Vic se hermana con Portbou
Juliane Heinemann abre el Mercat de Música Viva con un electrónico-poético homenaje a Walter Benjamin
Arrancó la cita músico-profesional de Vic con la inesperada sorpresa de un chaparrón de dimensiones notables y un cielo de tonos amenazadoramente sombríos. No amedrentó ni lo uno ni lo otro para que el aficionado y el profesional del sector acudiesen a una convocatoria fundamental en el tejido cultural catalán. Un carácter estratégico que fue realzado con la presencia de la activa consellera del ramo, Mariàngela Vilallonga, que se dejó ver en el concierto inaugural.
Una presencia silente la suya pero que sirvió también para dar dimensión al anuncio del premio Puig-porret de este año (Núria Andorrà, por el espectáculo Constel·lacions, que gravita sobre música, visuales y circo) y sobre todo al estreno del notable L’últim camí de Walter Benjamin. Una obra concebida y llevada a la práctica por la música y artista alemana Juliane Heinemann, y que aparte de reflejar una indudable inquietud creativa demuestra asimismo cierta dosis de riesgo.
La idea de este proyecto se centraba en revivir (e imaginar, lógicamente) el último día en la vida del filósofo y escritor berlinés Walter Benjamin en su huida del terror nazi y su suicidio final en Portbou. A partir de allí, Heinemann ha elaborado un viaje sonoro propio y respaldado por un despliegue visual elaborado en estrecha complicidad por Samuel Navarrete.
Ese camino del título se articuló sobre esas diez piezas originales de Heinemann, de tintes electrónicos y con una líricas basadas y/o inspiradas en poemas y textos de escritores de diferentes tiempo y condición: Lorca, Juan Ramón Jiménez, Alberti, Paul Celan, Machado, Màrius Torres, Rilke o el propio Benjamin.
El vestido sonoro que ha confeccionado la música germana es de concepto y materialización electrónica. De hecho, exceptuando el desdoblamiento de Oriol Roca en baterías electrónica y acústica, el resto de espléndidos músicos que la acompañaban trabajaron sobre teclados electrónicos, mesa de efectos y, en el caso de Marcel·lí Bayer, con clarinete y saxo tratados.
Con un acompañamiento de imágenes que se reflejaban en una pantalla al fondo del escenario e intermitentemente en una pantalla transparente dispuesta entre los músicos y el público, el efecto visual fue brumoso, evocador pero también inquietante por sus tonos borrosos y sombríos.
Las composiciones, por su parte, comenzaron a respirar con dimensión
La obra es brillante conceptualmente, con una electrónica nada previsible e imágenes un punto inquietantes
melódica prácticamente a mitad de concierto –que no se extendió más allá delos 45 minutos– con El soldado soñaba, basado en El soldado de Alberti. A partir de allí, adquirió toda su dimensión un admirable proyecto conceptual con alguna cima sobresaliente como Mas allá, que musicalmente exudó melodía, ritmo y espléndida nitidez.
Al final, como había ocurrido en dos momentos anteriores, sobre la pantalla se sobreimpresionó un texto, signado en este caso por el propio homenajeado: “Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres”. Ejemplar colofón.