La Vanguardia

Vic se hermana con Portbou

Juliane Heinemann abre el Mercat de Música Viva con un electrónic­o-poético homenaje a Walter Benjamin

- Esteban Linés Vic

Arrancó la cita músico-profesiona­l de Vic con la inesperada sorpresa de un chaparrón de dimensione­s notables y un cielo de tonos amenazador­amente sombríos. No amedrentó ni lo uno ni lo otro para que el aficionado y el profesiona­l del sector acudiesen a una convocator­ia fundamenta­l en el tejido cultural catalán. Un carácter estratégic­o que fue realzado con la presencia de la activa consellera del ramo, Mariàngela Vilallonga, que se dejó ver en el concierto inaugural.

Una presencia silente la suya pero que sirvió también para dar dimensión al anuncio del premio Puig-porret de este año (Núria Andorrà, por el espectácul­o Constel·lacions, que gravita sobre música, visuales y circo) y sobre todo al estreno del notable L’últim camí de Walter Benjamin. Una obra concebida y llevada a la práctica por la música y artista alemana Juliane Heinemann, y que aparte de reflejar una indudable inquietud creativa demuestra asimismo cierta dosis de riesgo.

La idea de este proyecto se centraba en revivir (e imaginar, lógicament­e) el último día en la vida del filósofo y escritor berlinés Walter Benjamin en su huida del terror nazi y su suicidio final en Portbou. A partir de allí, Heinemann ha elaborado un viaje sonoro propio y respaldado por un despliegue visual elaborado en estrecha complicida­d por Samuel Navarrete.

Ese camino del título se articuló sobre esas diez piezas originales de Heinemann, de tintes electrónic­os y con una líricas basadas y/o inspiradas en poemas y textos de escritores de diferentes tiempo y condición: Lorca, Juan Ramón Jiménez, Alberti, Paul Celan, Machado, Màrius Torres, Rilke o el propio Benjamin.

El vestido sonoro que ha confeccion­ado la música germana es de concepto y materializ­ación electrónic­a. De hecho, exceptuand­o el desdoblami­ento de Oriol Roca en baterías electrónic­a y acústica, el resto de espléndido­s músicos que la acompañaba­n trabajaron sobre teclados electrónic­os, mesa de efectos y, en el caso de Marcel·lí Bayer, con clarinete y saxo tratados.

Con un acompañami­ento de imágenes que se reflejaban en una pantalla al fondo del escenario e intermiten­temente en una pantalla transparen­te dispuesta entre los músicos y el público, el efecto visual fue brumoso, evocador pero también inquietant­e por sus tonos borrosos y sombríos.

Las composicio­nes, por su parte, comenzaron a respirar con dimensión

La obra es brillante conceptual­mente, con una electrónic­a nada previsible e imágenes un punto inquietant­es

melódica prácticame­nte a mitad de concierto –que no se extendió más allá delos 45 minutos– con El soldado soñaba, basado en El soldado de Alberti. A partir de allí, adquirió toda su dimensión un admirable proyecto conceptual con alguna cima sobresalie­nte como Mas allá, que musicalmen­te exudó melodía, ritmo y espléndida nitidez.

Al final, como había ocurrido en dos momentos anteriores, sobre la pantalla se sobreimpre­sionó un texto, signado en este caso por el propio homenajead­o: “Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres”. Ejemplar colofón.

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PERE DURAN / NORD MEDIA Un momento del concierto inaugural, ayer, del Mercat de Música Viva de Vic
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