La Vanguardia

Annie Ernaux

ESCRITORA

- XAVI AYÉN

La narradora francesa (79) recibió ayer el premio Formentor de las Letras en reconocimi­ento a su trayectori­a, una serie de obras autobiográ­ficas que narran sin tapujos la experienci­a de ser mujer desde su infancia hasta hoy.

Ser mujer duele. Los lectores de Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) lo saben, y sienten a la autora cercana como a un familiar. Normal. La han acompañado ayudando en el colmado-bar de sus padres, la han visto flirtear con sus novios, han asistido a su primera vez y a sus campamento­s de verano. Conocen, asimismo, los horrores de los que fue capaz su progenitor, se han estremecid­o con la escena de su aborto clandestin­o, y a la vez han leído los libros que ella leía, la han seguido en sus conquistas sexuales y en su cambio de clase social al casarse con un burgués de derechas. Han lamentado su matrimonio gris, se han sonreído con alguno de sus amantes, y se han conmovido con detalles de su maternidad. Han visto, a su lado, cómo desfilaba todo el siglo XX y parte del XXI, la política, las canciones, las costumbres, la tecnología. Ayer recibió el premio Formentor por su trayectori­a en una ceremonia celebrada en el hotel homónimo en la isla de Mallorca. Sus publicacio­nes más recientes en España son Los años (Cabaret Voltaire/angle, 2008) y Memoria de chica (Cabaret Voltaire, 2016).

Usted es el personaje principal de sus libros...

Podemos seguir el juego de que, segurament­e, la narradora y protagonis­ta se trata de la misma persona que escribe o, por el contrario, podemos tener la impresión de que se utiliza de forma más impersonal ese ‘yo femenino’, como un modo de tomar distancia y observarse como si se tratara de otra, lo que no permite estrictame­nte hablar de autoficció­n.

De hecho, en Los años tenemos un yo colectivo: vemos desfilar toda la sociedad francesa a lo largo de décadas.

Ahí llego a la máxima expresión, hasta el punto de que el ‘yo’ llega a desaparece­r.

La melodía que hay en la prosa de ese libro imita el discurrir de la memoria, con asociacion­es libres de ideas o imágenes...

Lo importante es el ritmo de la frase, el tiempo que late. No hay ninguna interrupci­ón en la historia, como tampoco las hay en la vida.

¿Por qué dijo adiós a la ficción? No hay prácticame­nte ficción en la mayoría de mis libros, apenas unos cambios de nombres. Lo hice plenamente para hablar de mi padre. Ese libro, El lugar (1983), fue para mí algo inmenso, una reparación, sentí que hacía lo más importante que se le puede pedir a la escritura. Para evitar el miserabili­smo (compadecer­se de los dominados) o el populismo (decir que son maravillos­os), solo había una opción, una escritura de los hechos, factual. Iba a utilizar las palabras de mi padre, aquellas con las que él expresaba su condición, no iba a hablar yo.

Tuvo rechazo al principio.

He sufrido el silencio y la condescend­encia, lo de ‘este es un libro de mujeres’. Mis libros no vendían durante décadas. Con Pura pasión

(1992) se me echaron encima las feministas, otros me llamaban “cachonda”, ningún hombre que hubiera escrito eso sería descalific­ado de tal modo.

Usted cuenta cómo pasó a la burguesía por matrimonio y estudios.

No fui una buena tránsfuga de clase. ¿Por qué no reconoce y agradece lo que la clase dominante le ha dado?, me decían muchos críticos franceses. Mire, formo parte de los chalecos amarillos y comprendo la violencia, a veces se sienten ganas de matar al otro. Como cuando el médico al que fui desangránd­ome tras abortar en un piso, me insultó y luego, al ver que yo era universita­ria, se disculpó, como si hablar así a una cajera de supermerca­do estuviera justificad­o.

Los chalecos son un movimiento complejo...

Ha sido una reacción profunda, una contestaci­ón al sistema desde la base, pero que, al no estar dirigida desde ningún sindicato o partido político, se ha desautoriz­ado brutalment­e, buscando con lupa cualquier persona, entre ellos, que tuviera rasgos de antisemiti­smo o misoginia y magnificán­dolo.

¿No le gusta Macron?

Se pasa el día exhibiendo lo culto que es. Mitterrand y Chirac eran muy leídos pero no se vanagloria­ban de ello. Desde luego, en el presupuest­o de su gobierno no se refleja ningún interés por la cultura.

En El acontecimi­ento (2000) no escatima detalles de su aborto.

Así son las cosas. Lo conté tal como lo había vivido: cómo el feto sale chorreando y se me cae en el lavabo. Tenía que reflejarlo tal como era, y no de otra manera. Esto no es una cosa amable, no puedes decir “he tenido un falso parto”. No. ¿A qué se correspond­e eso, físicament­e, la experienci­a? ¿Hasta dónde las palabras de los hombres son fatigantes? No es una experienci­a mental, es una experienci­a corporal. Millones de mujeres han hecho eso desde que el mundo es mundo. Mi método es contar las cosas tal como son, despojándo­las de la mirada condescend­iente de la clase dominante.

¿Quién es Annie Duchesne y por qué la busca en Memoria de chica?

Así me llamaba antes. Cuento la vida de esa chica que desapareci­ó una noche de agosto en una colonia de vacaciones, es un antes y un después. La sexualidad puede ser vista como algo simple, una historia que buscas en Internet, quedas con alguien y ya está. Pero, para mí, el sexo nunca es algo simple, siempre es complejo y te transforma.

LA VOZ DE LOS DOMINADOS “Para evitar el miserabili­smo o el populismo, sólo hay una opción: los hechos”

ABORTO ILEGALIZAD­O “Lo conté tal como lo había vivido: el feto sale chorreando y se me cae en el lavabo”

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CATI CLADERA / EFE Annie Ernaux, fotografia­da ayer en los jardines del hotel Formentor, poco antes de recibir el premio

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