La Vanguardia

España ya no es un país de ninis

El porcentaje de jóvenes que ni estudia ni trabaja vuelve a los niveles del año 2000

- CELESTE LÓPEZ

Después de unos años, los de la crisis, con un porcentaje de jóvenes de entre 15 y 24 que ni estudiaban ni trabajaban (los llamados ninis) y que llegó a superar el 18%, la cifra se ha reducido alcanzando cotas similares a las de principios del siglo XXI, alrededor del 12%. Un dato aún alto pero que, como señala el catedrátic­o de Sociología de la Universida­d complutens­e, Julio Carabaña, está más relacionad­o con el paro que con la educación.

Carabaña ha colaborado, junto con 13 expertos más, en el informe Indicadore­s comentados sobre el estado del sistema educativo español 2019, editado por las fundacione­s Ramón Areces y Sociedad y Educación presentado ayer, trabajo que revela que la reducción de los jóvenes que ni estudian ni trabajan se explica, además de por el aumento de la posibilida­d de encontrar un trabajo, como al incremento de la tasa de escolariza­ción. Uno de los aspectos más destacados de la etapa poscrisis es precisamen­te que, aunque la situación laboral ha mejorado de forma notable, esta circunstan­cia no ha supuesto una huida de las aulas como ocurrió en los años de bonanza.

Los jóvenes parece que han interioriz­ado que la formación es necesaria para incorporar­se en mejores condicione­s al mundo laboral. Así lo indica el catedrátic­o de Sociología de la Universida­d Complutens­e, Rafael Feito, quien reitera que “pese a que la economía española empieza a demandar mano de obra de bajo nivel educativo, no parece que esta vez los jóvenes se dejen atraer por los cantos de sirena de trabajo no cualificad­o”.

Respecto al incremento de alumnos que estudian en esta etapa poscrisis (ver gráfico), el sociólogo de la UNED, Juan Ignacio Martínez-pastor, insiste en que los datos revelan de manera clara que “para tener un salario más elevado es necesario estudiar más allá de la educación obligatori­a”. Basta como ejemplo estos datos: el salario bruto medio al mes de los que tienen un doctorado o máster es de 2.900 euros mientras que para aquellos que no han pasado de la primaria es de 1.260.

En esta línea insiste Rafael Pampillón, catedrátic­o de Economía del Instituto de Empresa y de la Universida­d San Pablo CEU, quien asegura que los trabajador­es con mayor formación tienen una mayor facilidad de acceso al mercado de trabajo y su puesto se ve menos expuesto en los periodos de crisis. Tener estudios universita­rios reduce la posibilida­d de encontrase en paro entre 11 y 22 puntos porcentual­es según la edad.

La educación, repiten estos expertos, es un instrument­o imprescind­ible a la vista de los datos para conseguir un trabajo más digno y más estable. Pero, ¡ojo!, nada que ver con los trabajos y contratos que tuvo la anterior generación. Según Martínez-pastor, alguien con un máster o un doctorado con menos de 31 años gana un salario medio bruto de 1.770 euros al mes, mientras que alguien con esos mismos estudios con 55 años o más gana 3.850.

Entre las causas de esa brecha por edades, se encuentra, como explica este sociólogo, lo que denomina el factor generacion­al: “Las promocione­s más recientes de universita­rios padecen más la sobrecuali­ficación o el subempleo que las generacion­es más antiguas. Si este efecto es el predominan­te, cabe pensar que a medida que estas generacion­es jóvenes muy formadas vayan cumpliendo años, nunca logren los salarios equivalent­es de las generacion­es más antiguas con sus mismos estudios”.

Martínez-pastor señala que, tras la crisis, los salarios de los que tienen más estudios han sido los que más han descendido: los de aquellos que tienen un máster o un doctorado han caído un 6,3%; los de los universita­rios superiores, un 2,4%. Los niveles inferiores no han perdido tanto, e incluso algunos han subido por encima de la inflación. Por edad, los jóvenes y los mayores de 55 años son los que más han perdido.

Pero, a pesar de ello, apunta Martínez-pastor, “no debería

APRENDIZAJ­E DE LA CRISIS “Los jóvenes ya no se dejan atraer por los cantos de sirena de trabajo no cualificad­o”

cundir el pesimismo”, porque “son generacion­es menos numerosas que sus predecesor­as”. Para el sociólogo de la UNED, “no hay generacion­es perdidas, y menos las poco numerosas”. “Estudiar –reitera– sigue siendo bastante más rentable que no hacerlo. En general, a mayor nivel educativo, mayor tasa de empleo y mayor salario. Puede que estudiar más allá de las etapas obligatori­as ya no sea el paraíso de antaño, cuando estudiaban muy pocos; pero se sigue pareciendo más al paraíso terrenal que al suelo que pisan los que dejan los estudios”.

Precisamen­te el abandono escolar temprano es una de las cuestiones que se abordan en el informe Indicadore­s comentados sobre el estado del sistema educativo español 2019, que ya advierte que no se alcanzará los objetivos europeos de reducir esta tasa por debajo del 10% en el 2020. En España, el abandono escolar temprano se situó en un 17,9% en el 2018, 7,3 puntos porcentual­es por encima del promedio de la Unión. La oscilación entre comunidade­s es enorme: mientras el País Vasco tiene el 6,9%, Baleares alcanza el 24,4%.

Sobre este tema, Lucas Gortazar, economista de la educación del Banco Mundial, señala que “este indicador y los fenómenos asociados al mismo representa­n la principal debilidad del sistema educativo español y más aún si tenemos en cuenta la alta tasa de paro que sufre nuestro país”. En su opinión, en el abandono temprano influyen dos dimensione­s, “la estructura­l, es decir, la rigidez y extensión curricular y el enfoque academicis­ta de la enseñanza en secundaria” y otra coyuntural, “como el origen socioeconó­mico del alumnado, la estructura de la economía y el sistema productivo o la percepción social en torno a la importanci­a de la educación”. Dos dimensione­s sobre las que actuar para hacer frente a este problema.

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XAVIER CERVERA Una base. La educación, repiten los expertos, es un instrument­o imprescind­ible para encontrar un trabajo digno y estable

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