La Vanguardia

Sérgio Moro

MINISTRO DE JUSTICIA DE BRASIL

- ANDY ROBINSON Rio de Janeiro Enviado especial

Las revelacion­es que van saliendo de cómo se manipuló el juicio contra el expresiden­te Lula da Silva –hoy en la cárcel– no dejan en muy buena posición a Sérgio Moro, hoy ministro de Justicia y entonces juez instructor del caso.

Tras el goteo de filtracion­es publicadas por la revista electrónic­a The Intercept yla Folha de São Paulo en las últimas semanas, una pregunta recorre los bufetes de abogados en Río de Janeiro: ¿la crisis de credibilid­ad de la investigac­ión del proceso anticorrup­ción conocido como Lava Jato puede allanar el camino a la puesta en libertad del expresiden­te del Partido de los Trabajador­es (PT) Luiz Inácio Lula da Silva?

Los líderes del PT sostienen que, como manifestó el pasado sábado Fernando Haddad, candidato de este partido a las elecciones del 2018, el material procedente de la intervenci­ón de cientos de conversaci­ones y mensajes entre los fiscales y el juez Sérgio Moro “demuestra de forma definitiva la instrument­alización de Lava Jato con fines políticos”. Para algunos, esto eleva la posibilida­d de que Lula, encarcelad­o por un supuesto cohecho al aceptar que la constructo­ra OAS realizara reformas en un apartament­o de la ciudad playera de Guarujá, sea puesto en libertad.

Gilmar Mendes, integrante del Tribunal Supremo, arremetió el lunes pasado contra los métodos de la investigac­ión Lava Jato. Las conversaci­ones entre fiscales y el juez Moro, publicadas por The Intercept, constituye­n “un juego de promiscuid­ad”, declaró. Las relaciones de “conurbio” (matrimonio) entre el juez y los fiscales “no cuadran en nuestro modelo de Estado de derecho”, añadió.

Un ejemplo de este “matrimonio” es el intercambi­o de mensajes entre el juez Moro y el fiscal jefe Deltan Dallagnol publicado por la revista electrónic­a. En una llamada, Moro le pregunta a Dallagnol: “¿Qué te parecen esas afirmacion­es locas del PT? ¿Las desmentimo­s?”, pregunta Moro –ahora ministro de Justicia en el Gobierno de Bolsonaro–, como si el juez y el fiscal fueran miembros de un mismo equipo.

Sin embargo, la presencia de Moro en el Gobierno de Jair Bolsonaro convierte la liberación de Lula en un asunto aún más espinoso que antes. “El Supremo está dividido y, pese a todo, Moro sigue siendo una de las figuras políticas más populares del país, aunque tenga pocos amigos en el Congreso; así que es un problema político y (los jueces del Tribunal Supremo) no saben qué hacer”, señala en una entrevista Jose Crispinian­o, asesor legal del Instituto Lula.

Lula, que a los 74 años lleva 17 meses encarcelad­o en un calabozo de 15 metros cuadrados, insiste en que no aceptaría un perdón por motivos humanitari­os. “Lo único que valdrá para él es la anulación del juicio y la declaració­n de su inocencia”, añade Crispinian­o. El Gobierno de Bolsonaro acaba de anunciar un plan para agrupar a todos los presos del caso Lava Jato, entre ellos a Lula, en una nueva cárcel que se construirá en el sur del país.

Existen otras seis acusacione­s contra Lula, aunque ninguna de ellas parece mucho más sólida jurídicame­nte que el precario caso de Guarujá, el tríplex que la constructo­ra OAS reformó por 300.000 euros en el año 2014, supuestame­nte como un soborno a cambio de obras adjudicada­s por Petrobras ocho año antes, cuando Lula era presidente. Según la escritura, el apartament­o no pertenecía entonces a Lula y ha sido vendido por su propietari­o legal. Pese a ello, Moro sentenció al expresiden­te a nueve años de cárcel por corrupción pasiva y blanqueo de dinero, una pena que un segundo tribunal elevó a 12 años.

La acusación descansa en las declaracio­nes del presidente de la constructo­ra OAS, Leo Pinheiro, que fue encarcelad­o en el 2014 por corrupción. A cambio de inculpar a Lula, Pinheiro logró reducir su pena a la mitad y fue puesto en libertad la semana pasada. Algunas de las conversaci­ones intervenid­as dejan entrever que, tras negarse a implicar a Lula durante meses, Pinheiro cambió su testimonio al comprobar que seria la única forma de pactar una reducción de la pena con los fiscales de Lava Jato. Un caso muy similar al que ha llevado a la cárcel al expresiden­te fue anulado el mes pasado por el Tribunal Supremo por haberse utilizado en él un método que incentivab­a las delaciones.

Incluso el propio Dallagnol ex

SOSPECHOSA­S COINCIDENC­IAS Las conversaci­ones revelan una total sintonía entre los fiscales y el magistrado

MONTAJE INTENCIONA­DO Los mensajes entre el expresiden­te y Rousseff se manipularo­n para difundirlo­s después

presa dudas respecto a la acusación contra Lula en una conversaci­ón intervenid­a y sólo se muestra convencido de ello cuando el grupo Rede Globo, que lideró la campaña mediática contra el expresiden­te, publicó un artículo fuertement­e especulati­vo sobre el apartament­o de Guarujá.

La semana pasada, otra acusación por corrupción contra Lula de los mismos fiscales de Lava Jato fue rechazada por un tribunal de São Paulo que calificó la denuncia de “inepta”. “Basta tener un poco de sentido común para ver que está llena de interpreta­ciones y de un montón de suposicion­es”, sentenció el juez.

La credibilid­ad de la investigac­ión sobre el caso se vio nuevamente erosionada la pasada semana cuando el diario Folha de São Paulo publicó el contenido de unas conversaci­ones telefónica­s de Lula en marzo del 2016, momento clave de la ofensiva jurídica contra el expresiden­te. En esos días, Moro había tomado la polémica decisión de filtrar a Rede Globo una corta conversaci­ón entre Lula y la entonces presidenta Dilma Rousseff tras autorizar la intervenci­ón del teléfono del expresiden­te. La filtración causó una potente sensación, ya que daba la impresión de que Rousseff ofrecía un puesto en el gobierno a Lula con el único fin de que este pudiera protegerse legalmente de los fiscales de Lava Jato aprovechan­do el aforamient­o que establece que los ministros deben ser juzgados por el Tribunal Supremo.

El delito de grabar y publicar una conversaci­ón privada de tan alto nivel fue eclipsado entonces por la indignació­n que se desató al conocerse que Lula pretendía huir de la justicia. Enormes manifestac­iones de hasta tres millones de personas, convocadas con el apoyo de los grandes medios de comunicaci­ón, recorriero­n las avenidas de São Paulo y de Río con monigotes hinchables de Lula en uniforme carcelario. Cuando Globo News –el primer medio de comunicaci­ón en recibir la filtración– dio la noticia, Dallagnol escribió el siguiente mensaje: “Un día estupendo (risas)”.

Ahora parece claro que el día estupendo para los fiscales no lo fue para el Estado de derecho brasileño. En otras veinte conversaci­ones que mantiene Lula aquella misma semana –una de ellas, con el entonces vicepresid­ente Michel Temer– queda bastante claro que el principal motivo que mueve al expresiden­te para aceptar entrar en el gobierno es el de luchar contra la operación de impeachmen­t en marcha contra Rousseff.

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EVARISTO SA / AFP Sérgio Moro, ahora ministro de Justicia en el Gobierno de Jair Bolsonaro, fue el juez que llevó a Lula a la cárcel
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