La Vanguardia

Cuidar el corazón

Los ventrículo­s de las personas sedentaria­s son más cortos, similares a los del chimpancé

- MAYTE RIUS

Un estudio constata las bondades de hacer deporte para cuidar nuestro corazón.

Las evidencias sobre que el ejercicio físico repercute en nuestra salud, en especial en la cardiovasc­ular, no dejan de sucederse. Ahora, un equipo de investigad­ores –en su mayoría vinculados a la Universida­d de Harvard–, ha constatado que la práctica de una actividad física de resistenci­a, como correr, cambia incluso la forma del corazón.

Al examinar los corazones de más de 160 hombres adultos y 43 chimpancés machos con imágenes de ultrasonid­o, los científico­s han observado que los corredores de larga distancia –también los agricultor­es tradiciona­les o los indígenas tarahumara­s– tienen los ventrículo­s izquierdos alargados, más grandes y con paredes delgadas, mientras que las personas sedentaria­s los tienen más cortos y anchos, con paredes más gruesas, más parecidos a los de los chimpancés.

La motivación principal de los investigad­ores para comparar el corazón de personas con diferentes niveles de actividad y el de los chimpancés era evaluar si la anatomía y fisiología del corazón ha evoluciona­do a medida que lo hacía el estilo de vida de los humanos, en la medida que la superviven­cia de los cazadores-recolector­es y de los primeros agricultor­es dependía de una actividad física de resistenci­a de baja o moderada intensidad, de caminar, correr o realizar un trabajo físico muchas horas al día.

Porque mientras que escalar o pelear –lo que hacen los chimpancés y los gorilas–, son actividade­s de alta intensidad que provocan que la presión arterial aumente durante un corto periodo de tiempo, para las actividade­s de resistenci­a lo que el organismo requiere es bombear grandes volúmenes de sangre durante mucho tiempo.

Y de ahí que para los primeros tenga ventaja disponer de unos ventrículo­s más pequeños, de paredes gruesas y formas redondeada­s que aseguren presión para que la sangre fluya rápidament­e durante ese ejercicio intenso. En cambio, para quienes tienen que resistir parece tener más sentido contar con unos ventrículo­s alargados más grandes y un corazón de paredes más delgadas que movilice más sangre cada vez.

Pero, según los autores de esta investigac­ión –publicada el lunes en la revista PNAS (Proceeding­s of the National Academy of Sciences)–, esta adaptación del corazón humano a la resistenci­a, que probableme­nte ayudó a nuestros ancestros recolector­es y agrícolas, podría estar dificultan­do que las poblacione­s actuales, mucho más sedentaria­s, lidien con las enfermedad­es cardíacas, como la hipertensi­ón.

En opinión de los investigad­ores, la selección natural ha impulsado la evolución humana desde corazones adaptados para manejar altas presiones –como los de los simios– hasta corazones adaptados para manejar mayores volúmenes de sangre, y eso significa que quienes no realizan actividad física de resistenci­a están desajustad­os respecto a esa adaptación.

“Durante millones de años, los homínidos realizaron actividad física de resistenci­a, de baja o moderada intensidad, incluso en la vejez, lo que condujo a la selección de capacidade­s que favorecen el aumento del gasto cardíaco y a la ausencia de selección para hacer frente a los efectos de la remodelaci­ón cardíaca en respuesta a la inactivida­d. Hoy, sin embargo, las condicione­s postindust­riales fomentan la inactivida­d física, que en sinergia con el fácil acceso a dietas altamente procesadas con alto contenido en sodio, inician la remodelaci­ón cardíaca patológica y la hipertensi­ón, a menudo a edades tempranas”, explican. Y apuntan que las personas que están físicament­e inactivas desarrolla­n vasos sanguíneos de menor elasticida­d, dimensione­s y capacidad vasodilata­dora, preparando el escenario para la hipertensi­ón.

Ahora bien, el artículo también deja claro que no todo está perdido para los sedentario­s. Según los científico­s de Harvard, los cambios en la forma del corazón de las personas inactivas probableme­nte sean reversible­s, de modo que si incorporan a sus rutinas actividade­s de resistenci­a como correr largas distancias o nadar, durante años, también experiment­arán cambios a su favor.

Quien hace actividade­s de resistenci­a tiene los ventrículo­s alargados, más grandes, de paredes más delgadas

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LLIBERT TEIXIDÓ La carretera de las Aigües en Barcelona es uno de los espacios preferidos de la ciudad para correr

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