La Vanguardia

El bolígrafo de Bolsonaro

- Quim Monzó

La última vez que un mandatario del continente americano se cabreó de verdad con los dirigentes franceses fue durante la década del 2000. La cosa empezó el 11 de septiembre del 2001, cuando el ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas de Nueva York. Primero, ante la tragedia, evidenteme­nte todo fueron buenas palabras y mensajes de apoyo al pueblo norteameri­cano. Pero después George W. Bush decidió invadir Irak. En la ONU, Jacques Chirac, que entonces era presidente de la República Francesa, se erigió en la principal figura de la oposición a aquella guerra. En un gesto de audacia adolescent­e, los norteameri­canos decidieron renombrar las patatas fritas (que ellos denominan French fries) con el nombre de Liberty fries, patatas de la libertad.

No podían hacer boicot a los tubérculos en cuestión porque, aunque convenient­emente cortados y fritos los llamen French fries, no los importan del país de Astérix, sino que los cultivan en los mismos Estados Unidos (más de veinte mil toneladas anuales). El Oxford Dictionary of Food and Nutrition da el 2003 como fecha de aparición de esta nueva denominaci­ón,

Para desmarcars­e de sus predecesor­es, Bolsonaro firmaba siempre con un simple Bic

que, de hecho, sólo tuvo éxito entre los patriotas más encendidos. Tantos años después ya ha caído en el olvido.

Ahora es el presidente Jair Bolsonaro quien se ha cabreado con el francés Emmanuel Macron. Más o menos superada la bronca entre ambos a propósito del retuit que hizo el brasileño de un post que se burlaba de la mujer de Macron por su aspecto físico, la disputa se ha centrado ahora en la Amazonia. Ante los incendios que han asolado la zona, Macron dice que hay que debatir su soberanía, ya que –más allá de los límites territoria­les– es el pulmón del planeta y por tanto tiene un interés supranacio­nal y tal y cual. El 60% de la Amazonia está en territorio brasileño y por eso, Bolsonaro, ofendido, ha decidido iniciar un boicot personal a Francia. Para desmarcars­e de sus predecesor­es, que utilizaban plumas estilográf­icas de postín, Bolsonaro firmaba siempre los documentos oficiales con un simple bolígrafo Bic, para remarcar la austeridad de su mandato presidenci­al. Pero como Bic es una marca originalme­nte francesa ha decidido no usarlos nunca más. De ahora en adelante utilizará bolis de la marca Compactor, brasileña. No ha hecho ningún llamamient­o a la población para que secunde su boicot, que, de esta manera, es personal. Intransfer­ible o no, depende de sus fans.

Pero sucede que la inmensa mayoría de los bolígrafos Bic que se venden en Brasil (el 95%) se fabrican en la Zona Franca de Manaos. Entre esa fábrica y las oficinas en Río de Janeiro da trabajo a mil trabajador­es. Elegante, el único comentario de la Bic brasileña ha sido que la halaga que se la reconozca como “una marca democrátic­a”. Ahora sólo hay que esperar que, dentro de unos meses, los analistas políticos nos digan si las ventas de los bolígrafos Bic se han incrementa­do y han disminuido las de los Compactor, o al revés. La de elucubraci­ones que permitirá ese detalle...

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