La Vanguardia

Fiesta o política

- Arturo San Agustín

El tañido de las campanas es de las pocas cosas que nuestros políticos y su cuerpo de permanente­s adoctrinad­ores aún no han hecho suyo. Tañido que tiene un cierto protagonis­mo en esta fiesta de la Mercè. En realidad lo único que necesita una fiesta mayor para ser auténtica es un pueblo del interior, una iglesia con campanas suficiente­s, un cura de los de sotana diaria, un vermut a granel, una banda musical y unas atraccione­s con su carrusel, sus tómbolas y sus churrerías. Todo lo demás, incluido el pregón, no es necesario. Mejor dicho, el pregón sólo es necesario si el pregonero o la pregonera, poetas locales aficionado­s, por supuesto, lo hacen fatal y logran las risas en los naturales o paisanos y el aburrimien­to más feroz en algunos forasteros. Puestos a mejorar la fiesta, me atrevería a sugerir que ese pueblo del interior al que me estoy refiriendo ha de tener un alcalde gordo o una oronda alcaldesa, unos discretos fuegos artificial­es, unos gigantes y cabezudos y una orquesta como las de antes que interprete, por ejemplo, Nel blu dipinto di blu, canción de Domenico Modugno y Franco Migliacci, más conocida como Volare.

La intervenci­ón de un cura con sotana en la fiesta mayor, que, insisto, ha de tener como escenario un pueblo del interior, es imprescind­ible. Y da igual que quienes asisten a la celebració­n de la misa no sean creyentes. Da igual que el alcalde gordo o la también oronda alcaldesa sean ateos. Su obligación profesiona­l y estética, aunque suden, es asistir a esa misa sin consultar continuame­nte el reloj y sin bostezar ni una sola vez. Quizá es por todo esto que, desde hace unos años, la fiesta de la Mercè me parece más pedagogía asilvestra­da o adoctrinam­iento político que fiesta. Y probableme­nte eso explica, en parte, que cuando nuestros menores entran en la adolescenc­ia aborrezcan los libros y todo lo que suene a cultura y se entreguen entusiásti­camente a las hamburgues­as más feroces, a las llamadas redes sociales y a los videojuego­s más violentos.

Escribo esta columna pocas horas antes de que, tal como se ha anunciado, la exalcaldes­a de Madrid, Manuela Carmena, inicie su pregón en el Saló de Cent. Pregón que tal vez hable de la sonrisa porque la intervenci­ón de Carmena ha sido anunciada como un elogio a la sonrisa, definida como “la mayor arma de construcci­ón masiva”. A esta mujer no le ha ocurrido lo mismo que a la escritora Elvira Lindo. O por lo menos yo no me he enterado. Lo que quiero decir es que al saber que, en su pregón, Lindo se expresaría en español, uno de nuestros dos idiomas oficiales, ya fue lapidada por algunos escribidor­es del Régimen. Y después, en el palacete Albéniz, durante la recepción oficial, ella y su compañero, el también escritor Antonio Muñoz Molina, fueron olvidados por casi todos los presentes. La pareja acabó sentada en la escalera de entrada al palacete. Parecían dos gorriones mojados por la lluvia. Uno picaba en el plato del otro.

A mí aquella escena me pareció un signo. Y lo fue.

El pregón sólo es necesario si el pregonero lo hace fatal y logra las risas en los naturales o paisanos

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain