La Vanguardia

Tolstoi en el Empordà

Una investigad­ora rescata la historia de cómo los claveles del escritor acabaron en Llançà

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Una investigad­ora rescata la historia de cómo los claveles de Lev Tolstói acabaron en Llançà (Alt Empordà). La familia del escritor envió sus claveles a Josep Ferrer i Guàrdia para preservarl­os. Josep Pla calificó a Pepet de anarquista bucólico, horticulto­r y jardinero muy experto.

En los últimos años de su vida, Lev Tolstói, autor de dos cumbres literarias como Guerra y Paz y Ana Karenina, dejó todas las comodidade­s para vivir con los campesinos de su población natal en la región de Tula, en el centro de Rusia. Se separó de su mujer, que no quería desprender­se de las propiedade­s, fundó una escuela para niños pobres en su aldea, se convirtió en naturista y vegetarian­o y trabajó como zapatero y jardinero. Su finca en Yásnaia Poliana, que significa “claro del bosque donde nacen las flores”, la transformó en un inmenso jardín poblado de claveles blancos.

Tolstói murió en 1910 pero sus hijas continuaro­n con el proyecto de escuela y con el jardín hasta que las autoridade­s bolcheviqu­es requisaron la finca para convertirl­a en un museo. Fue entonces cuando los familiares de Tolstói, deseosos de conservar aquella herencia, enviaron los claveles de su padre a un conocido suyo, Josep Ferrer i Guàrdia, experto y reputado floriculto­r, hermano de Francesc Ferrer i Guàrdia, el creador de la Escuela Moderna, fusilado en Montjuïc en 1909 tras ser falsamente acusado de instigador de la Semana Trágica.

La existencia de estos claveles transporta­dos desde Rusia a Catalunya se conoce por un reportaje publicado en julio de 1929 en el semanario Mirador ( “Un cultivador de clavells català”) firmado por Àngel Pons i Guitart, y rescatado recienteme­nte por la estudiosa M. Mercè Compte-barceló, en un trabajo en Quaderns Agraris, de la Institució Catalana d’estudis Agraris, y por la publicació­n digital Alacant obrera. Según estas investigac­iones, Josep Ferrer i Guàrdia se había instalado en Llançà (Alt Empordà) en 1911 porque tras el fusilamien­to de su hermano le embargaron las tierras y se vio obligado a alejarse de Barcelona y del Maresme, donde ya se dedicaba a la floricultu­ra. En esta población al norte de la Costa Brava compró un caserón en la calle de la Creu, que rebautizó como Germinal (nombre del primer mes de la primavera según el calendario republican­o francés), y una extensión de tierras de una hectárea y media, donde llegó a tener unos 300.000 claveles. Gracias a sus estudios prácticos en la mejora de las especies creó algunas nuevas y las bautizaba con nombres tan evocadores como Acracia o Bakunin.

El historiado­r Arnald Plujà publicó hace años junto con Elena Ferrer, nieta de Josep Ferrer i Guàrdia, un artículo en la revista La Farella, de Llançà, en el que explicaba que “las parcelas casi yermas de la Creu se tiñeron de colores, los productos hortícolas, los frutales y las flores brotaron con fuerza, añadiendo una nueva tonalidad al entorno”.

Además, su propietari­o, conocedor de la importanci­a de la viña

en esta comarca, levantó una fábrica de alcohol para destilar vinos, aunque el negocio no le fue tan bien y tuvo que venderlo unos años más tarde.

Según la citada crónica de Mirador, la donación de la familia Tolstói buscaba perpetuar su legado, no solo el literario, a través de estos “claveles magníficam­ente ufanos, de un blanco aterciopel­ado y de un olor exquisito”. Y de esta forma se sumaron a otras especies como “el blanco gardenia y el blanco rosa”, creación del propio Josep Ferrer i Guàrdia. Aunque la vida de este floriculto­r catalán ha quedado oculta por la personalid­ad de su hermano, cuyo proceso fue seguido en medio mundo, sus primeras explotacio­nes de rosales merecieron ya un extenso reportaje en La Vanguardia en 1892.

Tampoco pasó desapercib­ido a otros autores, como Josep Pla, siempre tan perspicaz. Un fragmento de Quadern gris, el dietario de 1921, dice de él: “Era un hombre plácido, que llevaba una gran barba blanca, anarquista bucólico, horticulto­r y jardinero muy experto, creador de maravillos­as rosas. Su anarquismo idílico y bonista, basado en la generosida­d y la fraternida­d universal, enganchó sobre todo en el espíritu de este tipo de ampurdanés solitario e individual­ista, cultivador del huerto, el olivar y la viña, aficionado a los terrenos ásperos y reculados situados entre el cielo y la tierra”.

Según M. Mercè Compte-barceló, que continúa investigan­do el tema, los descendien­tes de Josep Ferrer i Guàrdia vendieron la propiedad de Llançà, por lo que no se sabe si esta especie de clavel procedente de Rusia ha tenido continuida­d. Actualment­e está tras la pista de una película que se hizo sobre estas plantacion­es, grabada por la Sección Agronómica de Girona, y que según la prensa se proyectó en Llançà en 1928. “La película [fue] tomada hace pocos días en un campo de don José Ferrer Guardia, dedicado al cultivo en gran escala de claveles, campo que es objeto de admiración y que visitan cuantos pasan por esta villa y muchos que a ello vienen ex profeso” (La Vanguardia, 2/VI/1928).

Los hermanos Ferrer i Guàrdia conocieron probableme­nte a Tolstói en 1898, ya que el escritor ruso creó un comité pro enseñanza en el que también participab­an algunos pedagogos amigos suyos. Les unían sus ideales libertario­s aunque mantenían discrepanc­ias sobre proyectos concretos.

Josep Ferrer i Guàrdia, más conocido como Pepet, era el mayor de catorce hermanos y había nacido en Alella en 1857. Empezó a trabajar como colono en una propiedad de esta misma población porque tanto él como su hermano Francesc toparon con su padre y marcharon pronto de la casa familiar. En 1891 Josep se embarcó hacia Australia y se instaló con su mujer en Bendigo, una ciudad situada a unos 165 kilómetros al norte de Melbourne. Probableme­nte no hizo más que seguir los

pasos de la familia Parer, también de Alella, que probó allí, con éxito, el negocio del tomate. Josep trasladó semillas desde Barcelona y se convirtió en un reconocido horticulto­r, avalado por sus innovacion­es, que incluso merecieron el reconocimi­ento del gobierno australian­o con una medalla.

En Australia nació su hijo Josep Lleó Ferrer y allí conviviero­n un tiempo con dos hijas de Francesc Ferrer i Guàrdia, Trini y Paz, que las envió allí al separarse de su mujer. Trini se casó con Salvador Creus, de la colonia catalana en White Hills. Y el propio Francesc viajó hasta dos veces al continente austral para visitarlos.

Se da la circunstan­cia de que en Australia se hizo famoso otro catalán, Josep Pere Enric Paronella, nacido en 1887 en la Vall de Santa Creu, núcleo que linda con el término municipal de Llançà, quien llegó a Sydney en 1913 y fue el creador de un innovador jardín que se conoció como Paronella Park, con un hotel, cascadas y atraccione­s para el ocio.

Finalmente toda la familia Ferrer i Guàrdia regresó a Barcelona para trabajar en la Escuela Moderna, que empezó a caminar en 1901, un proyecto de pedagogía libertaria, que practicaba la coeducació­n, el excursioni­smo, el desarrollo integral y rechazaba la enseñanza religiosa, lo que motivó la frontal oposición tanto de los sectores conservado­res como de los eclesiásti­cos.

El fusilamien­to de Francesc Ferrer i Guàrdia, del que ahora se van a cumplir 110 años, provocó una diáspora familiar. Sus hijas Trini y Paz tuvieron que exiliarse tras el fusilamien­to de su padre. Paz falleció en 1913 y su marido, Jaume Brossa, regresó en 1919 pero durante una operación policial contra sindicalis­tas fue detenido y encerrado en un barco en condicione­s extremas, lo que debilitó su salud y lo llevó a la muerte. Pepet, el hermano, fue desterrado a Alcañiz (Teruel) y más tarde buscó un lugar más acogedora y abierto y se refugió en el Empordà, aún con el prestigio de su pasado republican­o-federal. Fue aquí donde puso en práctica los conocimien­tos en horticultu­ra, que ya había desarrolla­do en Australia, hasta su muerte en el año 1930.

El Mas Germinal de Llançà pasó a manos del hijo, Josep Lleó, que se casó con Conxita Olivet Salleras, de Llançà, y continuaro­n en la finca hasta la venta de la casa al pintor Pepe Martínez Lozano, que instaló allí su estudio. Los terrenos donde un día se plantaron los claveles procedente­s del jardín de Lev Tolstói han sido engullidos por nuevas urbanizaci­ones que han extendido el núcleo urbano.

La familia de Tolstói envió sus claveles al amigo libertario para preservarl­os

Josep, hermano de Francesc Ferrer i Guàrdia, plantó miles de claveles en Llançà

Josep Pla calificó a ‘Pepet’ de anarquista bucólico, horticulto­r y jardinero muy experto

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HERITAGE IMAGES / GETTY El escritor ruso Lev Tolstói (1828-1910) fue un enamorado de la naturaleza y cultivador de claveles
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ARCHIVO FAMILIAR FERRER I GUÀRDIA
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Tolstoi) se dedicó a la horticultu­ra
. El teórico y el práctico Francesc Ferrer i Guàrdia impulsó la Escuela Moderna. Su hermano Josep (arriba en un campo de claveles en Llançà, con una barba que recuerda a Tolstoi) se dedicó a la horticultu­ra

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