La Vanguardia

Adiós al ángel caído de África

Muere a los 95 años Robert Mugabe, que pasó de liberador de Zimbabue a ser una caricatura de tirano despiadado

- XAVIER ALDEKOA Barcelona

Adiós al ángel caído de África. Hace unos años, Robert Mugabe se burló de los rumores que inundaban Zimbabue sobre un supuesto cáncer que le había dejado terminal. “¡He muerto muchas veces! —dijo— . En eso gano a Jesucristo. Él murió una vez y sólo resucitó una vez”. Mugabe, que pasó de héroe de la independen­cia a ser un tirano despiadado que lideró el país africano durante 37 años, falleció ayer rodeado de su familia en un hospital de Singapur, donde permanecía ingresado desde abril. Lo hizo lejos de su ansiado poder. Fue su ex mano derecha y actual presidente, Emmerson Mnangagwa, alias El Cocodrilo, el mismo que hace dos años lideró un golpe de Estado contra él, quien confirmó la noticia con lágrimas de reptil. “Con gran tristeza, anuncio el fallecimie­nto del padre fundador y expresiden­te de Zimbabue. (...) Su contribuci­ón a la historia de nuestra nación y continente nunca será olvidada. Que su alma descanse en paz eterna”.

La desaparici­ón de Mugabe a los 95 años de edad cierra una era en el país africano y abre el debate sobre el legado de una de las figuras africanas más importante­s y oscuras del siglo XX. Aún idolatrado en partes de África —durante el funeral de

Nelson Mandela hace un lustro recibió una de las mayores ovaciones—, Mugabe se despide en el imaginario occidental como un ángel caído, capaz de liderar la lucha por la libertad para posteriorm­ente convertirs­e en un líder cruel y sanguinari­o, racista, y que apagó con sangre la disidencia. Provocó un enorme sufrimient­o a los zimbabuens­es: llevó a un país otrora próspero y que había sido considerad­o el granero de África a la ruina más absoluta. Cuestionad­o sobre si los logros y buenas intencione­s iniciales compensaba­n los horrores cometidos después, el Nobel de la Paz sudafrican­o Desmond Tutu, tan sagaz como poco diplomátic­o, lanzó un dardo como respuesta. “¿Mugabe? Ahora simplement­e es una caricatura del dictador africano”.

Nacido en una familia de clase media (su padre era carpintero y su madre, profesora) en el norte de la entonces Rodesia del Sur, Mugabe forjó pronto su perfil intelectua­l: católico devoto, se formó en escuelas religiosas y más tarde en la exclusiva Universida­d de Fort Hare, en Sudáfrica, donde también estudiaron futuros líderes como Nelson Mandela, el tanzano Julius Nyerere o el zambiano Kenneth Kaunda. Jamás dejó de formarse, acumuló once títulos universita­rios.

Justo después se fraguó su aura revolucion­aria. Embriagado por los aires de independen­cia que recorrían África, Mugabe regresó a su país para enfrentars­e al yugo colonial y fundar el partido Zanu, aún hoy en el poder. Sufrió el racismo de Ian Smith, que le encerró en la cárcel durante una década sin cargos y ni siquiera le dejó asistir al funeral de su hijo de tres años. No se rindió. Infatigabl­e y ambicioso, Mugabe celebró la independen­cia del Reino Unio en 1980, listo para coger las riendas del país. No las soltó.

En un principio, el mundo aplaudió a Mugabe. Creó un sistema educativo eficaz en Zimbabue, que llevó a un sorprenden­te 90% de alfabetiza­ción, abogó por la igualdad de razas y perdonó a Smith, a quien permitió servir como parlamenta­rio en un gesto de reconcilia­ción que inspiró después a Nelson Mandela. Pronto todo fue humo. Ahmed Kathrada, uno de los principale­s veteranos de la liberación sudafrican­a y quien trató a menudo con Mugabe, explicó a este periodista la diferencia entre el líder zimbabuens­e y su gran amigo Nelson Mandela. “Cuando Madiba alcanzó el poder en 1994, dijo que se iría tras un mandato. Después de cinco años, cumplió, se fue y ahora es una leyenda de paz. Mugabe se aferró al poder y peleó por mantenerlo para siempre, como hace un dictador”.

Hay una palabra indispensa­ble para juzgar el legado de Mugabe: Gukurhandi. En lengua shona, la etnia de la cúpula zimbabuens­e, define la lluvia antes de la primavera que limpia el polvo y la paja sobre los cultivos. Que descarta lo inservible. Gukurhandi fue como nombró a la operación militar contra sus opositores, la mayoría de etnia ndebele. En los años 80, mataron a entre 10.000 y 30.000 personas. Después de aquella matanza impune, giró su odio a los blancos zimbabuens­es. Ante la injusticia de la distribuci­ón de tierras (los blancos representa­ban el 1% de la población y eran dueños del 70% de la tierra cultivable) y enrabietad­o porque los granjeros financiaba­n a un nuevo partido opositor, Mugabe inició un plan de nacionaliz­ación radical, que llevó al asesinato de una docena de blancos y la huida de cientos más. Con las tierras confiscada­s contentó a los veteranos de guerra, sin experienci­a en el cultivo masivo, y la producción de alimentos se desplomó. La corrupción, el desempleo y el hundimient­o de la economía disparó el descontent­o y convirtió Zimbabue en un país de susurros: la represión y el robo descarado de elecciones fue la forma elegida por Mugabe para mantener el cetro.

Mugabe murió ayer en Singapur porque eligió mal. Los veteranos militares no le perdonaron que maniobrara para pasar el poder a su mujer, Grace, 40 años más joven. Cuando lo intentó, fue derrocado. Mugabe murió ayer, pero en Zimbabue el mugabismo, su legado letal, sigue vivo.

Llevó a un país otrora próspero y que había sido considerad­o el granero de África a la ruina más absoluta

Los militares veteranos no le perdonaron que maniobrara para pasar el poder a su mujer, 40 años más joven

 ?? TSVANGIRAY­I MUKWAZHI / AP ?? ¿Ídolo? Uno de los habituales murales a mayor gloria de Robert Mugabe, fotografia­do en un taller mecánico de Harare, la capital de Zimbabue
TSVANGIRAY­I MUKWAZHI / AP ¿Ídolo? Uno de los habituales murales a mayor gloria de Robert Mugabe, fotografia­do en un taller mecánico de Harare, la capital de Zimbabue
 ?? ANONYMOUS / AP ?? El fin de Rodesia. Mugabe, el 4 de noviembre de 1976 en Ginebra durante la conferenci­a que reunió al gobierno de Ian Smith y los movimiento­s de liberación
ANONYMOUS / AP El fin de Rodesia. Mugabe, el 4 de noviembre de 1976 en Ginebra durante la conferenci­a que reunió al gobierno de Ian Smith y los movimiento­s de liberación

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