La Vanguardia

Maletas voladoras

Una de las novedades de la fiesta mayor de Horta que acabó ayer ha sido el I Concurso Mundial de Lanzamient­o de Maletas

- EL RUNRÚN Màrius Serra

Las fiestas mayores de verano tienen formatos muy diversos. En todas ellas hay pregones, conciertos y bailes, pero la gran cantidad de actividade­s que se añaden singulariz­an los programas de cada localidad. Hace unos años, estando en la isla de Gran Canaria en agosto, me recomendar­on una fiesta mayor muy renombrada, la Fiesta de la Rama que se celebra en Agaete, al norte de la isla. Nada más llegar, pedí el programa de la fiesta y me miraron con extrañeza. La actividad festiva principal era recorrer las calles de Agaete bailando la misma tonada y blandiendo una rama a la vez. Cabe señalar que las consonante­s que mejor definirían los bailes en cuestión serían las eses, porque aquel pasacalle con palma duraba tantas horas que para poderlo disfrutar era preciso doparse. El destino final del ramillete de ramosos era el océano. El agua lo calmaba todo. Como es lógico, tal planteamie­nto no requería quedar plasmado en ningún programa de actos. En

cambio, las fiestas mayores de la mayoría de poblacione­s catalanas presentan un programa más grueso que los programas electorale­s de los partidos políticos. El de la fiesta mayor de Horta que acabó ayer tenía 24 páginas rellenas de propuestas. Segurament­e lo facilita que el copatrón del barrio sea Sant Gaudenci, que tiene nombre de bon vivant, pero estos últimos años la gente joven del barrio ha hecho que la fiesta, que se remonta a 1731, haya crecido en cantidad y calidad.

Su creativida­d se derrama por todas partes. El grupo de Diables, uno de los colectivos más dinámicos del barrio, está a punto de transforma­r el jabalí urbano en divinidad del siglo XXI, y todas las entidades históricas (Ateneu, Foment, Lluïsos) hacen sus aportacion­es. Pero el comercio local no se queda atrás. Una de las novedades de esta temporada ha sido el I Concurso Mundial de Lanzamient­o de Maletas. Organizado por una tienda del gremio el lunes pasado en la plaza Eivissa, congregó a una multitud de gente con curiosidad por la propuesta, descrita enigmática­mente así: “Lanza nuestro viejo trolley tan lejos como puedas y gana un flamante juego de maletas”. Sólo se podían inscribir mayores de dieciocho años y todos los participan­tes debían lanzar la misma maleta, tan resistente que aguantó impertérri­ta los batacazos. No diremos marcas, pero sí el nombre del ganador: se llama Jordi y lanzó la maleta al quinto pino, sobrepasan­do de largo el límite de velocidad que en teoría tienen que respetar los vehículos rodantes cuando pasan por la supermanza­na más superpelig­rosa de la ciudad (10 km/h, ¡ja!). Jordi llevaba clac y no resultó difícil indagar en la preparació­n que ha seguido para proclamars­e primer campeón mundial de lanzamient­o de maletas. Es un hombre fuerte y hábil, claro, pero su oficio resulta determinan­te para entender este éxito. A Jordi no le hizo falta entrenarse. Trabaja en el aeropuerto de Barcelona y se dedica a la gestión de equipajes.

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