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La mala gestión de la Junta de Andalucía en los recientes casos de listeriosis, y los vínculos entre las protestas prodemocráticas de Hong Kong y la pérdida de peso económico de la antigua colonia británica.
LA Bolsa de Hong Kong ha ofrecido más de 33.000 millones de euros por la City de Londres en plena crisis por el Brexit. Pero más allá de la escasa posibilidad de que la operación prospere, la oferta debe enmarcarse en la crisis que atraviesa Hong Kong, la perla financiera del Pacífico, después de catorce semanas de disturbios por la protesta pro democracia.
Hong Kong ya no representa el papel que tuvo cuando actuó de puente entre China y el mundo, cuando las empresas chinas se establecían en el antiguo protectorado británico para expandirse por el globo y las empresas europeas y norteamericanas hacían lo mismo para llegar al mercado más grande del mundo. Con el cambio de siglo, la apertura china rebajó la importancia de Hong Kong porque las empresas chinas cerraban sus sedes en esa región financiera y las desplazaban a Europa, Estados Unidos, África o Latinoamérica y, al mismo tiempo, las europeas y norteamericanas lo hacían en China. La influencia de esa tendencia es obvia en la actual crisis hongkonesa porque, entre otras razones, ha pasado de representar el 20% del PIB chino al 3% en poco más de veinte años.
Ahora, tras catorce semanas de protestas, algunas violentas como las de ayer, la economía de Hong Kong
empieza a dar signos de colapso. Por ejemplo, el turismo ha sufrido un descenso del 40% interanual. El sector inmobiliario ha tenido una merma del 30% en el alquiler de pisos de lujo, mientras la bolsa, la tercera en importancia del mundo tras las de Nueva York y Londres, ha caído un 10% desde la pasada primavera y las empresas de rating rebajan las expectativas a negativas.
Ante las protestas, Pekín trata de tener un papel moderado con respecto a su reciente pasado, consciente de que no puede resolver la crisis con una nueva Tiananmen, la plaza de Pekín donde en 1989 murieron a tiros del ejército centenares de estudiantes que pedían libertad; quizás miles. La estrategia es ahora, por una parte, presionar a las empresas con sede en Hong Kong para que no se pongan de parte de los manifestantes pro democracia; y ha dado resultado por el miedo a perder acceso al mayor mercado de consumo del mundo. Y por otra, el Gobierno chino trabaja en un proyecto por convertir la Gran Bahía (Hong Kong, Cantón, Macao y Shenzhen) en un macrocentro financiero-económicoindustrial de primera magnitud global. Se trata, por tanto, de ganar la calle con grandes proyectos de futuro que convenzan a los deprimidos hongkoneses para deponer su actitud. No es aventurado pensar que la oferta china por la City tenga que ver con ese macroproyecto.