Un recién ascendido ridiculiza al Barça (2-0)
El equipo de Valverde se inmola en Granada con una actuación esperpéntica
El equipo de Valverde jugó ayer un fútbol bochornoso en Granada, en un partido que en ningún momento dio la impresión de poder ganar. Ha sumado un punto en tres salidas.
De la misma manera que se han agotado los calificativos para expresar la grandeza de Messi, el diccionario se ha quedado sin términos ultrajantes para definir en su justa medida la actuación del Barcelona en Granada. No fue un equipo, sino una caricatura grotesca y desangelada, sin ningún trazo de continuidad o estabilidad emocional, lo que protagonizó ayer en el Nuevo Los Cármenes un esperpento que, a fuerza de repetición en diferentes grados, pone en duda un proyecto.
El equipo de Valverde no ha conseguido ganar en ninguno de los cuatro desplazamientos de la temporada, pero en Granada no estuvo ni cerca de empatar en una actuación nefasta que la salida de Messi en la segunda parte no consiguió enmendar.
El gol de Azeez cuando había transcurrido un minuto y pocos segundos fue producto de la inercia. Provino de un intenso calentamiento y de la extraordinaria motivación del Granada, de la determinación de un público que esperó durante horas el autocar del equipo, recibido en el estadio como una cofradía de héroes. También de la decadente inercia del Barcelona en los desplazamientos.
Pero probablemente nada hubiera ocurrido sin la contribución de Junior Firpo, que debutaba como titular regalando el balón con el que el Granada inauguró el marcador. Comenzaba una noche de despropósitos para el Barça. Valverde había movido los hilos para evitar un nuevo ridículo fuera del Camp Nou. Practicó cambios en todas las líneas, especialmente en la medular, donde De Jong ofició de pivote con Rakitic y Sergi Roberto en los interiores. Messi, que todavía no ha adquirido un ritmo de competición óptimo, permaneció en el banquillo y la ofensiva fue confiada a Suárez, Griezmann y Carles Pérez.
El atasco del autocar del Barcelona a la hora de acceder al Nuevo Los Cármenes entre ruidos de sirenas e insultos de la afición resultó premonitorio. Fue un equipo resignado, sin alma, bloqueado anímica y tácticamente, absolutamente carente de recursos para enfrentarse al entusiasmo y la agresividad, no exenta de fuertes contactos físicos, de los jugadores de Diego Martínez.
Los balones divididos siempre eran para los mismos, los locales, que aplicaban con habilidad el otro fútbol, con sucesivas interrupciones que no dejaron entrar al Barça en la escena. A los cinco minutos el estadio ya jaleaba con olés las combinaciones de sus futbolistas, que encontraban todas las facilidades para imponer su plan de partido.
LOS NUEVOS
Griezmann y Junior llegaron como refuerzos y da la impresión de que se han convertido en lastres
LA RESIGNACIÓN
El entrenador se quedó sin palabras para corregir el disparate desde el área técnica
Antonio Puertas recortó al inexplicable Junior y empalmó un chut colocado que obligó a Ter Stegen a desviar a córner. Se recuerdan parciales nefastos del Barça, el primer tiempo en el campo del Osasuna o la masacre de Liverpool, por poner ejemplos recientes, pero ninguno tan funesto como la primera parte de ayer, que no experimentó mejoras apreciables en la segunda.
El equipo blaugrana no contabilizó ningún disparo a portería digno de mención en este período, caracterizado por una escalada de nervios, con Sergi Roberto empujando a un adversario o Suárez enloqueciendo literalmente ante una decisión arbitral. “¡A por ellos!” exhortaba el estadio, que recibió el descanso al grito unánime, convencido de “¡Sí, se puede”!.
Valverde era la imagen del hundimiento en el área técnica. Su plan naufragaba desde el punto de vista colectivo, pero también individualmente, sin ningún jugador en el nivel de sus posibilidades y con teóricos refuerzos de la temporada, Griezmann o Junior, convertidos en lastres. El técnico se vio forzado a sacar la artillería pesada y en la reanudación introdujo a Messi y Ansu Fati para poner fin al calvario de Junior y a la ilusión de Carles Pérez, tal vez el menos merecedor de la sustitución.
Cambio de paradigma. Semedo se trasladó al lateral izquierdo, Sergi Roberto al derecho, por detrás de Griezmann, que cambió de banda, y Messi actuó como segunda punta. Así ganó un poco de profundidad y presencia atacante el Barcelona, pero insuficiente para maquillar el esperpento. Era la chispa individual de Messi y Fati contra todos. El Granada aguantó el esfuerzo físico y tuvo bastante con mantener la intensidad para seguir caricaturizando al Barça.
La primera titularidad de Rakitic fue trágica, de modo que el croata fue la tercera sustitución. Entró Arturo Vidal, el músculo de la desesperación, y a los tres minutos cometió un penalti al tocar con la mano en un barullo originado en una falta lateral. Fue un penalti de VAR, señalizado después de varios minutos de deliberación, que Vadillo se encargó de transformar a la derecha de Ter Stegen. En la banda, Valverde escuchó el pitido final en posición estrictamente rígida, con la mirada perdida. Se había quedado sin recursos y sin instrucciones para corregir uno de los mayores disparates de los últimos años. Porque el Granada no es el Liverpool, aunque cualquier equipo que se mida al Barça en casa lo parezca.