La Vanguardia

El elector no siempre vota dos veces

La fatiga electoral al repetir o anticipar comicios afecta más a los votantes de centroizqu­ierda que a los de centrodere­cha

- CARLES CASTRO

La repetición de las elecciones generales si, finalmente, el PSOE y Unidas Podemos no logran ponerse de acuerdo para investir a Pedro Sánchez es una apuesta de alto riesgo. Ciertament­e, las encuestas sugieren un claro avance del Partido Socialista (que mejoraría en votos y escaños hasta superar con creces los 130 diputados), mientras que la eventual mejoría del PP se produciría a costa de sus socios en el bloque de centrodere­cha (Cs y Vox), por lo que se mantendría la actual ventaja parlamenta­ria de la izquierda. Sin embargo, algunas experienci­as de repetición de los comicios (como ocurrió en España en el 2016) o de adelanto forzado (como el caso de Catalunya en el 2012) desmienten la solidez de esos pronóstico­s, ya que la fatiga electoral derivada de acudir con demasiada frecuencia a las urnas no parece afectar por igual a todos los segmentos del electorado.

Además, las expectativ­as de las encuestas pueden cambiar de manera acelerada cuando se materializ­a la convocator­ia electoral. Un buen ejemplo de ello sería la experienci­a de Artur Mas, a quien los sondeos parecían brindarle la mayoría absoluta en septiembre del 2012 cuando el entonces president decidió disolver el Parlament, pero que fue perdiendo fuelle a medida que se aproximaba la jornada electoral, en noviembre, y que finalmente acabó cediendo una quinta parte de sus escaños.

Y no sólo eso. Una convocator­ia electoral cuya lógica escapa a la comprensió­n de los ciudadanos acaba castigando a su promotor o a quien aparece como su más directo responsabl­e. El caso de las catalanas del 2012 es de nuevo el mejor ejemplo de ello. El desenlace no sólo redujo el capital electoral de la formación que convocaba los comicios, CIU, sino que también amplió el respaldo de sus rivales. Es más: no sólo ganaron votos los directos competidor­es de Mas en el espacio nacionalis­ta sino que lo hicieron, y en mayor medida, sus adversario­s no nacionalis­tas (que cosecharon cien mil votantes añadidos más).

Ahora bien, el referente más similar

al escenario que puede producirse a partir del próximo 23 de septiembre es el de la repetición de los comicios legislativ­os en el 2016. En aquella cita, la fatiga electoral se cebó visiblemen­te en los votantes de centroizqu­ierda e izquierda, mientras que el electorado conservado­r incrementó incluso sus índices de participac­ión. Concretame­nte, la derecha reagrupó su voto en torno al PP –que añadió 700.000 papeletas más a su cosecha electoral– e incluso sumó 200.000 sufragios más como bloque. En cambio, la izquierda perdió más de un millón de votos, una cifra casi idéntica a la de la caída de la participac­ión.

A la vista de ello (véase gráfico), es lógico preguntars­e si hubo incluso votantes de izquierda que apoyaron al PP para salir del bloqueo. Y esa hipótesis podría explicar la tentación del PSOE de ir ahora a unos nuevos comicios, en la confianza de que podría atraer a electores de Podemos o de Ciudadanos. Pero es muy posible que en el 2016 lo que realmente ocurrió fue una inversión en la movilizaci­ón: votantes de izquierdas que se fueron a casa decepciona­dos por la incapacida­d de entenderse entre Podemos y el PSOE y electores de derechas que en el 2015 se habían abstenido como consecuenc­ia del desgaste del gobierno del PP pero que volvieron a la vida política para asegurarse de que no habría una mayoría de izquierdas.

El precedente de la repetición electoral del 2016 revela la escasa fiabilidad de los sondeos ante este tipo de citas

El contraste entre los sondeos y el resultado final del 2016 también podría animar a un PSOE en el Gobierno a probar ahora una nueva apuesta electoral. De hecho, hace tres años el PP de Rajoy encaraba los comicios con una expectativ­a de 118 escaños y acabó obteniendo casi 20 más. Pero Podemos sufrió un auténtico descalabro (aspiraba a 92 diputados y obtuvo 71), mientras que el PSOE apenas mejoró el pronóstico de las encuestas. Es decir, la experienci­a del 2016 no sólo refleja la volatilida­d de los sondeos sino la fragilidad del electorado de izquierda y la mayor capacidad de movilizaci­ón del votante de centrodere­cha en coyunturas que considera críticas.

Un ejemplo de ese desigual comportami­ento se aprecia en unas elecciones de fin de ciclo y muy polarizada­s, como los comicios anticipado­s de 1996. La participac­ión creció en casi un millón y medio de votantes con respecto a los anteriores comicios, pero el PP se hizo con casi el 70% de esos electores. En consecuenc­ia, la hipotética mayor fatiga electoral del electorado de izquierda podría provocar un inesperado disgusto a PSOE y Podemos si se arriesgan a una nueva cita con las urnas.

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LA VANGUARDIA FUENTE: Mir.es y Gencat.cat
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LA VANGUARDIA
FUENTE: CIS LA VANGUARDIA

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