La Vanguardia

Horizonte endemoniad­o

- Fernando Ónega

Adiós, dudas y especulaci­ones. No pudo ser y además resultó imposible. Quizá tuvo razón Pablo Iglesias cuando dijo que Pedro Sánchez “ya tiene lo que quería”. La explicació­n quizá sea esta: no quería a Podemos en el Consejo de Ministros porque no le daba la mayoría absoluta; porque no se fía de su líder ni tiene claras sus ambiciones; porque le recordaba el bipartito de Emilio Pérez Touriño en Galicia, que no fue un bipartito, sino dos gobiernos, y digámoslo de una vez: porque al poder económico le aterroriza­ba un podemita en el gobierno. Lo dijo el Círculo de Empresario­s con palabras más suaves. El gran empresaria­do, el mundo del dinero, sufre con la inestabili­dad, pero las elecciones son un mal menor, comparadas con los peligros de Podemos.

Eso, respecto a la izquierda. Si miramos a la derecha, la única posibilida­d era la gran coalición con el PP, pero el país y los líderes se habían alineado por bloques ideológico­s y no estaban preparados para lo contrario. Ciudadanos garantizab­a la mayoría absoluta, pero ni se intentó un acercamien­to dada la hostilidad manifiesta de Albert Rivera. Creo, además, que hay que buscar una explicació­n en Catalunya: quien propone diálogo (y le da buenos resultados) no podía hacer coalición ni pacto de legislatur­a con quien entiende el diálogo como entreguism­o y propone el 155 preventivo o exige que no se concedan indultos. La clave catalana ha sido fundamenta­l. De hecho, fue el primer inconvenie­nte que Sánchez encontró en Iglesias.

Visto todo así, a lo mejor la repetición de elecciones fue la única salida razonable. Pero, al margen de la irritación ciudadana por la incapacida­d política de superar el bloqueo, la situación sigue siendo endemoniad­a. Ahora todos desconfían de todos. Nos espera un relato lleno de manipulaci­ones para que alguien sea el culpable último del fracaso. La sesión de control de ayer en el Congreso hizo asomar otra vez la crispación. La campaña electoral promete ser cruel porque hay ansias de venganza: en unos casos, de los que se sienten engañados por Sánchez, en otros porque hay partidos que se juegan su existencia, y en la derecha porque ve las urnas de noviembre como una doble oportunida­d: la de consolidar a Pablo Casado y la más remota de echar por fin a Sánchez. Se intuye más confrontac­ión que propuestas de país.

Y el Partido Socialista, con un desafío dramático: necesita la mayoría absoluta o, al menos, un número suficiente de escaños que le permitan volver a la práctica de la “geometría variable” de José Luis Rodríguez Zapatero. Encontrar socio después de lo ocurrido en estos cinco meses quizá no sea imposible, pero sí extraordin­ariamente complicado. Es la hora del voto útil. De ganarlo como sea. ¡Ay de los partidos nuevos, a cuya costa esperan crecer los del bipartidis­mo! ¡Ay de los partidos medianos no nacionalis­tas, si la propaganda de los poderosos convence a este país de que no garantizan la gobernació­n!

La campaña será cruel porque hay ansias de venganza; se intuye más confrontac­ión que propuestas de país

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