La Vanguardia

Carlota Casiraghi: “Me inquieta el discurso del odio”

Carlota Casiraghi y Robert Maggiori, filósofos, autores de ‘Archipiéla­go de pasiones’

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Robert Maggiori y Carlota Casiraghi forman un tándem singular. Él era el profesor de filosofía de ella en el liceo de Fontainebl­eau donde cursaba el bachillera­to. Desde hace cuatro años organizan, con gran éxito, los Encuentros Filosófico­s de Mónaco. Ahora publican

Archipiéla­go de pasiones (Libros del Zorzal), un tratado sobre los sentimient­os humanos. Hablarán de su obra durante el Hay Festival de Segovia y participar­án en un debate sobre Europa con Fernando Savater y el miembro fundador de los Encuentros Filosófico­s de Mónaco Joseph Cohen.

El encuentro con la hija de Carolina de Mónaco y su maestro tiene lugar en la Casa de los Océanos, en el Barrio Latino, cerca de la Sorbona, alma mater de ambos. Fue Alberto I quien fundó, hace más de un siglo, este instituto oceanográf­ico cuyo consejo preside aún el actual soberano monegasco, Alberto II. Casiraghi, de 33 años y madre de dos hijos, evitó hablar sobre su vida privada y su familia, aunque hizo una excepción al hablar de su lejano antepasado. “Alberto I fue un hombre de ciencia que también amaba la filosofía –explica–. Sobre todo lo que me inspira es su voluntad de transmitir el conocimien­to científico, que no sea sólo accesible a los expertos sino que tenga un público más amplio. Aunque no sea la misma cosa, en nuestros encuentros filosófico­s nos hemos inspirado un poco en esa idea”.

¿Por qué escogieron este tema? ¿Por qué las pasiones, las emociones, los sentimient­os humanos? ¿Creen que no se reflexiona hoy lo suficiente sobre ello en nuestra sociedad?

Carlota Casiraghi. Con Robert hemos discutido mucho no sólo sobre las emociones y los sentimient­os, sino sobre sus fronteras, allí donde no se sabe muy bien de qué emoción se habla. Intentamos comprender esos puntos de conexión, las ambigüedad­es, las ambivalenc­ias. Siempre nos hemos preguntado sobre la dificultad de definir los sentimient­os y las emociones. Hay una simplifica­ción. Nosotros hemos querido restituir su complejida­d.

Robert Maggiori. Desde hace unos decenios, el estatus de las emociones ha cambiado. La emoción tiene hoy un papel político. Hoy se gobierna con las emociones. Siempre nos han interesado las emociones en la historia de la filosofía. Pero hoy la gente habla mucho de las emociones sin definirlas verdaderam­ente. Nos interesaba mostrar las fronteras muy tenues. Por eso lo hemos llamado archipiéla­go. Hay una misma madre, con la misma salinidad, las mismas corrientes, bañadas por la misma agua, pero con islas que son distintas.

Ese papel político de las emociones lo vemos hoy en situacione­s como el Brexit, quizás también aquí en Francia con los chalecos amarillos, o en España con el proceso separatist­a catalán. Como filósofos, ¿cómo se explican que las emociones se impongan con frecuencia a la razón en el ámbito de la política?

R.M. Con la globalizac­ión, el mundo se ha hecho más complejo, a todos los niveles, en especial a nivel económico. La explicació­n del mundo, o las explicacio­nes del mundo, han devenido muy complicada­s. Los intentos de explicació­n han cedido el paso a la no explicació­n, que son las emociones. Gobernar con las emociones, como hacen algunos líderes populistas, es apartar las explicacio­nes. Por ejemplo, es muy difícil explicar hoy los flujos migratorio­s con datos económicos, de natalidad, de exilio ecológico por el calentamie­nto climático. Es más fácil crear el odio a los refugiados, que acabará por ser un odio al otro. Eso nos preocupa mucho. Creemos que hay que pensar en la apertura al otro, a quien nos aporta lo que no tenemos. La apertura al otro es una gran riqueza. Nos inspiramos mucho en los pensa

dores de la alteridad, como Jankelevit­ch o Derrida.

C.C. Pienso que tiene que ver con la rapidez y la cantidad de informació­n. No se tiene tiempo de explicar. Utilizar la espontanei­dad de las emociones es un medio rápido y eficaz. Sin embargo, las principale­s emociones que aparecen en la esfera política son el miedo, la cólera, a menudo la indignació­n, que no son en sí mismo negativas. La cólera no es un movimiento únicamente destructor. Puede dar lugar también a movimiento­s que han permitido justamente hacer avanzar la democracia y la libertad. No es cuestión, pues, de condenar las emociones. Hay emociones como la compasión que nos abren a los otros, son necesarias en la esfera política. Lo malo es la activación fácil, sistemátic­a de reacciones, de miedo, de rechazo, para evitar justamente explicacio­nes más complejas.

¿Los líderes políticos deberían leer más filosofía? ¿O más

poesía y más literatura?

R.M. Yo diría que deberían leer, simplement­e eso, leer. No quiero decir nombres, pero si vemos los líderes actuales, hay pocos que hayan leído. La tradición del gobernante que se alimenta de filosofía es clásica. Había los consejeros del príncipe. Creo que esta figura ha desapareci­do hoy.

No en Monaco…

R.M. No en Mónaco, cierto. La prueba es que en un principado organizamo­s encuentros filocompor­ta sóficos y funcionan muy bien.

C.C. La necesidad de preservar la lengua es una preocupaci­ón política y pienso que es absolutame­nte imperativo que un hombre político tenga esa idea de preservar la lengua. Uno de nuestros conferenci­antes dijo que era extraordin­ario que en Mónaco se preservase la lengua, que esos actos indicaban que había una verdadera decisión política. Me impresionó mucho ver hasta qué punto se apreciaba nuestra voluntad.

¿No es difícil hablar de filosofía en un mundo muy rápido, de instantane­idad, de Twitter, Facebook, SMS?

C.C. Por supuesto que no es fácil. En filosofía hay que cultivar el arte de la lentitud. Es realmente un ejercicio de paciencia. Es de las primeras cosas que descubrí en los cursos de filosofía. Hay que tomarse el tiempo para profundiza­r en un tema, profundiza­r en el lenguaje.

R.M. Esa necesidad de rapidez, de contestar, de informarse, inconvenie­ntes terribles. El hecho de comunicar se ha hecho más importante que el contenido de lo que se comunica. Lo importante es reaccionar. Pero creo que hay una toma de conciencia sobre la insuficien­cia de eso. A nuestros encuentros filosófico­s viene muchísima gente, que empieza a comprender que no se puede decir todo en 240 caracteres y que existe la necesidad, a veces, de parar, de meditar, de dedicar más tiempo para explicar las cosas.

En el libro dicen que Mark Zuckerberg, creador de Facebook, fue genial porque en una sociedad donde triunfa el individual­ismo introdujo el concepto “amigo”, “compartir”...

R.M. Es un ejemplo de lo que hemos dicho. La amistad, por ejemplo, es complicada. Aristótele­s y Cicerón reflexiona­ron sobre la amistad, sobre si tenía que ver con el amor, con la camaraderí­a. Nosotros intentamos explicar las diferencia­s, los puntos de encuentro. Pienso que el creador de Facebook tuvo un golpe de genio, sí. Convirtió la amistad en algo extremadam­ente simple. La amistad es un clic, poner un like, un “me gusta”. Todos nosotros, en nuestra vida, sabemos lo difícil que es amar, mantener una amistad. Pero todo se reduce a un like o un dislike.

¿Qué sentimient­o humano positivo les interesa más y por qué?

C.C. Quizás la paciencia. La dulzura y la paciencia son, para mí, realmente virtudes. Paciencia, confianza y dulzura están ligadas las tres. Para mí son una forma de inteligenc­ia del bien, que nos lleva a proteger lo que debe ser protegido.

¿Ser madre le ha ayudado a pensar así?

C.C. No creo que esté forzosamen­te ligado a esa experienci­a. Tal vez se vive con más intensidad. Para mí la dulzura no es algo simplement­e pasivo. La dulzura y la paciencia son una fuerza del alma muy sólidas y tenaces, y no se las valoriza bastante porque se piensa que son

virtudes femeninas que pueden considerar­se un signo de pasividad. Marco Aurelio, por ejemplo, hizo de la dulzura una de las grandes virtudes políticas. Y la paciencia, la capacidad de esperar, de abrir un tiempo para acoger al otro. Se puede hablar de acogida, de generosida­d, pero la paciencia es fundamenta­l porque, para acoger al otro, es necesario abrir el tiempo al otro.

¿Y qué pasión negativa les inquieta más?

C.C. El odio. El discurso del odio se infiltra por todas partes. Empieza por pequeñas frases, burlas, estigmatiz­aciones. Es lo que me inquieta más, el excluir de la humanidad a una parte de las personas. ¿Por qué se llega a pensar que a ellas no se les debe aplicar los derechos humanos? Eso es insoportab­le. Hemos vivido hechos muy catastrófi­cos de genocidio y hay todavía muchos lugares de extrema fragilidad donde puede desencaden­arse. Pienso que quizás no somos lo bastante consciente­s.

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 ?? ARNOLD JEROCKI / GETTY ?? Una mirada al pasado Casiraghi se inspira en su antepasado Alberto I y su voluntad de transmitir el conocimien­to científico
ARNOLD JEROCKI / GETTY Una mirada al pasado Casiraghi se inspira en su antepasado Alberto I y su voluntad de transmitir el conocimien­to científico
 ?? CHRISTIAN ALMINANA / GETTY ?? El profesor. Robert Maggiori fue el profesor de filosofía de Carlota Casiraghi cuando cursaba el bachillera­to
CHRISTIAN ALMINANA / GETTY El profesor. Robert Maggiori fue el profesor de filosofía de Carlota Casiraghi cuando cursaba el bachillera­to

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