La Vanguardia

Un mar de plástico bajo la tromba de agua

El temporal se llevó por delante en Almería 300 hectáreas de invernader­os con tomates y calabacine­s en plena producción

- MAYKA NAVARRO

Ala que caen cuatro gotas de agua en Almería se agotan en los supermerca­dos la harina de sémola. La tradición manda quedarse en casa y cocinar migas para servirlas acompañada­s de chorizo, morcilla, sardinas o jurel. Están tan poco acostumbra­dos los almeriense­s a los días de lluvia que pocos tienen paraguas en casa y en muchos establecim­ientos de todo a cien de las pedanías venden las clásicas botas de agua.

Almería despertó ayer con un fuerte viento de levante que despejó el paisaje tras la catástrofe. Nadie recuerda un temporal parecido en la comarca de Níjar. Sobre todo que llegara por la noche

y a traición y que entre los daños se llevara por delante casi 300 hectáreas de invernader­os, muchos con las plantas de tomate y calabacín en plena producción.

Además del aceite y el imponente paisaje del parque natural del cabo de Gata pocas cosas son más ricas en Almería que sus tomates. El sábado los agricultor­es trataban de llegar a sus plantacion­es bajo el mar de plástico tras casi un día de caminos rurales impractica­bles.

En estas tierras a los torrentes de agua se les llama ramblas. Todas se desbordaro­n con la lluvia arrasándol­o todo en su camino. La alcaldesa de Níjar lleva desde el viernes visitando las 33 barriadas o pedanías que integran el municipio de 600 kilómetros cuadrados, el segundo más grande en extensión de España. Con todos se comprometi­ó a ayudar “a la gente que se ha quedado con plantacion­es sin solución cuando estamos al principio de la temporada”.

La peor parte se la han llevado los invernader­os completame­nte anegados, unas cincuenta hectáreas en total. Sus responsabl­es ya admitían que sería prácticame­nte imposible salvar absolutame­nte nada.

Uno de los municipios más afectados de Almería por el temporal fue el de San José, que hasta ayer permaneció prácticame­nte incomunica­do por carretera. El agua se tragó el asfalto de la autovía de entrada. Y la fuerza del agua que descendía con bravura por la rambla partió literalfri­do

mente en dos la playa y eso que el torrente discurre canalizado por debajo de la carretera. Pero la acumulació­n de agua fue de tal magnitud que se desbordó buscando cualquier camino hasta llegar al mar. El municipio se ha quedado provisiona­lmente sin paseo, aunque los responsabl­es de los chiringuit­os junto a la playa se afanaban en adecentar sus terrazas.

En el otro extremo de la provincia, en la barriada del cabo de Gata, junto al campo de fútbol, medio centenar de familias seguían anoche sin poder acceder a sus casas pareadas, con más de dos metros de agua retenida en el interior.

La situación es complicada y lo explicaba anoche con impotencia José Manuel Cabo, uno de los vecinos afectados. Las viviendas, de tres plantas, se levantaron hace diez años en el extremo de una zona que habitualme­nte se encharca con las lluvias. Una especie de laguna. Pero la madrugada del viernes el charco fue incapaz de retener el agua que se acumuló procedente de las distintas ramblas que descienden por la zona. Ante la ausencia de una desembocad­ura hasta el mar, las casas quedaron prácticame­nte sumergidas. Anoche los técnicos del municipio de Almería y de la Diputación se afanaban en levantar un muro de contención

para después empezar con los trabajos de achique. “Igual estamos un mes con el agua al cuello”, decía resignado el vecino.

Donde pasó el temporal con fuerza en dirección al mar fue en las Hortichuel­as, otro barrio de Níjar conocido en los últimos meses por otros menesteres que nada tienen que ver con la gota fría desproporc­ionada. Rastrillo en mano, Ángel Cruz, el padre de Gabriel, ayudaba por la mañana en casa de su prima a retirar el barro y los escombros que habían irrumpido en la vivienda. En la plaza del pequeño núcleo de viviendas, la tromba se había llevado por delante parte del asfalto.

Siguiendo por esa misma carretera hasta Las Negras era fácil reconocer el paso destructor del barro. Para ser septiembre apenas había visitantes y los pocos estaban concentrad­os frente al mar, hipnotizad­os por la fuerza de las olas que rompían en la playa.

En el Café del Cabo en una mesa cercana al arco de madera con vistas al mar que dice en la parte superior “Bésame en esta playa”, Carlos le contaba a sus amigos Aitor y Ana cómo el temporal le había echado a perder la estructura de los invernader­os que tenía lista para el calabacín. Hace tiempo que dejó de plantar tomates porque a los agricultor­es modestos no les sale a cuenta.

Frente a la imponente estampa del mar revuelto, los oriundos advertían de la fuerza natural del agua y de su tozudez en llegar hasta el mar. “Nunca pasa nada, hasta que sí pasa”, advertía Aitor. En el colmado hace dos días que han terminado con las existencia­s de harina de sémola para las migas que se preparan los días de lluvia.

Los días de lluvia en Almería se termina la harina de sémola porque es tradición en las casas cocinar migas

 ?? SERGE CARTHWRIGH­T / AP ?? Un coche atrapado en un lodazal en la localidad de San José
SERGE CARTHWRIGH­T / AP Un coche atrapado en un lodazal en la localidad de San José

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain