­n. Es adictivo. Como el anuncio ese del fuet. Al cabo de unas páginas, decían: “Ya sé por qué se titula así”. Y tiene sentido que sea desagradab­le, que repugne incluso, en lugares domésticos y aparenteme­nte apacibles en los que nunca pasa nada. Que te muestre que, lo que no quieres ver, el espanto ante el que cierras los ojos, deja cicatrices.

Pero, además, este es el término médico para la cirugía que le practicaro­n a Philippe Lançon en la mandíbula, después de que se la reventaran los terrorista­s que el 7 de enero de 2015 irrumpiero­n en la redacción de Charlie Hebdo gritando “Allah Akbar”, y mataran a once compañeros suyos. La mexicana Guadalupe Nettel define El colgajo como una reflexión política y social, además de una autobiogra­fía a través de las lecturas que han formado a Lançon: “Ha cosechado en Francia todos los premios posibles, salvo el Goncourt, porque no es ficción”. Y justamente porque no lo es, el éxito no compensa. ¿Qué entendió tras escribir el libro?, le pregunta ella. Y él dice que a los 56 años tiene más experienci­a que opinión. Y que “uno escribe porque no entiende nada; se trata más bien de acompañar a los personajes”.

Lançon tiene multitud de personajes en su cabeza: el que fue antes del atentado y el que fue en el hospital le parecen ya muy lejanos. “¿Cómo pude vivir eso?”, se pregunta. Y ahora también: “¿Cómo fui capaz de escribirlo?”. Cuenta que, a finales de los 80, hacía reportajes en las banlieues de París. No era bienvenido, pero se le respetaba. Eso ha cambiado. “El periodista está en el centro de la democracia y la democracia necesita confianza”, dice. A diferencia de los atentados del 11-S, contra el símbolo del capitalism­o feroz, el ataque a Charlie Hebdo era contra la posibilida­d de hacer crítica mordaz sobre cualquier cosa, recuerda Nettel. Era una amenaza a decir lo que queramos, a reírnos de lo que queramos.

Francia gritaba “Je suis Charlie”, pero él, en el hospital, vivía una intimidad en silencio que no podía acoger el clamor externo. No se sentía Charlie, sino Chloe, su cirujana, que le daba seguridad al explicarle lo que le harían. A Lançon suelen preguntarl­e si siente odio y si perdona a sus atacantes. “No puedo fingir un sentimient­o que nunca he tenido”, dice. Y por lo que tiene entendido, para perdonar, antes deben pedirte perdón. Además, ¿quién es él para perdonar a nadie? No es un cura, comenta. En ese momento, una tórtola se posa en la fuente cubierta de musgo del bucólico jardín de La Central del Raval, lleno a rebosar. A mi lado, Ignacio Martínez de Pisón susurra: “La paloma de la paz”.

Han venido Neus Tomàs, Marina Penalva, Diana Hernández, Pilar Beltran. Hay olivas, patatas con guindilla y vino. La librera Marta Ramoneda confiesa que lloró durante la lectura en la versión castellana de Anagrama, tanto como en la catalana, de Angle. La editora de Angle, Rosa Rey, ha estudiado francés este verano, y el director general de Anagrama, Román de Vicente, ha hecho un intensivo de italiano en Verona. Javier Pérez Andújar le cuenta a Silvia Sesé que se ha quedado en Barcelona. Isabel Obiols y Juan Pablo Caja viajaron a Nueva York. Lançon coge en brazos al hijo de once meses que tiene con la también escritora Lise Charles. Saber que él estaba entre las víctimas del Charlie Hebdo impactó a Jorge Herralde y Lali Gubern; lo conocían desde antes de que entrevista­ra a Roberto Bolaño para una doble página en Libération. Este agosto, Herralde triunfó en Palma, al presentar Un día en la vida de un editor, acompañado de Carme Riera y Pedro de Montaner. Había tanta gente en la Biblioteca de Babel, que muchos tuvieron que sentarse en el suelo, como Basilio Baltasar. Fernando Schwartz, no.

El 1 de septiembre, la librería Obaga cumplía un año. Y aunque cayó en domingo, se llenó de amigos del sector. Estaban Marina Espasa, Jordi Carrión o Eduard Palomares, cuyo No cerramos en agosto (Libros del Asteroide) ha sido de los más vendidos. Su presentaci­ón, en junio, tuvo tanto éxito que se agotaron los ejemplares. Los libreros Carol y Dioni Porta van muy floreados, y la sorpresa es ver llegar con un estampado también de flores a Xavier Ballester, filólogo y escritor que llevará el club de lectura. Este año, Asteroide y Amsterdam han recuperado Claus y Lucas , de Agota Kristof. Era uno de los nombres que habían pensado para la librería, y llegaron a recomendar­lo, aun cuando la edición anterior estaba descatalog­ada. También se sienten identifica­dos con la Trilogía de la llanura ,de Kent Haruf, publicada por Random House y Llibres del Periscopi. Aniol Rafel tiene buen ojo y buen gusto, porque de Periscopi les ha fascinado Un cor massa gran, de Eider Rodríguez (Un corazón demasiado grande en Random House). Hay libros cuyos autores preferiría­n no haber tenido que escribir. Empieza la rentrée, hay mucho que leer.

Hay libros cuyos autores preferiría­n no haber tenido que escribir. Empieza la rentrée

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. Desde el horror Phillipe Lançon, que ha escrito la brutal El colgajo, sobre las secuelas del atentado contra Charlie Hebdo, junto a Guadalupe Nettel en Barcelona
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Luz en Obaga. El filólogo y escritor Xavier Ballester y los libreros Carol y Dioni Porta, en el primer aniversari­o –se cumplía el día 1 de septiembre– de la librería l’obaga
TÀNIA PORTA El editor-autor. Jorge Herralde acaba de publicar Un día en la vida de un editor, que ha presentado en Palma junto a Carme Riera y Pedro de Montaner Luz en Obaga. El filólogo y escritor Xavier Ballester y los libreros Carol y Dioni Porta, en el primer aniversari­o –se cumplía el día 1 de septiembre– de la librería l’obaga
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XAVIER CERVERA
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