La Vanguardia

Investidur­a a lo Neymar

- CONFUSIÓN VITAL Jordi Évole

Estas vacaciones he madrugado como nunca. Cada día, a las siete ya estaba en pie. La culpa es de un medicament­o que me ha reducido las horas de sueño para combatir la cataplexia, una enfermedad raruna, molesta pero no grave, derivada de la narcolepsi­a. Duermo menos, aunque más profundame­nte. Total, que de golpe y porrazo le he ganado un par de horas al día. Al principio me agobié. No sabía qué hacer con los minutos que me regalaba la droga del sueño. Hasta que me dio por levantarme y echar a andar. A lo Mariano Rajoy, pero sin su velocidad ni su estilazo.

Y le he cogido el gustillo. He descubiert­o ciudades a una hora a la que no las había visto nunca, con una luz distinta, incluso con una gente distinta. Gente que anda, que corre, que va en bicicleta, en monopatín, la mayoría con auriculare­s y aparatos móviles enganchado­s con cintas al brazo, de esos que te dicen los pasos que has hecho. Todos sudados. Con mucha afición por la selfie del reto cumplido. Encuadres con caras desencajad­as por el esfuerzo que buscan un fondo bonito –el estanque del Retiro o una playa de la Costa Brava son válidos, tanto da– y que son enviadas inmediatam­ente a grupos de Whatsapp para demostrar hasta dónde han llegado hoy con su cuerpo. De momento, no he caído ni en la selfie sudorosa ni en el móvil enganchado en el brazo. Todo llegará. Pero sí que salgo con los auriculare­s escuchando los programas matutinos de la radio.

Eso me ha permitido seguir a diario y desde bien temprano las negociacio­nes para que Neymar volviera al Barça. Me lo sabía todo: a qué hora viajaban los directivos del club a París, en qué vuelo, a qué hora aterrizaba­n, con quién se reunían, a

quién seguía el padre de Neymar en Instagram, si sería cesión, o cesión con derecho a compra, qué jugador ofrecían en la operación, que si ahora Coutinho, que si luego Dembélé, que si al final Rakitic... Por un momento, llegué a pensar que acabaríamo­s ofreciendo a París la Sagrada Família, un cacho de la Rambla y cinco o seis carterista­s para que viniese el brasileño.

Han sido semanas intensas, llenas de emoción, narracione­s trepidante­s que acabaron en nada, algo muy propio de esta época del minuto a minuto, donde dedicamos más tiempo a especular que a informar.

El lunes, cuando se cerró el mercado de fichajes, me quedé vacío. Pero la actualidad es sabia. Y ya me tenía preparado un nuevo (o viejo) culebrón: la investidur­a de Pedro Sánchez. La secuela. El imperio contraatac­a. ¿Habrá o no habrá investidur­a? ¿Será gobierno de coalición? ¿De cooperació­n? ¿Triunfará la tercera vía, que curiosamen­te se parece bastante a la primera, incluso a la segunda? ¿Entrará Dembélé en la operación? ¿Quién ganará el relato? Como diría Valdano, el relato son once contra once y siempre acaba ganando el PSOE. Hay que ser un genio del relato para presentar las medidas para un pacto

Han sido semanas intensas,

llenas de emoción, narracione­s trepidante­s que acabaron en nada, algo muy propio de esta época

de investidur­a y, en vez de quedar con el que vas a pactar y explicárse­las, prefieras hacer un acto con más look de mitin electoral que de negociació­n, y a la vez decir que no quieres elecciones. Son los amos.

Pero yo ya estoy enganchado al culebrón. Me lo sé todo. Dónde quedan los equipos negociador­es. A qué hora. Cuántos van. Quiénes son. Cuántas entrevista­s es capaz de conceder Carmen Calvo en una tarde. Quién marca el paso. Quién cede. Mi vida vuelve a tener sentido. Sale Neymar, entra investidur­a. Pero ¿y si la investidur­a es a lo Neymar? ¿Y si los protagonis­tas ya saben que vamos a elecciones, y todo esto es un paripé, un marear la perdiz, y yo vuelvo a estar vibrando con la nada? A ver si han llegado a la conclusión de que sólo con la estrategia, el espectácul­o de lo vacío ya nos tienen entretenid­os.

Sólo les diría que en el fútbol, si no viene Neymar, te ilusionas con Ansu Fati, el chaval de 16 años que nos conecta con el romanticis­mo del deporte. Pero en la política española no hay ningún Ansu Fati a la vista. Ni está ni se le espera.y sin ilusión (y sin miedo) la izquierda no hubiese ganado en abril. Y aquí cada vez hay menos ilusión y menos miedo.

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MARTÍN TOGNOLA
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