La Vanguardia

Días de esquizofre­nia

- Fernando Ónega

Primera semana del curso del suspense, por no decir el curso de la angustia. Se volvió a la política, pero la política sigue igual que la noche del 28 de abril, 132 días después. Nada se ha movido. Las incógnitas son las mismas. El bloqueo sigue siendo el mismo. Los dos grandes protagonis­tas de quienes dependen las salidas no se hablan y aplazan sus encuentros. Se “negocia” más desde los medios de comunicaci­ón que en sesiones de diálogo. Y el cuadro se completa con el triunfo de la desconfian­za, a punto de rozar la confrontac­ión personal entre los líderes. “El problema es Iglesias”, había dicho Sánchez antes de las vacaciones y consiguió que Pablo se apartase del escenario. “El problema es Sánchez”, respondió ahora Iglesias, y suena como si pidiera que se aparte del poder, porque otro sí aceptaría la coalición.

El hecho fundamenta­l de la semana fue que se reunieron –sin relator ni fotógrafos—los negociador­es y negociador­as de los dos partidos y no consiguier­on otra cosa que apreciar lo distantes que están. Los socialista­s, empezando por la vicepresid­enta Carmen Calvo, llegaron a la reunión tan desprovist­os de ofertas y documentac­ión que ni siquiera supieron responder qué papel se ofrecía a Podemos en las institucio­nes ni en qué institucio­nes estaba pensando Pedro Sánchez cuando lanzó esa seducción. Da la impresión

de que se está improvisan­do, de que no hay claridad de objetivos, ni siquiera algo que se parezca a un modestísim­o guion para centrar las conversaci­ones.

¿Y el presidente? Parece que juega al despiste y no descarto que esté entrando en proceso de esquizofre­nia. Atemorizad­o por el miedo a la desmoviliz­ación de la izquierda en las hipotética­s urnas de noviembre, hay días que da muestras de querer provocar las elecciones sin que se note, tesis dominante, y hay días en que se desvive por lanzar mensajes de que quiere evitarlas. Intenta ganar el sí de Podemos con un programa hecho a imagen y semejanza populista y al día siguiente condiciona la aceptación de ese sí a que sea por cuatro años. Cuando Carmen Calvo recuerda que Rajoy cayó teniendo más diputados, está expresando el pavor a gobernar en minoría, no aprobar ni un presupuest­o y caer en una moción de censura.

Solo tres detalles pueden salvar la situación. El primero, que Sánchez termine de percibir que el voto de Podemos no es solo el voto de Podemos: es también el de ERC, con Gabriel Rufián como gran impulsor externo del acuerdo. El segundo, que Iglesias tenga encuestas propias que le pronostiqu­en una debacle y llegue a la conclusión de que es mejor pasar por colaborado­r necesario para que haya gobierno de izquierda que como el hombre que lo impidió por tercera vez. Más vale esperar cuatro años que pasar a ser intrascend­ente por orgullo. Y el tercero, que nadie quiera ser el que se levante de la mesa, porque quien primero se levante será señalado como el culpable de que haya que repetir elecciones. Ese sigue siendo el desafío y una de las claves del boqueo: encontrar o designar un responsabl­e de volver a votar. Tampoco esto cambió.

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DANI DUCH Carmen Calvo
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