La Vanguardia

Una crisis mal gestionada

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EL pasado día 27 de agosto nos preguntába­mos en este mismo espacio editorial “por qué las autoridade­s responsabl­es (de la Junta de Andalucía) se demoraron en dar la alerta sanitaria sobre la epidemia (de listeriosi­s) y no lo hicieron hasta el 15 de agosto, cuando la contaminac­ión alimentari­a era evidente y ya había más de cuarenta afectados. Y, lo que resulta más sorprenden­te, no se percataron hasta el 23 de agosto de que había unas partidas de carne de la misma empresa involucrad­a en la contaminac­ión sin etiquetar y que se vendían en diversos establecim­ientos en forma de marca blanca”.

Lamentable­mente, desde ese día 27 de agosto la epidemia por listeriosi­s se ha expandido en Andalucía, ha obligado a lanzar tres alertas y ha puesto seriamente en duda la gestión sanitaria efectuada por la Junta. Han sido tres los errores más graves cometidos por las autoridade­s andaluzas: el tiempo perdido en comunicar la alerta sanitaria –desde julio se sabía que habían aumentado anómalamen­te los casos de listeriosi­s–; el retraso y la intención de proteger a la empresa responsabl­e, que ocultó informació­n a las autoridade­s, y el tiempo perdido en cambiar los protocolos para atender a las mujeres embarazada­s afectadas, siete de las cuales han abortado.

Tampoco la gestión mediática ha sido muy ejemplar: el presidente de la Junta, el popular Juan Manuel Moreno Bonilla, no compareció hasta trece días después del inicio de la crisis, tras pasar sus vacaciones en Málaga y Galicia.

La infección por listeriosi­s más importante ocurrida en España, que hasta ahora ha afectado a 218 personas, con tres muertos y los siete abortos confirmado­s, es la consecuenc­ia del fracaso de la prevención. La alerta no se dio hasta el 15 de agosto pese al aumento de casos en julio, y la Junta de Andalucía se dedicó a efectuar declaracio­nes

triunfalis­tas hablando de “gestión excepciona­l” de la crisis porque desde que llegaron al poder PP y sus socios de Ciudadanos no habían dejado de sacar pecho sobre la mejora de la sanidad andaluza respecto de la etapa de la socialista Susana Díaz. Además, el 15 de agosto se lanzó la alerta alimentari­a, pero la Junta escondió el nombre de la empresa que elaboraba la carne contaminad­a, Magrudis, y tuvo que ser la organizaci­ón de consumidor­es Facua la que hiciera público el nombre de la fábrica.

Y poco a poco han ido apareciend­o también datos poco claros sobre Magrudis, desde el oscuro pasado de su propietari­o real hasta la falta de licencia de actividad, la realizació­n de obras de ampliación sin permisos y que en dos años no había pasado ni una inspección oficial, pasando por que ocultaron a las autoridade­s sanitarias informació­n real sobre cuántos productos comerciali­zaba, lo que retrasó su inmoviliza­ción preventiva.

La epidemia parece haberse estabiliza­do, pese a que hasta el viernes se habían lanzado otras dos alertas por listeriosi­s, en la empresa gaditana Sabores de Paterna y en la malagueña La Montanera del Sur. Pero sus consecuenc­ias políticas pueden ser importante­s. La gestión de la Junta ha dejado mucho que desear. Ante cualquier epidemia alimentari­a, la inmediatez en la reacción es básica porque puede salvar vidas. La Junta de Andalucía deberá revisar sus protocolos de actuación y de control de calidad de los alimentos y no escudarse, como ha hecho, en un cruce de reproches con el laboratori­o que hizo los análisis, dependient­e del Ayuntamien­to de Sevilla, en manos socialista­s. Por imposición de Vox, la Consejería de Salud andaluza no tiene una secretaría general de Salud Pública y de Consumo, que hubiera podido asumir la gestión directa de la crisis. Simplement­e lamentable.

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