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El limitado plan de transición energética alemán para combatir el calentamiento climático anunciado por Angela Merkel, y la tregua de las fiestas de la Mercè en el agitado calendario político barcelonés.
ALEMANIA ha puesto en marcha un plan de transición energética para combatir el calentamiento climático que comportará movilizar 100.000 millones de euros en inversiones hasta el 2030, aunque más de la mitad, en concreto 54.000 millones, se deben desembolsar en los próximos cuatro años. El citado plan, presentado ayer por la canciller, Angela Merkel, ya ha sido criticado por los ecologistas como insuficiente, aunque, sin lugar a dudas, debe reconocerse que es una iniciativa novedosa para la protección del clima cuya intención debería ser imitada por el resto de países, incluida España. El problema del plan es que su dimensión y volumen, teniendo en cuenta las dimensiones de la economía alemana, pueden definirse como decepcionantes.
El objetivo de las medidas aprobadas por el Gobierno de concentración alemán, después de varios meses de intensa s negociaciones, es reducir un 55% las emisiones de gases invernadero en el 2030 en comparación con los niveles de 1990, después de que la propia Merkel haya reconocido que en el 2020 incumplirá sus compromisos climáticos.
Una de las características clave que limitan el alcance del citado plan es que no se financiará con cargo a un mayor endeudamiento público, ya que Alemania quiere mantenerse fiel a su objetivo de equilibrio fiscal, sino que los fondos necesarios deberán salir de la tasa que se impondrá a las emisiones de CO2. Ello provocará el incremento consiguiente de los combustibles fósiles, como la gasolina, el diésel, el gasóleo para calefacciones y el gas natural. También se creará un mercado de derechos de emisiones contaminantes para las empresas. Es decir, Alemania descarta inyectar más dinero a la economía para impulsar su crecimiento y el de sus vecinos.
El Gobierno, sin embargo, vigilará de cerca el incremento del precio de los combustibles. Aunque en Alemania hay una gran concienciación sobre la necesidad de combatir el calentamiento global, como se comprobó en la masiva asistencia a las manifestaciones por el día del Clima celebrado ayer, las autoridades intentan evitar que se produzca una protesta social como la de los chalecos amarillos en Francia cuando entró en vigor la tasa verde. Como compensación al aumento de los combustibles, los consumidores dispondrán de mayores desgravaciones fiscales por su desplazamiento diario al trabajo.
Otras medidas que se prevén son la promoción del coche eléctrico, con importantes subvenciones y una gran red de puntos de recarga, así como el abaratamiento de los transportes públicos y de los viajes en tren, que incluirá la mejora de la red de ferrocarriles, al tiempo que se incrementan los billetes de avión.
Además, el plan establece un conjunto de actuaciones para reducir la emisión de gases de efecto invernadero en la construcción, la industria, la agricultura y la producción de energía. En este sentido, se acelerará el desarrollo de la producción de energía solar, eólica y de biomasa con el objetivo de que en conjunto lleguen a representar el 65% del total frente al 40% actual. A ello se suma el compromiso de abandonar definitivamente la energía nuclear en el 2022 y el carbón en el 2038. El cierre de las minas, sin embargo, se presenta socialmente complicado.
La apuesta del Gobierno alemán por la transición energética contra el calentamiento climático cuenta con un gran respaldo social, con un apoyo que las encuestas estiman superior al 64%. Tanto es así, que conservadores y socialdemócratas esperan que el proyecto por el clima presentado ayer sea decisivo para aumentar su debilitada popularidad y les refuerce ante futuras elecciones.