Huérfanos que caen en el olvido
El incierto futuro de menores testigos de una violencia machista que se lo roba todo
Cuatro niños de edades comprendidas entre los 4 y 10 años se han sumado esta semana, en un intervalo de 48 horas, a la lista de huérfanos por violencia machista. Con estos dos casos –Valga, en Pontevedra, y Ciudad Lineal, en Madrid– son 263 los niños que se han quedado sin madre y, en muchos episodios, sin padre, desde el 2013, cuando la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género empezó a contabilizar estos casos de orfandad.
Esos menores fueron testigos del asesinato de sus madres, como ocurre en un alto porcentaje de episodios de violencia machista. Y eso provoca un grave trauma en esos niños. Vicente Garrido, psicólogo y profesor de Criminología en la Universitat de València, considera que el hecho de que esos menores sean testigos de esos crímenes puede responder al efecto oportunidad. “Muchas de esas muertes se consuman en el seno familiar y los hijos están ahí, porque forman parte del mismo”. Podrían darse casos, añade Garrido, en que el asesinato de la mujer delante de sus hijos sea deliberado y consecuencia del papel jugado por esos menores en el conflicto familiar. “Sería como un castigo hacia esos niños, en el momento álgido del ataque de ira, por estar del lado de la madre”.
La psicóloga in fantoj uve nil,raquelC astro Cavero apunta, por su parte, que esos asesinatos con los hijos de la víctima como testigos serían la prueba de que el padre “considera a esos niños meros objetos y al no haber ninguna empatía hacia ellos ni hacia la mujer, lo menos que le importa en ese momento al hombre es el trauma que esa escena provocará a los niños”.
Cuando un menor es testigo de un episodio de violencia machista, todo son ayudas en los primeros momentos. Pero al cabo de un tiempo, si no hay una atención integral, esos niños caen en el olvido. Y la vida, para ellos, continúa.
“Su mundo se desmorona en un segundo, la gente los mira como si tuvieran la culpa de algo, de repente dejan de ser invitados a los cumpleaños de sus amigos y en muchas ocasiones se ven obligados a cambiar de colegio”, indican desde Fundación Mujeres. Todo esto agrava todavía más la doble estigmatización que padecen estos menores: “Son hijos de una víctima de violencia machista y también, cuando es el padre el que ha cometido el crimen, hijos de un asesino”.
La atención inmediata por parte de profesionales tras uno de estos episodios, y más si han sido testigos de la muerte de la madre, es obligada. Raquel Castro recomienda seguir en esa inicial intervención unas pautas determinadas para ayudarles a sobrellevar la tragedia. “Hay que acompañarles en su duelo, manejar correctamente la información de lo sucedido, evitar la sobreprotección, así como la compasión exagerada o la negación del impacto de la muerte, es muy importante mantenerse física y emocionalmente cerca del menor, romper el silencio y el tabú del asesinato, rehacer la historia familiar y restablecer la rutina y la estabilidad”.
El último punto, a priori el que menos complicaciones plantearía, es en realidad el más difícil de conseguir, insisten desde Fundación Mujeres. Lo que comparte la psicóloga Raquel Castro. “Para que esos niños puedan rehacer sus vidas es necesaria una verdadera red de apoyo social”, afirma.
Fundación Mujeres presiona (al margen de ayudar a esos menores con el Fondo de Becas Fiscal Soledad Cazorla Prieto) para que esas involuntarias víctimas de la violencia machista reciban una pensión digna que les permita progresar. El Gobierno ya ha aprobado una ley para subsanar ese gran olvido.
ASESINATOS CON ESPECTADORES Matar a la mujer ante sus hijos puede ser por oportunidad, castigo o por falta de empatía