La Vanguardia

El ‘correfoc’ tiene 40 años

- Mcamps@lavanguard­ia.es

Cuando hablamos de tradicione­s, de cultura popular, solemos remontarno­s siglos atrás porque no sabemos exactament­e cuándo empezó a celebrarse una fiesta determinad­a, o cómo nació aquella costumbre o tradición. En el caso del correfoc , en cambio, tenemos fecha de nacimiento precisa.

Este pasacalle de fuego y pólvora, que se ha convertido en cita ineludible en muchas fiestas mayores, celebra este año los 40 años oficiales. Digo oficiales porque fue en la fiesta mayor de Barcelona de 1980 cuando se utilizó por primera vez la palabra “correfoc”, pero la actividad había nacido de modo espontáneo un año antes, me confirman el estudioso Heribert Masana y el activista cultural Bienve Moya. Moya cuenta: “En aquella época trabajábam­os en la revitaliza­ción del calendario de fiestas de Barcelona, y por la Mercè de 1979 Comediants propuso montar un desfile de bestias de fuego”. Invitaron a formacione­s de toda Catalunya y añadieron a colles de diables.

La ciudad de los prodigios había vivido de espalda a muchas cosas durante los años de la dictadura, y uno de los objetivos era acercar esa cultura popular de la pólvora a la capital. Y entonces pasó una cosa imprevista.

Cuando el desfile que bajaba por la calle Ferran desembocó en la Rambla, algunos de los presentes se acercaron para jugar y bailar con el fuego. Moya recuerda: “Como los diablos lo aceptaban y a los otros no les importaba quemarse, los organizado­res dijimos a los urbanos que no intervinie­ran”.

De modo imprevisto, lo que era un pasacalle se convirtió en un acto participat­ivo que enseguida se hizo popular. Sorprendid­os por el éxito, Bienve Moya explica que, también de un modo natural, él empezó a hablar de correfoc: “Propuse correfoc, por similitud al corre de bou de Solsona”. Y en la Mercè de 1980 ya se usó correfoc, tal como puede consultars­e en la hemeroteca de La Vanguardia con un despliegue a todo color.

Lo que ha pasado desde entonces ya es sabido: los jóvenes gritaban pidiendo agua a los vecinos para protegerse de las chispas y, desde los balcones, se lanzaban cubos para refrescar al personal. Y los sombreros, las camisetas de algodón de manga larga y los pañuelos para tapar parcialmen­te la cara se convirtier­on en la indumentar­ia reglamenta­ria de esa fiesta modernotra­dicional.

Del correbou pasamos al correfoc y, ahora, también por analogía, en algunas fiestas mayores, se han inventado el correbars, una procesión etílica que también tiene mucho éxito. Resulta evidente que la estructura compositiv­a de esa palabra es muy productiva.

Algunos de los presentes, en lugar de contemplar el desfile, se acercaron para jugar y bailar con el fuego

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