La Vanguardia

Cita en Venecia

- Nieves Álvarez

La gota fría de nuestros lares peninsular­es no ha podido con los canales de la bella Venecia. La ciudad de los sueños ha acogido el Festival Internacio­nal de Cine, que en su septuagési­ma sexta edición ha llegado a todos los recovecos del planeta Tierra. Y no es para menos, el séptimo arte se despoja de su pudor y exhibe sus mejores galas en un escenario de auténtico cuento y puro encanto. La Mostra veneciana es una continuaci­ón del esplendor estival. Los días, a pesar de haber mermado, siguen arropando con su calidez mientras los canales de la ciudad italiana son una autopista de elegancia hechizante. El celuloide hollywoodi­ense cierra hoy el telón de una cita que ha albergado lo mejor del cine y la moda y que pude disfrutar gracias a la generosida­d de Alberta Ferreti.

Me va a resultar difícil olvidar la entrada a la suntuosida­d del hotel Excelsior. Como si de una fortaleza se tratara, su magnificen­cia ha sido el cobijo de estrellas tan utópicas como el siempre atractivo Brad Pitt, la modelo Sara Sampaio o nuestra renombrada Penélope Cruz. A escasos cien metros de la afamada alfombra roja, el Excelsior es la perfecta plataforma para llegar a ella. Allí, cientos de fotógrafos acechantes, avizoran las aparicione­s de las estrellas que se van dejando caer por el escaparate veneciano. Nada más pisar la moqueta rojiza, sentí convertirm­e en una verdadera diva de la gran pantalla. Al mismo tiempo que los flashes alcanzaban mi cuerpo, los fotógrafos me daban la bienvenida instigándo­me a lanzar el famoso beso para inmortaliz­arlo de por vida. Para este momento único, desembarqu­é ataviada con un mini vestido de Alberta Ferreti en blanco roto, manga afrancesad­a y escote uve con el que me sentí cómoda y sexy.

El estreno de Joker ha sido uno de los grandes protagonis­tas de esta edición. La estremeced­ora interpreta­ción de Joaquin Phoenix puso en pie a un público hipnotizad­o que ovacionó durante varios minutos su portentosa actuación. Para esta velada mágica, aposté por el negro, y, acompañada de mis inigualabl­es piezas de Bvlgari, me enfundé en una obra de arte también de Ferreti compuesta por lentejuela­s hexagonale­s y un bajo entubado de tul azul que dejaba entrever unos perfectos Laboutin. El asiento de delante lo ocupaba la elegancia personific­ada, Cate Blanchett, y a pocos metros mi idolatrada Catherine Denueve junto al protagonis­ta del film.

Mi peregrinaj­e veneciano finalizó con el baile de Vanity Fair. Lorenzo Serafini, director de Phylosophy by Alberta Ferretti, fue mi acompañant­e de excepción para una noche en la que se cumplió religiosam­ente el dress code bicolor en blanco y negro.

Venecia, gracias por dejarme bailar unos días con las estrellas.

Nada más pisar la moqueta rojiza, sentí convertirm­e en una verdadera diva de la gran pantalla

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. Con un vestido de lentejuela­s de Alberta Ferreti
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