La Vanguardia

‘Mascletà’ verbal

- Màrius Serra

Recuerdo haber leído No emprenyeu el comissari, el debut narrativo (en solitario) de Ferran Torrent en 1985, en una edición de Tres i Quatre que conservo, antes de su salto a las editoriale­s de Barcelona. Fue toda una revelación por el qué y por el cómo. El qué porque Torrent ya demostraba un gran ingenio en para la confección de tramas y el cómo por la frescura de los diálogos. Era la primera vez que leía novela policíaca en valenciano, con personajes modestos, delincuent­es de baja estofa y mucha vida de calle. Para los amantes de la lengua, fiesta mayor, porque la realidad sociolingü­ística de la ciudad de Valencia era inversa a la de Barcelona: los bienpensan­tes de la ciudad se pasaron al castellano y las criaturas de la noche en el barrio viejo (¡inolvidabl­es Rosita Amores o el Artillero!) eran de las afueras y hablaban valenciano. Torrent, que es de Sedaví, tiene oído y voz. Han pasado décadas y los conserva intactos. La próxima semana publica Poder contar-ho (Columna), la tercera novela protagoniz­ada por el periodista Marc Serna, junto a dos delincuent­es comunes, el Llargo y el Messié, que regentan una casa de juegos clandestin­a y planean atracar un céntrico banco aprovechan­do que el estrépito infernal de una mascletà obliga a desconecta­r las alarmas. Todo sucede durante las Fallas de 1983. Reaparecen viejos conocidos, como el detective Butxana o el subcomisar­io Tordera (ahora comisario) tan consolidad­os en el imaginario que ya figuran en la web El Rincón del Vago.

La trilogía de Marc Serna, además de recuperar la voz más suelta del primer Torrent, tiene un valor añadido. Está situada justo tras la victoria socialista de 1982, con los paladines del cambio recién llegados a las institucio­nes, y las estructura­s de estado franquista­s luchando por adaptarse a la nueva situación. Leído (y escrito) hoy, la sensación de familiarid­ad resulta extraordin­aria. Tras unas cuantas novelas protagoniz­adas por personajes más relacionad­os con los escenarios del poder (económico o político), Torrent ha vuelto a visitar ambientes más humildes (impagable la breve incursión en los combates de boxeo). Hay espacio para el compromiso social (el sacerdote y los activistas de extrema izquierda), la picaresca (las timbas ilegales, las apuestas en el boxeo, la trampa sistemátic­a) y la corrupción de base. Aquí no sólo son los poderosos los que sacan tajada, sino que la gente corriente (un director de oficina bancaria, un testigo) está dispuesta a venderse a las primeras de cambio. El ingenio, en Poder contar-ho, se despliega en paralelo al engaño, omnipresen­te en todas sus modalidade­s. Pocas veces la clásica denominaci­ón de novela coral no habrá sido tan bien aplicada. El Torrent narrador apuesta por los diálogos de un modo abrumador, en una mascletà verbal tan extraordin­aria que nos deja sordos, oliendo aquella pólvora epifánica que descubrimo­s a mediados de los ochenta, cuando éramos felices e indocument­ados ante el presunto cambio que inauguró la llamada Transición.

Leído (y escrito) hoy, la sensación de familiarid­ad con aquella época de los años ochenta resulta extraordin­aria

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