La Vanguardia

Líderes errantes

- Ignacio Sánchez-cuenca

En tiempos de normalidad, la política resulta previsible. Los engranajes que transmiten el movimiento que procede de los ciudadanos y que hace girar las ruedas de los partidos y las institucio­nes están perfectame­nte engrasados. Los ciudadanos entienden las consecuenc­ias de votar a uno u otro partido, se imaginan qué alianzas funcionará­n, cómo funcionará­n las institucio­nes y qué tipo de políticas se llevarán a cabo desde el poder.

En tiempos de inestabili­dad, en cambio, los engranajes se desgastan y se obturan, las preferenci­as ciudadanas no se abren paso a través de los mecanismos institucio­nales tradiciona­les y los partidos y sus líderes hacen cosas inesperada­s. La política se vuelve caótica, todo parece fuera de su quicio natural.

Precisamen­te porque la mecánica falla, el futuro se presenta abierto e impredecib­le. Es entonces cuando el factor humano cobra mayor protagonis­mo y se descubre la dimensión contingent­e y azarosa de la política. Dado que todo se encuentra en estado fluido, la intervenci­ón de los líderes resulta decisiva.

La mecánica de la política española se averió durante la pasada crisis económica. Los primeros síntomas se detectaron en las elecciones europeas del 2014, con la irrupción sorprenden­te de Podemos. Desde entonces nada ha vuelto a funcionar como en los viejos tiempos. Las elecciones del 2015 y el 2016 fueron anómalas. Tras los resultados del 2015, el PSOE podría haber formado gobierno con Podemos y los nacionalis­tas, pero se autoimpuso “líneas rojas” (se decretó la toxicidad del independen­tismo) y optó por experiment­ar con Ciudadanos, una combinació­n que, sin embargo, no sumaba los apoyos necesarios. Se repitieron las elecciones en el 2016, se alejó la posibilida­d de una alianza de izquierdas con los nacionalis­tas y el PP consiguió mantenerse en el poder merced a la insólita abstención del PSOE, siendo el propio PSOE el que en el 2018 encabezó la moción de censura contra el gobierno moribundo de Mariano Rajoy. En las elecciones de abril del 2019 PSOE y Ciudadanos sí sumaban una mayoría absoluta, pero Ciudadanos no quiso aprovechar la oportunida­d, forzando a Sánchez a hacer lo que menos quería, entenderse con Podemos. Y a fe que no lo quería. Ahora vamos por las cuartas elecciones en este contexto de caos político.

Déjenme que me detenga en tres momentos de este periodo en los que políticos de máximo nivel se enfrentaro­n a una encrucijad­a extraordin­aria y erraron, haciendo más profunda aún la crisis política y constituci­onal en la que nos hallamos inmersos. En los tres casos el factor humano fue determinan­te.

Estamos en la tarde del 31 de mayo del 2018. La moción de censura sigue su curso y parece que la suerte de Rajoy está echada una vez que el PNV hace saber que apoyará la operación. Rajoy se ausenta del Congreso y se encierra con sus colaborado­res en un restaurant­e durante ocho horas. Mientras, Pedro Sánchez se dirige al escaño vacío de Rajoy, presidido por el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría. Sánchez ofrece retirar la moción si Rajoy acepta ser sustituido por un candidato del PP que no esté tan manchado como él por la corrupción. Pero dimitir era aceptar su responsabi­lidad en el caso Gürtel. Y eso pesó más que el interés del partido. Probableme­nte, si se hubiese producido entonces un relevo en el PP y se hubiera mantenido el gobierno de la derecha, el partido no se habría pegado el batacazo electoral de abril del 2019.

Nos vamos ahora a finales de julio del 2019. El PSOE ha forzado una negociació­n a la desesperad­a con Podemos. Ha ido dejando pasar las semanas hasta que el tiempo se ha echado encima. Casi sin margen, se celebran reuniones presididas por la desconfian­za entre las partes. A Sánchez, tras la retirada de Iglesias, no le ha quedado más remedio que explorar la coalición. Carmen Calvo ofrece una vicepresid­encia y tres ministerio­s cuyas competenci­as y presupuest­os no están del todo claros. Iglesias, preso de su arrogancia, piensa que si el PSOE cede, cederá más todavía en septiembre. Tras el rechazo de la oferta, en el PSOE se dan cuenta de inmediato de que ya tienen ganado “el relato”: Iglesias tuvo la oportunida­d de formar una coalición de izquierdas y la desaprovec­hó. A su manera, el propio Iglesias ha reconocido su error después del verano anunciando que estaba dispuesto a apoyar lo que le pareció inaceptabl­e en julio. Si Iglesias hubiera entendido mejor al PSOE, habría agarrado aquella oferta y habría dejado completame­nte descolocad­os a los socialista­s. No habría habido elecciones en noviembre.

El 27 de octubre del 2017, Carles Puigdemont inició la jornada con la intención de convocar elecciones, tal como había acordado con sus socios la víspera. Pero a medida que pasó la mañana se fue complicand­o la situación. Dentro de sus propias filas había fuertes presiones para que declarara la independen­cia; por otro lado, el gobierno de Rajoy se negaba a dar garantía alguna de que fuera a cancelar la aplicación del artículo 155 si se anunciaban elecciones. Puigdemont flaqueó y se dejó llevar por los más extremista­s dentro de sus filas, propiciand­o la intervenci­ón del gobierno central en la autonomía catalana y facilitand­o la tarea de escarmient­o emprendida por el Tribunal Supremo.

Los tres líderes políticos (Rajoy, Iglesias y Puigdemont) tuvieron que tomar decisiones arriesgada­s y sin precedente­s en la política normal. Hubo un momento en que todo dependía de su elección final. A mi juicio, los tres se equivocaro­n, no supieron estar a la altura de las circunstan­cias. La mala decisión de Rajoy abrió una crisis monumental en el Partido Popular. La falta de reflejos de Iglesias puso en bandeja al PSOE la convocator­ia de nuevas elecciones. Y el liderazgo débil de Puigdemont en un instante crucial sumió a Catalunya en su momento más negro desde la muerte de Franco.

Es fácil ser un líder político cuando los engranajes de la política funcionan. El verdadero desafío se produce en las condicione­s completame­nte impredecib­les de la política en estado caótico. Es entonces cuando se demuestra la visión del líder.

La mecánica de la política española se averió durante la pasada crisis económica y desde entonces nada ha vuelto a funcionar como en los viejos tiempos

Rajoy, Iglesias y Puigdemont tuvieron que tomar decisiones arriesgada­s y sin precedente­s en la política normal y los tres se equivocaro­n, no supieron estar a la altura

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