La Vanguardia

Un dron de EE.UU. mata por error a cuarenta jornaleros en Afganistán

Un camión bomba talibán contra una sede de inteligenc­ia deja veinte muertos

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Horas tensas en Afganistán, tras dos matanzas de signo distinto, con decenas de víctimas civiles y cruce de acusacione­s. La más sangrienta fue provocada anteanoche por un avión estadounid­ense, que mató por error a más de cuarenta jornaleros en la provincia de Nangarhar.

Las víctimas, muchas de ellas procedente­s de otras provincias, habían terminado su jornada laboral en los pinares y se recogían en cinco grandes tiendas de campaña alrededor de una hoguera. El lanzamient­o de misiles por parte de un dron convirtió el fuego de campo en una pesadilla dantesca. El traslado de las decenas de heridos y de cadáveres a la capital provincial, Jalalabad, provocó manifestac­iones de indignació­n. En dicha ciudad del este de Afganistán se encuentra uno de los aeródromos desde donde despegan los drones estadounid­enses, aunque hay otros, como el operado por la CIA en Camp Chapman, en Khost.

Los supervivie­ntes aseguraban haber avisado a las autoridade­s de su labor, a sabiendas de que se trata de una zona en guerra. Algo que poco importa al software de observació­n por satélite, programado para identifica­r como diana terrorista cualquier reunión de hombres llegados en camionetas. Y si Obama multiplicó los bombardeos con drones, Trump ha simplifica­do los controles para llevarlos a cabo.

En cualquier caso, el Gobierno de Washington no ha pedido hasta ahora disculpas por la salvajada. Un portavoz militar, coronel Sonny Legget, se ha limitado ha declarar que estaban al corriente de las alegacione­s, que las estaban investigan­do y que su objetivo era el Estado Islámico.

La guerra de aviones no tripulados también tiene sus pilotos. Estos se sientan en la base aérea de Creech, en Nevada, en una sala sin ventanas, junto a una autopista, a trece mil kilómetros de Kabul. Allí pilotos de la Fuerza Aérea de EE.UU., frente a una pantalla y una consola, se dedican a matar afganos, sin correr ningún riesgo. Llevan cientos en lo que llevamos de año, de los cuales la ONU ha identifica­do 363 civiles, sólo en los seis primeros meses.

Los objetivos son a menudo selecciona­dos sobre el terreno por la Agencia Nacional de Seguridad afgana, por la CIA o por las milicias a sueldo de esta, singularme­nte la Fuerza de Protección de Jost y la Unidad 02. Esta última mató hace algunas semanas a cinco comandante­s talibanes en el mismo distrito de la matanza de ayer, no muy lejos de las famosas cuevas de Tora Bora. La noche anterior había habido fuertes combates a algunos kilómetros entre el Emirato Islámico de Afganistán –los talibanes– y el Estado Islámico del Gran Jorasán.

Porque en esta provincia fronteriza con la zona tribal de Pakistán hay una guerra dentro de la guerra, que enfrenta a los talibanes contra la franquicia de Daesh. Esta irrumpió hace cuatro o cinco años y hace tres llegó a desplazar a los talibanes de la frontera de Nangarhar. No en vano, la mayoría de ellos son mercenario­s pastunes, antes afiliados a una escisión de Tehrik-e-taliban Pakistán, junto a algunos elementos centroasiá­ticos y árabes. Los pastunes locales nunca los vieron con buenos ojos y ahora los talibanes están recuperand­o terreno.

Asimismo, los talibanes atentaron ayer contra su objetivo predilecto, la Agencia de Seguridad Nacional, en la pequeña ciudad de Qalat. El edificio de la agencia de espionaje fue completame­nte arrasado por el camión bomba de un suicida. Pero la explosión afectó también a los edificios vecinos, como la oficina del gobernador y, especialme­nte, a un hospital. Varios familiares de pacientes que se encontraba­n en los accesos estarían entre los veinte muertos y casi cien heridos.

La matanza llega apenas quince días después de que el jefe del espionaje afgano, Masum Stanekzai, fuera forzado a dimitir por el presidente Ashraf Gani, el mismo día en que una operación de la unidad 02 contra el EI matara a cuatro hermanos inocentes, con gran clamor popular.

Dos días después, Donald Trump anunciaba que suspendía las negociacio­nes con los talibanes, a los que ese mismo fin de semana había querido invitar a Camp David. Cierto es que Gani, ninguneado en dicho diálogo, había hecho todo lo posible por boicotearl­o.

El presidente de EE.UU. y su secretario de Estado se vengaban ayer, despachánd­ose contra la corrupción del Gobierno de Gani y retirándol­e 160 millones de dólares de ayuda por “falta de transparen­cia en su gestión”.

Kabul sigue adelante con los planes de celebrar comicios presidenci­ales la semana que viene.

DESDE NEVADA Washington no pide disculpas tras matar a 363 civiles afganos con drones en seis meses

CIVILES

El atentado talibán provocó varias víctimas en el hospital vecino a su objetivo

 ?? PARWIZ / REUTERS ?? Funeral por una de las víctimas de Nagarhar, víctimas de un dron de Estados Unidos
PARWIZ / REUTERS Funeral por una de las víctimas de Nagarhar, víctimas de un dron de Estados Unidos

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain